El apoyo del Presidente Jair Bolsonaro a una marcha convocada por sus seguidores contra el Congreso y la Corte Suprema, el próximo 15 de marzo, desató el último escándalo político en Brasil, abriendo un cisma con los dos poderes. La manifestación, cuyo lema es “Brasil es nuestro y no de los políticos de siempre”, fue lanzada luego de que el ministro de la Oficina de Seguridad Institucional, general Augusto Heleno, acusara al Legislativo de “chantaje” para negociar el presupuesto.
Bolsonaro reenvió desde su cuenta de WhatsApp un video llamando a participar de la protesta, confirmó al diario Folha de Sao Paulo el exdiputado Alberto Fraga, aliado y amigo del mandatario, lo que fue interpretado por legisladores, jueces y expresidentes como un apoyo tácito a un acto contra dos de los poderes de la República.
Aunque no citó directamente a Bolsonaro, el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, opinó que “crear una crisis institucional no ayuda al país”, mientras que Celso de Mello, ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), dijo que el mandatario “desconoce el valor de la orden constitucional e ignora el sentido fundamental de la separación de poderes”. Los líderes de la oposición también reaccionaron al apoyo de Bolsonaro a la protesta. En opinión del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT) se trata un “gesto autoritario de alguien que agrede a la democracia todos los días”. El exmandatario Fernando Henrique Cardoso (PSDB) advirtió por su parte que “Brasil está ante una crisis institucional de consecuencias gravísimas”.
Protagonismo inédito
A una semana de desatada la polémica, el debate está lejos de perder fuerza. El foco se ha centrado en el rol que viene jugando el Legislativo en los últimos años. Según Folha de S. Paulo, la “fragilidad política” de la segunda gestión de Dilma Rousseff (2015-2016) y del gobierno de Michel Temer (2016-2018) aliada al “fracaso” de Bolsonaro en establecer una base de apoyo concreta “llevaron al Congreso a alcanzar un papel de protagonismo pocas veces visto en la historia”.
“Además de consolidar la autonomía en la parte legislativa, un área durante años dominada por los intereses del Ejecutivo, ahora disputa con el gobierno la administración del dinero federal para inversiones y financiamiento, el foco del actual conflicto entre los poderes”, agrega el periódico.
Al respecto, algunos analistas se preguntan si es sustentable esta especie de “parlamentarismo blanco” -como sus críticos han bautizado a este modelo-, en que el Congreso ejerce mayor protagonismo sin una coalición que dé sustentación al Ejecutivo. “Un gobierno minoritario como el de Bolsonaro, sin una coalición para gobernar, siempre tendrá una relación conflictiva con el Legislativo”, dijo a Folha la cientista política Argelina Figueiredo.
No muy distinta es la opinión de Sylvio Costa, fundador del portal Congresso em Foco, quien califica de “muy mala” la relación entre el gobierno de Bolsonaro y el Congreso. “El Presidente no solo no se articula políticamente para aprobar las materias de su mayor interés en el Parlamento, sino que también invierte frecuentemente contra el Legislativo y sus principales líderes”, comenta Costa a La Tercera.
Para muchos el gran responsable del rol que hoy juega el Congreso es Ulysses Guimarães, presidente de la Asamblea Constituyente que redactó la actual Constitución promulgada en 1988. Ello, porque según el diario El País, la Carta Magna da mucho más poder al Congreso que constituciones previas.
Y, desde el principio, el Parlamento dejó claro que era consciente de su fuerza, y lo demostró de la forma más contundente: abriendo un proceso de destitución contra el primer Presidente elegido bajo la nueva Constitución, Fernando Collor de Mello.
Al respecto, Costa destaca que en el actual orden constitucional solo dos Presidentes se atrevieron a gobernar a pesar del Congreso, o incluso hostilizándolo claramente: Collor de Mello y Rousseff. “Ambos terminaron destituidos de sus cargos por impeachment”, recuerda. En todo caso aclara: “No estoy diciendo que Jair Bolsonaro tendrá el mismo destino”. “Hoy, su gobierno tiene una aprobación cercana al 40% y sigue siendo el favorito en las encuestas para la carrera presidencial de 2022. Es suficiente para hacerlo inmune al menos por ahora”, asegura.
En la misma línea, Rafael Cortez, cientista político de Tendências Consultoria, dice a La Tercera que “no hay un escenario de aislamiento presidencial”. “El bolsonarismo es capaz de movilizar apoyos relevantes en grupos sociales por una combinación de tres elementos centrales: movilización conservadora; proximidad con las FF.AA., y defensa de la agenda de reformas. Tal apoyo mantiene la fuerza relevante del Ejecutivo de cara a la continuidad del mandato”, agrega.
Con todo, Cortez estima que el resultado de la tensión entre Bolsonaro y la oposición “va en la dirección de mantener reducida la influencia del gobierno en la conducción del debate económico”. “Así, tal episodio debería acortar la ventana de oportunidad para las reformas”, concluye.