La opinión de Ernesto Ottone Fernández no es una cualquiera. Académico por excelencia, pero también hombre de la política global y nacional, dedicó el último tiempo a la elaboración de un libro que relata de manera simple los hechos más importantes del siglo XX, pero también sus efectos en el siglo XXI. Todo esto mezclado con esporádicas intervenciones en primera persona de lo que fue su experiencia personal.

Se trata del exdirector de análisis estratégico de la Presidencia de Chile entre el 2000 y 2006, durante todo el gobierno del expresidente Ricardo Lagos. Y en su nuevo libro, Caminando por la cornisa: Del siglo XX al siglo XXI, el académico y también columnista de La Tercera pasa por una serie de tópicos que buscan explicar el estado actual no solo del mundo, sino que también de Chile y sus vecinos.

Su visión sobre Chile

El académico entrega su visión del país actual “Chile, que por veinte años fue el primero de la clase seguido por Uruguay en el primer decenio del siglo, y nadó muchas veces contra la corriente, creció a niveles más altos que la economía de la región y al promedio de la economía mundial, realizando al mismo tiempo avances notables en el descenso de la pobreza y con más gradualidad en la desigualdad”, apunta en un análisis de los últimos años.

Sin embargo, “ha perdido en los últimos catorce años su impulso propulsivo y se ha alineado con las tendencias erráticas de la región, con episodios de violencia, gobiernos en la medianía, tendencias a polarizaciones refundacionales o conservadoras, retomando un paso cansino y una cierta inestabilidad política que todavía no es grave, gracias a que gira sobre el patrimonio acumulado y una capacidad de resiliencia notable. Deberá hacer muchos esfuerzos para revertir sus retrocesos”.

Defensor de la labor de Ricardo Lagos, es crítico -de forma directa e indirecta- de los intentos refundacionales. En el primer cuarto del libro, hablando del proyecto de los vaivenes políticos previo al golpe de Estado, plantea: “quienes conocimos y estudiamos esas experiencias, nos arrepentimos de haber usado en nuestra primera juventud el concepto de socialdemócrata con desprecio político”, que se podría interpretar como una revisión de las críticas a las, valga la redundancia, críticas a los 20 años de la Concertación.

Pero no queda ahí. Tras la llegada del Covid, “de pronto todo pasó a segundo plano”, donde “estábamos en pleno estallido social, con actos de violencia y destrucción que poco tenían que ver con la realidad de las cosas, hubo que dejarle un espacio a la razón, darse cuenta de que el tan denostado Estado funcionaba, con imperfecciones, pero con no pocas capacidades, que quien gobernaba no era un enemigo y que todos nos necesitábamos”.

Haciendo una ponderación de lo ocurrido post 18 de octubre de 2019, apuntó a que “finalmente triunfó la razón, decreció la revuelta desmesurada y a destiempo, ni las mentes más febriles pudieron seguir su rutina de destrozos; en verdad, más allá del imaginario febril de algunos, nunca estuvimos en una sociedad infernal que justificara tanto revolute, y el matonaje callejero tuvo que volver a sus casas a cuidarse, mascullando su decepción”.

La revolución del internet

El doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de París III: Sorbonne Nouvelle plantea uno de los puntos pivotales de su libro: la importancia que el internet ha tenido y tendrá en el quehacer político mundial.

Junto con ello, llegaron las fake news, generando una “degradación” en la política, pero “también disminuyen las versiones clásicas del conservadurismo y el liberalismo por los cambios producidos en las élites económicas”. Independiente del color ideológico, “surgen identidades políticas de carácter nacionalista, de un populismo xenófobo, como también partidos étnicos, regionales separatistas, feministas, alternativos, identitarios, ambientalistas e incluso animalistas. Algunos de ellos con orientaciones autoritarias de derecha y otros de izquierda, pero todos ellos hijos de un común refundacionalismo”.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, asiste a la gala del America First Policy Institute en Mar-A-Lago, Florida, el 14 de noviembre de 2024. Foto: REUTERS.

Gracias a eso, “se producen cambios y variaciones en la representación social. Partidos que se sitúan en la izquierda obtienen sus votos en sectores urbanos altamente escolarizados, y en sectores medios con buenos ingresos y cultura cosmopolita. Mientras partidos nacionalistas, de extrema derecha y antiglobalización obtienen votos en sectores rurales, de baja escolarización y de obreros urbanos olvidados por la economía global, que en el pasado solían votar a la izquierda”.

Críticas a los extremos

Centroizquierdista por definición, cercano al expresidente Lagos y defensor de ese legado, Ottone no muestra reparos en criticar a los extremos políticos que proliferan en el panorama global.

