David McMillan reconoce que ya ha visto los tres primeros capítulos de Chernobyl, la elogiada miniserie de HBO sobre el accidente nuclear de 1986 en la central Vladimir Ilich Lenin en la entonces República Socialista Soviética de Ucrania, y asegura que los detalles físicos "se perciben bien". Y el fotógrafo canadiense sabe de lo que habla. Desde 1994, ha realizado 22 viajes a la Zona de Exclusión de Chernobyl, el último de ellos en el otoño (boreal) de 2018, según relata a La Tercera.

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(Foto: David McMillan) Vista de la planta de nuclear de Chernobyl desde Pripyat, en 1994.[/caption]

Inspirado por sus recuerdos adolescentes de la novela post-apocalíptica La Hora Final del autor británico Nevil Shute (1957), una visión perturbadora del mundo después de la guerra nuclear, además de la lectura del reportaje de la Harper's Magazine titulado Viaje a través de una tierra condenada, del autor y periodista Alan Weisman, McMillan encontró en Pripyat (actual Ucrania) la encarnación de una ciudad irradiada todavía en pie, pero sin vida humana.

McMillan exploró inicialmente las áreas evacuadas con pocas restricciones y en soledad, a excepción de un científico ocasional que controlaba los efectos de la radioactividad. El regreso año tras año le permitió volver a visitar los sitios de fotografías anteriores y así dar testimonio de las fuerzas inexorables de la naturaleza sobre las comunidades abandonadas.

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(Foto: David McMillan) Vista de la planta nuclear de Chernobyl desde Pripyat, en 2017.[/caption]

Su nuevo libro Growth and Decay: Pripyat and the Chernobyl Exclusion Zone es el resultado de estas excursiones. Las  200 imágenes recopiladas en esta obra -algunas de las cuales ilustran este artículo- son, según The Daily Beast, "sorprendentes recordatorios de tantas cosas, desde los fracasos del siglo XX hasta nuestra mórbida fascinación por la decadencia".

Según McMillan, la lectura en 1994 del artículo de Alan Weisman con su descripción de las condiciones de la "Zona de Exclusión" vigilada que rodea el reactor, le sugirieron que podía hacer fotografías "interesantes" allí. "Inicialmente, entrar era un desafío. A través de una serie de conexiones, me dieron el número de fax de un cineasta ucraniano que hablaba inglés y había filmado en la zona, por lo que conocía a algunas de las personas que administraban el área. Con su ayuda, y alguna moneda estadounidense, obtuve acceso. Fue mucho más fácil después de la primera visita, ya que sabía a quién contactar", comenta el fotógrafo a La Tercera.

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(Foto: David McMillan) Embarcación hundida en el río Pripyat, en 1998.[/caption]

La miniserie de HBO muestra los ineficientes instrumentos con que los entonces operarios soviéticos monitoreaban los niveles de radiación. Para McMillan eso también fue tema en sus primeros viajes a Pripyat y Chernobyl. "Mi impresión fue que podía evitar las áreas más contaminadas. Estaba con un guía/traductor que estaba familiarizado con la zona y podía aconsejarme cuando pasaba demasiado tiempo en un área 'caliente'. Muchas de las personas que trabajan allí no tenían acceso a un contador Geiger, por lo que, hasta cierto punto, era solo una estimación. Arrendé uno para llevar conmigo en mi segunda visita", recuerda.

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(Foto: David McMillan) Bote en la estación de trenes del pueblo de Janov, en 1996.[/caption]

A pesar de que ya suma 22 viajes a la zona, el fotógrafo canadiense mantiene vívida la imagen de cuando llegó por primera vez a Pripyat, ciudad ubicada a solo dos kilómetros de la planta nuclear de Chernobyl. Según comenta McMillan, "fue un sentimiento de entusiasmo por las posibilidades fotográficas en esta ciudad relativamente grande (50.000 personas en ese entonces) con tantos y variados edificios, como escuelas, hospitales e instalaciones recreativas. El hecho de que hiciera fotografías que me interesaban me hizo regresar".

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(Foto: David McMillan) Escuela en la aldea de Shipelicki, en 1995.[/caption]

Precisamente sobre sus motivaciones profesionales en la "Zona de Exclusión" que rodea al reactor nuclear, McMillan admite que "aunque inicialmente pensé en fotografiar paisajes, los interiores me conmovieron, especialmente las escuelas y los jardines infantiles". "Esto tuvo mucho que ver con saber que muchos niños se vieron afectados por el accidente y que yo tuviera mis propios hijos", explica.

Inevitable resulta entonces saber la opinión de McMillan sobre  el retrato que la miniserie de HBO hace de la tragedia nuclear y las condiciones de vida en Pripyat. "He visto los tres primeros episodios", reconoce. Y agrega: "Según lo que he leído sobre el accidente, parece auténtico. Por supuesto, se ha dramatizado para hacer un programa de televisión interesante, lo que significa que no es un documento histórico totalmente exacto. Sin embargo, muchos de los detalles físicos se sienten bien, como el aspecto de los edificios en Pripyat y la ropa. Incluso detalles como los anteojos de la época ayudan a crear una sensación de autenticidad".

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(Foto: David McMillan) Zapatillas en el piso de un jardín infantil de Prypiat, en 2006.[/caption]

Por último, McMillan no descarta volver a la zona. "Cada año me pregunto si debería regresar", señala. "El libro ha parecido una especie de resumen, pero odiaría no obtener la siguiente fotografía que podría ser maravillosa. Hay una buena posibilidad de que vuelva a ir, pero posiblemente esperaré un año", concluye.