La muerte de la jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsburg fue la gota que rebalsó el vaso en las elecciones de Estados Unidos al introducir un ingrediente de inestabilidad en el último tramo de las presidenciales que se realizarán el 3 de noviembre próximo. Porque la sopresiva vacante que dejó la jueza liberal de 87 años, que falleció el viernes producto de un cáncer, puso en pie de guerra tanto al Presidente Donald Trump como a su oponente, el demócrata Joe Biden.

“Esto va a desencadenar una batalla titánica. Esto podría afectar seriamente la elección”, dijo a la agencia Reuters, David Gergen, un asesor político que ha servido a cuatro presidentes, tanto republicanos como demócratas. “Hay un potencial real de algunos daños colaterales entre los republicanos del Senado. La última cosa que algunos de estos quieren hacer es apoyar a un candidato de Trump para la Corte Suprema”, sostuvo a la misma agencia Jim Manley, exasesor del senador Harry Reid cuando era el líder demócrata del Senado.

Trump ya dio su primer golpe al señalar que elegirá a su nominado para la Corte Suprema esta semana y que probablemente será una mujer. La lista del Presidente, dice The Wall Street Journal, se ha reducido a dos candidatas, las juezas federales de Corte de Apelación Amy Coney Barrett y Barbara Lagoa.

Es tarea del Presidente nominar a un candidato y el Senado debe confirmarlo. Los republicanos tienen una mayoría de 53 miembros en la Cámara Alta (los demócratas tienen 47) y su líder Mitch McConnell ya se comprometió a confirmar la nominación de Trump, aunque no ha aclarado si se realizará una votación final antes o después del día de las elecciones. Eso sí, no todos los republicanos se han cuadrado y ya hay dos disidentes que llamaron a no llenar la vacante antes de las elecciones, tal como lo quería Ginsburg. Se trata de las senadoras Lisa Murkowski y Susan Collins.

Se requieren 51 votos en el Senado para confirmar a un juez de la Corte Suprema. El vicepresidente Mike Pence podría romper un posible empate, mientras que se requerirían cuatro deserciones republicanas para bloquear la confirmación.

El apuro por llenar la vacante dejada por Ginsburg radica en que la Corte Suprema podría consolidar su inclinación hacia los conservadores, que ya cuentan con cinco de los nueve puestos. Durante su mandato, que comenzó en 2017, Trump ya ha nominado a dos y quiere dejar su huella también en el tercero y tiene que hacerlo antes de las elecciones. Esto considerando que las encuestas no están a su favor, ya que un sondeo de The Wall Street Journal/NBC News le da una ventaja a Biden de ocho puntos.

En el otro lado de la vereda, Biden instó este domingo a los republicanos a no “atrapar” a un candidato a la Corte Suprema en el Senado antes de las elecciones presidenciales, sugiriendo que tal medida equivaldría a un “abuso de poder”. “Si Donald Trump gana las elecciones, entonces el Senado debería avanzar en su selección y sopesar al candidato que elija de manera justa”, dijo. “Pero si gano esta elección, el candidato del presidente Trump debería ser retirado. Y como nuevo presidente, debería ser yo quien nomine al sucesor de la jueza Ginsburg”, añadió.

Los demócratas aún no olvidan la negativa del Senado republicano a votar por el candidato a la Corte Suprema del entonces Presidente demócrata Barack Obama en 2016, después de que el juez conservador Antonin Scalia murió durante ese año electoral. Entonces, McConnell en 2016 dijo que el Senado no debería votar por un candidato a la Corte en un año de elecciones.

Según The New York Times, tanto Biden como otros demócratas buscan que la batalla por la vacante en la Corte Suprema se defina por el tema de la atención médica en medio de una pandemia mundial. Ellos están argumentando a favor de la protección de la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio, que la jueza Ginsburg había votado a favor de mantener, y su garantía de cobertura para personas con afecciones preexistentes. Este fue un tema que jugó a favor en las elecciones de medio mandato en 2018, cuando el partido el control de la Cámara de Representantes.

Uno de los temores existentes de que la vacante se llene en época electoral es que el Presidente Trump no acepte el resultado -hace semanas ya había hecho comentarios sobre un posible fraude- y la Corte podría ser llamada a intervenir y decidir el destino del país. El papel de la Corte Suprema, entonces, podría ser clave para decidir una elección impugnada, tal como ocurrió en 2000 cuando su fallo de 5-4 le entregó efectivamente la elección presidencial al republicano George W. Bush. Ocasión en la que la jueza Ginsburg emitió un voto disidente.