El 7 de agosto de 1998, dos explosiones casi simultáneas estallaron en la embajada de Estados Unidos en Kenia y en Tanzania, dejando más de 200 fallecidos y cinco mil heridos. El ataque puso los ojos del mundo sobre el grupo terrorista Al Qaeda y 22 años después -en el mismo día del aniversario del atentado-, uno de los señalados como autores intelectuales del hecho y número dos de la agrupación, Abdullah Ahmed Abdullah, o también conocido como Abu Muhammad al Masri, fue asesinado secretamente en Teherán por agentes de Israel.

Hasta el viernes, el operativo de hace tres meses era uno de los secretos mejor guardados. Aunque ninguno de los actores internacionales involucrados ha confirmado el deceso, el diario estadounidense The New York Times reveló que el hombre, de 58 años y uno de los fundadores de Al Qaeda, fue baleado por dos motociclistas cuando viajaba junto a su hija en un vehículo sedán. Los atacantes se detuvieron al costado del Renault blanco para luego perpetrar cinco disparos.

Según el periódico estadounidense, Al Masri, un yihadista egipcio que fue ascendiendo tras el doble atentado y que formaba parte desde el 2000 de la shura, consejo de Al Qaeda, estuvo “bajo custodia” iraní hasta 2003, pero desde hace cinco años se encontraba viviendo “libremente” en el suburbio de lujo Pasdarán.

En la capital iraní, el dirigente habría pasado sus días bajo la posible identidad de Habib Daud, profesor de historia libanés. A su vez, su hija y también viuda del hijo de Osama bin Laden, Hamza bin Laden, recibió el nombre de Miriam, ciudadana libanesa de 27 años.

De acuerdo con la versión de funcionarios de inteligencia estadounidenses, la Casa Blanca desde hace años monitoreaba los movimientos de Al Masri y de otros dirigentes de Al Qaeda en Irán, pero por el momento se desconoce el rol que tuvieron en el ataque. El FBI mantenía el nombre de Abdullah en la lista de los terroristas más buscados y ofrecían US$ 10 millones por información para conocer su paradero.

A pesar del rastreo, el New York Times sostiene que fue una sorpresa que Al Masri estuviera en Teherán, ya que Irán y Al Qaeda han luchado por años en Irak y otros sitios vecinos.

Más de 24 horas después de que la noticia diera la vuelta al mundo, el grupo terrorista no ha confirmado o rechazado la muerte de uno de sus líderes. Sin embargo, Irán mediante el portavoz de Exteriores, Said Jatibazdeh, desmintió la información asegurando que no hay presencia de miembros de esta organización terrorista islámica en el país.

“Tales acusaciones son, sin duda, parte de la guerra económica, de inteligencia y psicológica en toda regla contra el pueblo iraní, y los medios de comunicación no deberían actuar como un tribuna para difundir las intencionadas mentiras de la Casa Blanca sobre Irán”, señaló el gobierno iraní, que acusó la implementación de una “iranofobia”.

Según la agencia France Presse, la organización fundada en 1988 por Osama bin Laden -asesinado en Pakistán en 2011 por una operación estadounidense-, enfrenta una serie de bajas de las que se desconoce el impacto y que muchas veces no son confirmadas. Así, en 2019, el Presidente de EE.UU., Donald Trump, confirmó la muerte del heredero, Hamza bin Laden, y es un misterio el paradero del dirigente Ayman al Zawahri, quien habría muerto hace un mes por causas naturales.