A principios de este año, las autoridades iraníes tomaron medidas contra lo que consideraban una tendencia preocupante: Cada vez más mujeres se niegan a llevar el pañuelo o hiyab exigido por la ley. El presidente Ebrahim Raisi ordenó una aplicación más estricta de la ley, en coincidencia con el Día Nacional del Hiyab y la Castidad, celebrado por el gobierno el 12 de julio.
Las medidas fueron acompañadas de una serie de detenciones y desataron la furia entre los iraníes que salieron a la calle. Dos meses después, Mahsa Amini, de 22 años, murió tras ser detenida por la policía de la moral del país por una presunta falta de respeto al código de vestimenta de la República Islámica, e Irán estalló. Las protestas callejeras entran ahora en su sexta semana y han cobrado fuerza en los últimos días, planteando el mayor desafío a la República Islámica en más de una década.
Las protestas de hoy tienen su origen en 40 años de tensiones en torno a la obligatoriedad del hiyab, que tanto las autoridades como los ciudadanos consideran una forma de control autoritario, especialmente sobre las facciones más seculares de la sociedad.
La arremetida del gobierno durante el verano se produjo después de años en los que las mujeres cambiaron sus velos por gorras de béisbol, sudaderas con capucha y pañuelos puestos precariamente encima de moños meticulosamente formados y de peinados tipo bouffants. Un número creciente de mujeres en las ciudades incluso caminaban por la calle con el pañuelo colgado al hombro.
Para los dirigentes de la República Islámica de Irán, la tendencia contra el hiyab es una cuestión existencial. Irán se presenta como campeón de los musulmanes del mundo, y conciben el hiyab como un símbolo religioso que protege los ideales de la modestia femenina islámica.
“El régimen piensa que si pierde el hiyab, pierde su identidad”, dijo Fatemeh Haghighatjoo, una ex legisladora iraní que ahora reside en Estados Unidos como directora ejecutiva de la Iniciativa de No Violencia para la Democracia, una organización sin ánimo de lucro. “Lo han vinculado a su propia existencia, así que, por supuesto, si lo relajan, van a colapsar”.
El velo es también una herramienta política de dominación patriarcal, y su abolición sería una señal de debilidad que probablemente aprovecharían los manifestantes, dijo Roham Alvandi, profesor asociado de la London School of Economics con experiencia en la historia de Irán.
“¿Qué están diciendo, entonces? Están diciendo que el Estado ya no puede controlar a la mitad de la población”, dijo Alvandi.
Al mismo tiempo, muchas mujeres iraníes se preguntan si podrán volver a los días en que el gobierno las obligaba a llevar velo.
Poco después de que estallaran las protestas en septiembre, una artista de 39 años en Teherán se topó con una mujer que notó que no llevaba velo.
“Nos miramos y pensé: ‘¿por qué llevo un hiyab?’ E inmediatamente me lo quité”, recuerda la artista. Las dos mujeres se sonrieron, compartiendo un momento de rebeldía pública que nunca se habían atrevido a expresar hasta ahora. “Esa interacción creó un sentimiento de unidad entre nosotras”, dijo.
“(El hiyab) causó décadas de miedo en mi vida”, dijo la artista. La muerte arbitraria de Amini, por una supuesta violación de la ley que miles de mujeres iraníes cometen a diario, le hizo preguntarse por primera vez cómo le habían “lavado el cerebro” para que aceptara el velo forzado, dijo.
“Los candados de mi mente se abrieron, uno a uno”, dijo. “Cuando ahora camino por la calle sin pañuelo, me siento tan emocionada”, dijo, con la voz quebrada. “Se me caen las lágrimas”.
Las mujeres iraníes no solo se han despojado de sus velos. Algunas se han cortado el pelo como un acto de desafío, eliminando una parte de su apariencia que durante toda su vida había estado sometida al escrutinio totalitario. Las celebridades internacionales les han seguido, publicando vídeos en las redes sociales en los que se cortan el pelo -o, en algunos casos, se recortan un centímetro del flequillo- en señal de solidaridad.
Para las mujeres iraníes, el cabello es “casi espiritual, primordial”, dijo Azadeh Moaveni, profesora asociada de la Universidad de Nueva York y autora de Lipstick Yihad, un libro sobre la rebelión juvenil en Irán. “El pelo es una de las metáforas más recurrentes en nuestra poesía. Es la esencia del alma de una persona”, dijo. Cortárselo “es sacrificar la belleza propia para salvar la dignidad propia”.
