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Entre palomas, coñac, muertes y encierros: las impactantes historias que han marcado las elecciones papales

El Vaticano informó que el cónclave para seleccionar al sucesor del Papa Francisco comenzará el 7 de mayo. Los cardenales electores tendrán una tarea más fácil que muchos de sus predecesores, que soportaron condiciones espartanas y a veces estuvieron encerrados tanto tiempo que algunos murieron.

Los cardenales entrando en la Capilla Sixtina antes del inicio del cónclave en el Vaticano, el 12 de marzo de 2013. Foto: AFP -

El cónclave para seleccionar al sucesor del Papa Francisco comenzará el 7 de mayo, según la decisión a la que llegaron este lunes los cardenales de la Iglesia Católica. Los llamados “príncipes de la Iglesia” se encerrarán desde ese día en la majestuosa Capilla Sixtina para elegir al nuevo líder espiritual de 1.400 millones de fieles.

Los cardenales que elijan al sucesor del Papa Francisco tendrán una tarea más fácil que muchos de sus predecesores, que soportaron condiciones espartanas y a veces estuvieron encerrados tanto tiempo que algunos murieron.

El cónclave es una reunión que se remonta a la Edad Media, cuando la idea de elegir a un soberano era una idea revolucionaria. Y al mismo tiempo está cargada de mucho misticismo porque sus participantes juran guardar secreto de por vida.

Pero varios siglos antes la elección del líder de la Iglesia Católica da cuenta de hechos anecdóticos y dramáticos a la vez. Por ejemplo, en el año 236 la comunidad cristiana de Roma debatía sobre posibles candidatos a Papa, cuando una paloma blanca se posó sobre la cabeza de un espectador, Fabián. “En ese momento todo el mundo, como movido por una única inspiración divina, clamó con entusiasmo y de todo corazón que Fabián era digno”, según Eusebio, un historiador de la Iglesia de la época. Pero esta bendición acabó mal. El emperador romano Decio lo persiguió y ejecutó 14 años después.

Los cardenales haciendo fila en la Capilla Sixtina para jurar sobre la Biblia que jamás revelarán los secretos de sus deliberaciones antes del inicio del cónclave en el Vaticano, el 12 de marzo de 2013. Foto: AFP -

En los primeros tiempos de la Iglesia, el clero y la nobleza romana escogían a los papas, pero a menudo las votaciones estaban amañadas, apunta la agencia AFP. Una de las elecciones más infames tuvo lugar en 532, tras la muerte de Bonifacio II, con “sobornos a gran escala de funcionarios reales y senadores influyentes”, escribe P.G. Maxwell-Stuart, en “Chronicle of the Popes” (“Crónica de los papas”).

Al final, el escogido fue un sacerdote ordinario, Mercurio, quien fue el primer Papa en cambiar su nombre de nacimiento por el de Juan II. En 1059, Nicolás II dio a los cardenales el poder exclusivo de escoger al Pontífice.

La idea de encerrar a los cardenales para acelerar la elección se remonta al siglo XIII. La palabra cónclave proviene de la expresión en latín “cum clave”, que se significa “bajo llave”. En 1241, visto que la elección se alargaba, el jefe del gobierno de Roma encerró a los cardenales en un edificio en ruinas y se negó a limpiar los lavabos o permitir que los médicos atendiesen a los enfermos.

Según cuenta Frederic Baumgartner en su “A History of the Papal Elections” (“Historia de las elecciones papales”), los cardenales solo llegaron a una decisión cuando uno de ellos murió y los romanos amenazaron con exhumar su cadáver. Después de 70 días se pusieron de acuerdo y Goffredo Castiglioni se convirtió en Celestino IV.

El retrato del Papa Alejandro VI (1492-1503). Foto: Museos Vaticanos

El cónclave más largo de la historia tuvo lugar poco después, tras la muerte del Papa Clemente IV. Duró dos años, nueve meses y dos días, y comenzó en 1268 en Viterbo, en el centro de Italia. Exasperada por las divisiones entre los cardenales, la población de la ciudad los obligó en el otoño de 1269 a encarcelarlos en el Palacio Papal. Esto no fue suficiente. En junio de 1270 se quitó el tejado del palacio para acelerar el proceso. Su inspiración vino aparentemente de las palabras de un cardenal inglés que aseguró que, sin techo, el Espíritu Santo descendería más libremente.

Como consecuencia, cuando terminó el verano de ese año y comenzaron las lluvias otoñales y el frío invierno en la región, tres cardenales murieron “debido a las precarias condiciones, el racionamiento y la vejez”, señala la revisa National Geographic. Finalmente, en septiembre de 1271, Teobaldo Visconti se convirtió en el Papa Gregorio X.

Para evitar que un bloqueo así se repitiera, en julio de 1274 este Papa instituyó el método del cónclave para las próximas elecciones papales. Estableció que, a partir de ahora, los cardenales se reunirían 10 días después de la muerte del Pontífice y ordenó que la comida se racionara progresivamente. Asimismo, quedarían encerrados, aislados del mundo exterior. Si no había ninguna decisión en tres días, las comidas contarían con un solo plato principal, de los dos tradicionales en Italia. A los cinco días, solo tendrían pan, agua y vino, según el libro “Conclave” de John Allen. El cónclave más corto tuvo lugar en 1939, con la elección de Pío XII en solo 24 horas.

