El fenómeno en China apareció por primera vez en los trenes que regresaban de la fiesta nacional a principios de octubre. Se colgaron fotos en las redes sociales. También videos cortos, con imágenes de columpios de la infancia, paseos en patineta con los amigos o, más sencillamente, el paisaje que pasa por delante de la ventanilla del tren bala. A menudo aparece en primer plano un café en un vaso de papel, signo de pertenencia a un medio más bien acomodado.

El tren, como el paseo, es una ocasión para reflexionar sobre una época. Muchos de los comentarios aluden a una vida más sencilla, si no más serena, en provincias, adonde estos jóvenes fueron durante las vacaciones para ver a sus familias.

Síndrome postvacacional

Esta nostalgia no tiene su origen en el simple hedonismo. También refleja la angustia y el descontento de una generación cubierta de etiquetas. Algunos la han bautizado como la generación “bailan”; una generación que “se rinde” e intenta dejarse llevar ante las dificultades. Es la famosa filosofía “Tang Ping”, literalmente “ponerse plano”, tumbarse o estirarse ante la presión de los mayores y una cultura empresarial considerada opresiva.

Bajo los hashtags #síndromepostvacacional, #estudiante, #trenbala, las historias se suceden. Entre las quejas recurrentes: largas jornadas laborales por un salario que hace difícil vivir en las megaciudades chinas, que se enfrentan a una desaceleración económica.

Estudiantes asisten a una ceremonia de graduación en la Universidad Normal Central de China en Wuhan, provincia de Hubei, el 13 de junio de 2021. Foto: Reuters

Es un tema planteado por un influencer cuya cuenta en la plataforma Xiaodongshu -“pequeño libro rojo”- está llamando mucho la atención. Con sus gafas oscuras y su corte a cepillo, este joven estudió en la Escuela de Estudios Superiores de Comercio (HEC) de París. Después trabajó en la banca en Estados Unidos, antes de regresar a China, donde recientemente fue despedido. Sus videos describen con humor sus experiencias en el mundo de las finanzas. Pero esta vez, el tono es diferente.

De vuelta de su ciudad natal, Taiyuan, en la provincia de Shanxi, ha publicado un largo post en el que habla de las vacaciones que llegan a su fin y del hecho de que está un poco celoso de sus amigos y familiares, que disfrutan de una vida aparentemente menos estresante, al tiempo que señala que tiene que volver a Beijing para seguir buscando trabajo.

El arte de la evasión

Según las cifras publicadas por la Oficina Nacional de Estadística a principios de verano, más de un joven de cada cinco está desempleado en China. Estas dificultades para encontrar trabajo están sacudiendo la confianza de los jóvenes, ya muy afectados por años de restricciones sanitarias. Frustrada y enfadada durante el período de “Covid cero”, la generación desencantada quiere tomar un poco de aire fresco.

Algunos ya han tenido una primera experiencia en el extranjero y quieren volver, mientras que otros que aún no han dado el paso sueñan con unos estudios o un trabajo en otro lugar. Es el “run xue”, la filosofía de irse o el arte de escapar, una expresión codificada que apareció en las redes sociales durante los años Covid, sinónimo de emigrar.

Personas solteras inspeccionan perfiles colgados entre árboles durante un evento de emparejamiento en Jinan, en la provincia de Shandong, en el este de China, el 17 de octubre de 2021.

Sabemos que, más allá de un lugar fantaseado, no faltan razones muy reales para irse. “En el tren de alta velocidad, acabo de pensar en la presión de los adultos, la competencia feroz en el mercado laboral, diversas cosas urgentes que tengo que hacer, los precios desorbitados de la vivienda, el deterioro de mi entorno vital y, de repente, pierdo la esperanza”, dice la mujer que responde al nombre de Chloé.

La joven estudió en Ginebra. Ahora estudia derecho en una de las universidades más prestigiosas de la capital china: “¡Beijing es lo contrario de Suiza! Hay mucha presión en la escuela, pero Asia oriental es un ambiente muy ansioso comparado con Europa de todos modos. Me siento muy deprimida, porque después de experimentar el modo de vida europeo, me cuesta readaptarme”, añade.

Relaciones laborales tóxicas y sexismo

El deseo de emigrar sólo concierne a una minoría de jóvenes chinos que disponen de medios para ir al extranjero. En cambio, la dificultad de encontrar un empleo acorde con sus cualificaciones y estudios es ampliamente compartida.

“Todos atravesamos un período de gran ansiedad. Mis compañeros de piso que estudian gestión de archivos, por ejemplo, están aún más preocupados por la falta de oportunidades. Para nosotros, los estudiantes de derecho, hay tres vías: podemos entrar en un bufete, pero eso es agotador y no corresponde a la vida a la que aspiro; también podemos presentarnos a los concursos para funcionarios, pero tampoco es lo que quiero; por último, he probado en departamentos jurídicos de empresas, pero es muy competitivo y no he encontrado nada”, prosigue Chloé.

Personas solteras participan en un evento de emparejamiento en Jinan, en la provincia de Shandong, en el este de China, el 17 de octubre de 2021.

A la falta de trabajo y al mal ambiente laboral se suma el problema de la discriminación sexual en la contratación: “Ya está bien de sexismo. Si tienes las mismas cualificaciones, suelen preferir a los hombres. Cuando la gente de Huawei vino a nuestra escuela para su campaña de contratación, parecían más interesados en interactuar con los candidatos masculinos, utilizando la palabra ‘hermano’, por ejemplo”, subraya Chloé.

Hay muchas quejas, pero volver a su provincia natal para convertirse en un “niño a tiempo completo” es un paso que Chloé y otros no están dispuestos a dar. La joven dice que se lo pensó mucho durante las últimas vacaciones, antes de desistir por la falta de oportunidades. Los sueldos son aún más bajos en la provincia central de Hubei, donde viven sus padres, por no hablar de la espada de Damocles que supone el matrimonio para los solteros: “Es mejor estar lejos”, dice, “si no quieres enfrentarte todos los días a las presiones familiares”.