La vuelta de un viejo fantasma: el jueves pasado, el Estado Islámico reivindicó dos atentados que tuvieron lugar un día antes en Kerman, causando 84 muertos, durante actos que conmemoraban el cuarto aniversario del asesinato de Qassem Soleimani, uno de los comandantes más influyentes de la Guardia Revolucionaria iraní.

El grupo, que se consideraba neutralizado en 2017, había tenido otros ataques puntuales en los últimos años, pero ninguno con tantos muertos como el perpetrado el miércoles pasado en Irán. Conocido por sus siglas de ISIS o Daesh, el grupo de corte islámico sunita atacó a la principal potencia regional chiita, Irán, poniendo en la mesa de nuevo la violencia entre musulmanes de distintas corrientes.

El atentado es uno de los más sangrientos que ha vivido la República Islámica de Irán desde que fue establecida en 1979. Del mismo modo, es de una gran fuerza simbólica, considerando que se produjo cerca del mausoleo de Soleimani, un general conocido entre los iraníes, y que fue asesinado en 2020 por Estados Unidos.

Las Fuerzas Democráticas Sirias inspeccionan armas encontradas en un puesto del grupo Estado Islámico en Raqqa, Siria, el 7 de octubre de 2017. Foto: Reuters

Dentro del comunicado con el que la organización confirmó la autoría del atentado, señalaron que dos de sus miembros se habían dirigido hacia una gran concentración de gente para detonar cinturones explosivos, con el fin de que “los politeístas sepan que los yihadistas están detrás suyo y de sus proyectos”.

El atentado llega justo en un momento crítico para el mundo árabe en su conjunto: la ocupación de la Franja de Gaza, por parte de Israel había logrado “unir” a todos los países de la región, independiente de la rama del Islam que practicaran.

Si el Estado Islámico atacó Irán, esto sería porque el general Soleimani, a pesar de ser asesinado por Estados Unidos, era también un enemigo jurado de la organización. De hecho, en coordinación con la coalición internacional, Soleimani había sido un viejo “conocido” de la CIA, que con el tiempo pasó a ser un enemigo para Washington.

El presidente iraní, Ebrahim Raisi, pronuncia un discurso durante una ceremonia para conmemorar el cuarto aniversario del asesinato del alto comandante militar iraní, general Qassem Soleimani, en Teherán, Irán, el 3 de enero de 2024. Foto: Reuters

En el momento cumbre del Estado Islámico, la organización controló grandes terrenos entre Irak y Siria, donde millones de personas vivieron bajo su poder durante cuatro años. Su ejército derrotó repetidamente a los ejércitos iraquíes y sirios, y llevaron a cabo ataques en docenas de ciudades alrededor del mundo.

Su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, declaró su califato desde el púlpito de la histórica mezquita iraquí de al-Nuri en 2014 y prometió gobernarlo. Cinco años después fue asesinado en una incursión de las fuerzas especiales estadounidenses en el noroeste de Siria. El califato colapsó en Irak y Siria después de una campaña militar sostenida por parte de una coalición liderada por Estados Unidos.

El reciente ataque del Estado Islámico en Irán se ve como un signo de su reconstrucción, indicó a Reuters un experto del Foro de Medio Oriente, Aymenn Jawad al-Tamimi. “El grupo mantiene sus objetivos de siempre: llevar la yihad contra todos sus enemigos, para así establecer un califato territorial que pueda, eventualmente, expandirse al mundo entero”, señaló.

Imagen de un video de propaganda difundido por el autodenominado Estado Islámico en 2014.

Desde su colapso, el Estado Islámico ha estado cambiando sus tácticas. Ahora, los líderes y miembros del grupo han tomado refugio en las tierras entre Raqqa, en Siria, y Mossul, en Irak. Repartidos en células autónomas, su liderazgo es clandestino, y el tamaño del grupo es difícil de cuantificar, aunque las Naciones Unidas creen que podría tratarse de 10 mil soldados.

Todos los combatientes extranjeros clave del ISIS huyeron de Irak hacia países como Afganistán, Siria y Pakistán. La mayoría se ha unido a la rama Khorasan del Estado Islámico, que está activa a lo largo de las fronteras de Irán con Afganistán y Pakistán.

El Estado Islámico -a menudo llamado ISIS, ISIL o el peyorativo Daesh- ha dejado su huella en algunas partes de África: en Uganda, militantes de las Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA), rebeldes aliadas del Estado Islámico, han protagonizado una serie de ataques en los últimos meses, incluida una masacre en un internado, el asesinato de una pareja en luna de miel y, el mes pasado, una redada en una aldea que mató al menos a tres personas.

Varios otros grupos han prometido lealtad al Estado Islámico en África occidental y en todo el Sahel. Sus afiliados controlan grandes zonas rurales de Malí, Níger y el norte de Burkina Faso, así como el norte de África, destaca Reuters.

Un soldado del Ejército estadounidense con su arma en una base militar en el área de Makhmour, cerca de Mosul, durante una operación para atacar a militantes del Estado Islámico en Irak, el 18 de octubre de 2016. Foto: Reuters

En enero de 2023, el Ejército estadounidense llevó a cabo una operación que mató a un alto líder del Estado Islámico en el norte de Somalia. Un informe de las Naciones Unidas expresó la preocupación de que grupos como el Estado Islámico pudieran explotar la inestabilidad política y la violencia en Sudán.

El Centro Nacional Antiterrorista de Estados Unidos, en un informe publicado en agosto, afirmó que la amenaza planteada por Estado Islámico y Al Qaeda “está en un punto bajo con la supresión de los elementos más peligrosos”.

Pero continuó advirtiendo que la mitad de las ramas del Estado Islámico “ahora están activas en insurgencias en toda África” y “pueden estar preparadas para una mayor expansión”.