Fresco de Gregorio X en la Catedral de Arezzo.

La elección de un Papa puede traer sorpresas, como consigna AFP. Después de la muerte de Alejandro IV en 1261, el cónclave se prolongó durante tres meses debido a disputas entre los ocho cardenales electores. Al final eligieron a un viajero de paso, el patriarca de Jerusalén, Jacques Pantaléon, que ni siquiera era cardenal. Este hijo de zapatero, antiguo obispo de Verdún, estaba en Viterbo en el momento de la elección para pedir ayuda para los cristianos de Tierra Santa. Elegido, se convirtió en el Papa Urbano IV.

Técnicamente, cualquier hombre bautizado puede convertirse en Papa, pero el último no cardenal elegido como pontífice fue el arzobispo de Bari, Bartolomeo Prignano, que se convirtió en Urbano VI en 1378.

Asimismo, la historia da cuenta de papas que tuvieron hijos. Como recuerda el historiador Yves Chiron en su libro “Los diez cónclaves que marcaron la historia” (Perrin), la serie de televisión “Borgia” “acercó a un amplio público la historia del cardenal español Rodrigo Borgia, convertido en Papa bajo el nombre de Alejandro VI, y de tres de sus hijos ilegítimos: César, Juan y Lucrecia (Lucrezia)”. En 1492, a la muerte de Inocencio VIII, durante el primer cónclave celebrado en la Capilla Sixtina, obtuvo la tiara papal mediante intrigas y sobornos, sin escandalizar a sus contemporáneos, acostumbrados a estas prácticas. Fue padre de seis hijos reconocidos y se dice que tuvo siete u ocho con varias amantes diferentes.

El Palacio Papal de Viterbo, con el campanario de la catedral al fondo. Paris Orlando

El alcohol tampoco ha estado ausente de los cónclaves. Tras verse reducidos a pan y agua, los cardenales vieron mejorar sus condiciones durante el cónclave de 1878 que elegiría a León XIII. La libertad de poseer una botella de coñac fue entonces reconocida a los príncipes de la Iglesia deprimidos o estresados por el desarrollo del cónclave. Consciente del mal estado de las finanzas del Vaticano, el cardenal camarlengo, jefe de la Cámara Apostólica, autorizó la compra de esta botella, especificando que se requería una prescripción médica para cada vaso distribuido.

Según una anécdota, Franco Pisano, futuro Papa Juan XXIII, combatió el estrés la víspera de su elección en 1958 con un coñac que le trajo uno de sus pares, Maurilio Fossati, arzobispo de Turín. Aunque los cardenales juran solemnemente guardar el secreto sobre la conducta de un cónclave, se sabe por indiscreciones que se sirvió champán después de las elecciones de Juan XXIII y Juan Pablo I (1978). Ese mismo año, tras aparecer ante la multitud en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II sirvió él mismo champán a los cardenales y cantó canciones folclóricas polacas. En 2005, Benedicto XVI invitó a los purpurados a cenar con champán y también hubo canciones, indicó el entonces cardenal británico Cormac Murphy-O’Connor.

Los cónclaves se celebraron durante siglos en el Palacio Apostólico del Vaticano, y desde 1878 de forma ininterrumpida en la Capilla Sixtina, que ya acogió otros en el pasado. Los cardenales dormían en el pasado en catres dentro de cubículos erigidos temporalmente en el Palacio Apostólico, con un baño para cada 10 purpurados, según el libro de Allen.

La chimenea de la Capilla Sixtina emite humo negro si no ha sido elegido ningún Papa y humo blanco si ha sido elegido alguno, debido a la adición de productos químicos.

Las ventanas estaban selladas, pero en agosto de 1978 estalló un principio de revuelta entre los cardenales que pedían abrirlas en pleno verano caluroso en el Vaticano. Juan Pablo II, escogido en un segundo cónclave celebrado en octubre de ese año, ordenó a continuación construir la Residencia de Santa Marta en los jardines vaticanos, donde los cardenales se quedan ahora. Esta residencia, en la que escogió vivir Francisco, cuenta con un centenar de suites y una veintena de habitaciones simples. Pero durante el cónclave las ventanas también se sellan.

No todos los cardenales se muestran entusiastas con la perspectiva de convertirse en cabeza de la Iglesia católica. Las primeras palabras de Albino Luciani, cuando se convirtió en Juan Pablo I en 1978, fueron: “¡Que Dios les perdone por lo que han hecho!”. Murió 33 días después.

El recién elegido Papa Francisco aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro tras ser elegido por el cónclave cardenalicio en el Vaticano, el 13 de marzo de 2013. Foto: Archivo TONY GENTILE

Ante las expectativas sobre la extensión del cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, el último encuentro largo de cardenales con este fin fue en 1831, cuando se necesitaron más de 50 días para escoger a Gregorio XVI. Desde entonces han durado menos de una semana.

El más largo del siglo XX fue en 1922, cuando se escogió a Pío XI en cinco días (14 rondas de votación). Las últimas elecciones se cerraron en dos días: Benedicto XVI necesitó cuatro rondas de votación en 2005 y Francisco, cinco rondas en 2013.

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