El hiyab tiene una tensa historia en Irán, donde los gobernantes del país lo han utilizado para imponer su visión del país sobre el cuerpo de las mujeres.
En 1936, el monarca del país, Reza Shah Pahlavi, que se presentaba como un modernizador, prohibió el velo. Como consecuencia, muchas mujeres tradicionales iraníes se mostraron reacias a salir de sus casas. La prohibición se suavizó posteriormente, pero las élites del país siguieron considerando el hiyab como un indicador de baja educación, por lo que discriminaron a las que lo llevaban. El antagonismo hacia las fuerzas seculares del país, incluido el hijo y sucesor del Sha, Mohammad Reza, contribuyó a impulsar la Revolución Islámica de 1979.
Aunque inicialmente había dicho que el hiyab no debía ser obligatorio, el líder que surgió tras la revolución, el ayatolá Ruhollah Jomeini, decidió hacerlo obligatorio en las oficinas gubernamentales. Destacados clérigos y políticos moderados, incluido el primer primer ministro del país tras la revolución, Mehdi Bazargan, se opusieron a la ley. Los críticos señalaron que el Corán no estipula un castigo por no llevar el hiyab, sino que solo aconseja a las mujeres que lo hagan.
Se produjeron protestas masivas, impulsadas por un incipiente movimiento por los derechos de la mujer, las cuales fueron reprimidas. En 1983, legisladores iraníes hicieron que el hiyab fuera obligatorio en todas partes.
Desde entonces, el respaldo al hiyab obligatorio ha caído desde el 85% a principios de la década de 1980 hasta alrededor del 35% en 2018, según un informe de ese año del centro de investigación del Parlamento iraní.
El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, ha dicho que las protestas actuales no son por el hiyab, sino que provienen de enemigos extranjeros que intentan socavar la nación, incluido Estados Unidos.
“Muchas mujeres iraníes que no siguen a cabalidad el uso del hiyab se encuentran entre los firmes partidarios de la República Islámica. Se trata de la independencia y la resistencia del Irán islámico. Estados Unidos no puede tolerar un Irán fuerte e independiente”, dijo Jamenei a principios de este mes.
A lo largo de los años, las autoridades han aplicado la ley con mayor o menor severidad, tolerando gradualmente una moda más laxa del hiyab, pero el velo ha seguido siendo una pieza central de la oposición. En los últimos años, activistas por los derechos de las mujeres han escalado las plataformas de los servicios públicos para ondear sus pañuelos blancos como si fueran banderas, en desafío a las estrictas leyes islámicas de Irán, y han publicado las imágenes en las redes sociales.
Durante el Día Nacional del Hiyab y la Castidad, el ejército organizó un acto televisado en el que participaron una docena de mujeres vestidas con capas blancas de cuerpo entero, velos verdes y máscaras quirúrgicas, bailando en círculos y haciendo piruetas al ritmo de una declamación de las escrituras islámicas.
Raisi dijo que era crucial observar la vestimenta islámica correcta para contrarrestar los esfuerzos de los enemigos extranjeros de corromper la “base espiritual y los valores religiosos” de Irán.
“Deben tomarse las medidas necesarias y disuasorias contra esta invasión organizada y generalizada”, dijo.
Durante el verano, una mujer, Sepideh Rashno fue detenida tras discutir con una mujer conservadora que dijo que no llevaba el hiyab correctamente. Rashno apareció más tarde en la televisión estatal, con la cara amoratada, y confesó haber llevado ropa inmodesta, un tipo de confesión que suele reservarse a las personas a las que el gobierno acusa de espionaje y de amenazar la seguridad nacional. Según defensores de los derechos humanos, posteriormente mostró signos de hemorragia interna sufrida antes de la aparición en televisión.
Muchos iraníes que aún creen en el sistema islámico se oponen al velo forzado, aunque ellos mismos lo llevan.
“Para mí (llevar el hiyab) es sentirse segura y a salvo de las miradas de los hombres, no de temer a Dios”, dijo una joven de 19 años que reside en Teherán y que lleva el hiyab sin mostrar el pelo, un signo de su educación conservadora.
Dice que no cree que Dios castigue a las mujeres por no llevar velo, así que la República Islámica tampoco debería hacerlo. “No quiero que se obligue a nadie”, dijo.