Durante décadas en Estados Unidos, la percepción de que se necesitaba un diploma universitario para conseguir un buen trabajo era ampliamente compartida, y los números apoyaban esta opinión. Sin embargo, las encuestas muestran que en el último tiempo esa percepción se ha perdido: un sondeo reciente de Gallup señala que solo un 36% de los estadounidenses “confía” en las universidades, según destaca el diario The New York Times.

Entre los jóvenes estadounidenses, la percepción de utilidad de la universidad ha bajado fuertemente: un 45% de los miembros de la llamada “Generación Z” (nacidos entre el año de 1995 y principios de los años 2000) asegura que un diploma secundario es todo lo que se necesita para asegurar “seguridad financiera”. La opinión de los padres va en la misma dirección: casi la mitad dice que preferiría que sus hijos no entraran a una carrera de cuatro años.

El motivo central de todo esto es la relación entre “inversión” y “recompensa”: según una encuesta de Varying Degrees, el 70% de los norteamericanos cree que se consiguen mejores ingresos teniendo un diploma, pero a la vez, cada vez menos consideran que es asequible: un 53%.

Campus del Boston College, en Boston. Foto: AP

Un punto de quiebre clave en la historia de la confianza en la universidad fue en 2009, cuando el 70% de los alumnos que salieron de la secundaria entró directamente en programas de educación superior. Motivados principalmente por el factor económico, ese año directamente posterior al de la Gran Recesión fue también el que tuvo mayor ingreso de jóvenes a las universidades.

En ese entonces, el típico norteamericano con un “Bachelor’s degree” ganaba entre dos o tres veces más que el típico norteamericano sin educación superior. Sin embargo, los precios de la educación superior han subido enormemente desde entonces, volviendo a Estados Unidos una excepción entre los países desarrollados.

Ahora mismo, la cantidad de estudiantes que entra a la universidad en países desarrollados sigue aumentando, y según The New York Times, “la educación superior es más popular que nunca”. Desde 2016, las matrículas universitarias subieron un 12% en Reino Unido, mientras que en Estados Unidos bajó un 8%. En Canadá, el 65% de los adultos entre 25 y 34 años tiene, al menos, una carrera de entre dos o tres años de educación superior.

Cuando se trata de las universidades, esta no es la única tendencia donde Estados Unidos nada contracorriente: En Canadá y Japón, señala el diario neoyorquino, el precio de la universidad pública es de 5.000 dólares al año. En Italia, España e Israel es de 2.000, y en Francia, Dinamarca y Alemania es esencialmente cero.

Desde 1992, en cambio, en Estados Unidos los precios se han duplicado y más que duplicado, incluso con el ajuste de la inflación, y hoy el promedio de gasto de un año en una universidad privada es de 58 mil dólares. Considerando becas, ese número baja a 33 mil en instituciones privadas, y 19 mil en instituciones públicas.

Protestas contra la deuda estudiantil en Washington. Foto: Reuters

Durante mucho tiempo, una manera que se usó para medir el “valor económico” que aportaba la universidad en la vida de un norteamericano fue el “College Wage Premium”, o sea, la diferencia entre el sueldo de una persona con educación superior y otra sin. Desde el 2000 hasta ahora, esta ha venido creciendo, pasando del 60% al 65%, cuando había sido un 30% en el siglo anterior. En teoría, esto debería hacer que el “valor” que aporta la educación fuera subiendo en el tiempo, pero eso no se notaba en los profesionales.

Así, estudios recientes han medido el “College Wealth Premium”, o sea, la diferencia de riqueza entre la persona con o sin educación superior. Y este criterio distinto, a diferencia del anterior, considera la deuda que asume la persona que va a la universidad.

Con esto, la conclusión de los estudios muestran claramente, según The New York Times, que “entre las familias cuya cabeza es un graduado nacido después de los 80, la College Wealth Premium es indistinguible de cero”. O sea, aún cuando los profesionales tienen sueldos más altos, la riqueza que acumulan a lo largo de su vida tiende a ser la misma.

Y según Lowell Rickets, analista de datos del Instituto de Equidad Económica del Banco Federal de St. Louis, la causa de esta paradoja podría ser simple: el aumento del gasto en la época universitaria, y la deuda que viene con ello. “Cargar con una deuda obviamente disminuye la riqueza acumulada por simple substracción, pero también te impide tomar pasos importantes en la generación de esa riqueza siendo un adulto joven, como el comprar una casa o empezar un negocio pequeño”, indica.

Desde el Centro en Educación y Fuerza de Trabajo de la Universidad de Georgetown, donde se analizaron datos de cerca de 4.500 instituciones de educación superior, el director, Anthony P. Carnevale, comenta: “La universidad sigue ‘valiendo la pena’, pero el retorno en la inversión que significa varía mucho dependiendo de la credencial, del programa de estudio o de la institución a la que se vaya. También es importante informarle a la gente sobre el riesgo de pedir préstamos y no graduarse”.