Mirando hacia Europa, resume: “En Hungría gobierna un soberanista e iliberal que hoy preside en la rotación de las presidencias a la Unión Europea, Viktor Orbán; en Italia Giorgia Meloni, de origen neofascista, quien con un gobierno de extrema derecha, con una gran habilidad y discursos ambidiestros aspira a cambiar la Constitución italiana y generar un híbrido con rasgos autoritarios; en Francia, el Rassemblement National de Marine Le Pen ha estado a las puertas del gobierno con su último avance electoral, solo una inesperada reacción de espíritu republicano de la tradición electoral francesa logró en la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias de julio de 2024 dejarla como tercera mayoría”.

Ya en nuestro continente, plantea que Javier Milei, “quien ha triunfado en un país cansado de la decadencia eterna y corrupta del peronismo del siglo XXI, tampoco es un hincha de la democracia, pero promete un ordenamiento económico en base a un doctrinarismo de extrema desregulación, con un lenguaje duro y muchas veces procaz, con la ira a flor de piel cuando se lo contradice”.

Pero tampoco es amable con la extrema izquierda de Nicolás Maduro, en Venezuela. Al sucesor de Hugo Chávez lo califica como un “conductor de buses y dirigente sindical, de pocas letras y menos talento, de una estructura física grandulona y espesa, que en su rostro refleja una gran simpleza, pero en su voz, un gran fanatismo. Él ha continuado la tarea de hacer de un país desigual, pero con riquezas y futuro, uno menos desigual en el sentido de un cierto empobrecimiento generalizado, pero con más pobreza y menos futuro, del cual ha huido una parte no menor de su población, generando una diáspora incontenible que alteró mucho los equilibrios de la región”.

A modo general sobre la región, Ottone asegura que “tal como los extremistas de derecha viven bajo el temor de un comunismo, que ya no existe como proyecto ni como realidad en el mundo (salvo en algunos rincones crepusculares), los extremistas de izquierda siguen en guerra con los Estados Unidos, como si este conservara la influencia de otrora en América Latina cuando en verdad, ella está harto reducida, no solo en la economía y el comercio, sino que también en la política. Para bien o para mal, no veo a ningún político estadounidense desvelado por nuestra región”.

Su especial atención a Rusia

Parte importante del segundo tercio del libro es dedicado a Vladimir Putin y la historia y presente de Rusia. De hecho, lo destaca como uno de los cinco “grandes mamíferos” de la actualidad geopolítica, junto con EE.UU., la Unión Europea, China e India. En un pasaje del libro, Ottone plantea -siempre en este ir y venir entre pasado y presente- que tras la caída de Mijaíl Gorbachov, “el poder terminó disputándose entre los servicios secretos y los oligarcas, ellos derrotarán a los nostálgicos desarmando la vieja URSS con un borrachín carismático a la cabeza: Borís Yeltsin”.

Y añade: “Empezaba así el prólogo de la Nueva Rusia, autoritaria, antioccidental, proortodoxa, que aparecerá el primer día del siglo XXI con su nuevo Zar a la cabeza, el temible Vladimir Putin. Él se propondrá restablecer una Rusia guerrera, una potencia nacionalista con una economía capitalista más atorrante que salvaje”.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se reúne con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en el marco de la cumbre de los BRICS en Kazán, el 23 de octubre de 2024. Foto: REUTERS.

Casi cien páginas más adelante, vuelve sobre la figura del mandatario del país de Eurasia. “Físicamente era el hombre para el cargo, no es un amante de la multitud, detesta los baños de masa, gobierna desde palacio. Sus ojos ratoniles muy juntos no tienen expresión, no quiere ser simpático, aprecia más la antipatía, su sonrisa es apenas una mueca circunstancial, su ira es fría pero eficaz, decir la verdad le parece algo extravagante”, detalla.

El polvorín de Medio Oriente

Como es la tónica en Caminando por la cornisa, el académico parte por un recuento histórico del Medio Oriente, donde señala que en algunos países islámicos, particularmente en los países árabes, comienza “a acumularse resentimientos antiguos y nuevos, no solo en los países árabes, sino que en el amplio mundo musulmán, generando formas desesperadas de identidad y orgullo, canalizados por grupos políticos capaces de popularizar las versiones más intolerantes del islam, enemigos de la modernidad y personificando a un enemigo al que solo se podía combatir a través del terror, el que debía terminar con el Gran Satán, Estados Unidos, y el Pequeño Satán, Israel”.

Así es como “surge la versión contemporánea de la Yihad —la guerra santa—, élites políticas y religiosas encendidas de fanatismo se proponen abrazar el terror y la violencia”. Y si bien ya habían ocurrido actos terroristas a embajadas que dejaron estelas de cadáveres, “el acto definitivo se realizó el 11 de septiembre de 2001″.

Tras unas breves loas al actuar de Ricardo Lagos en la fecha y una crítica al actuar de George W. Bush en su guerra contra Irak, también se detiene en el conflicto palestino-israelí. “Es muy difícil construir un acuerdo cuando un fanatismo cruel en ambas partes pretende —como objetivo— la destrucción física del contendor”, señala.

Si bien queda ligeramente desfasado, debido a los últimos acontecimientos en el país que por casi 13 años se mantuvo en una guerra civil, Ernesto Ottone dedica unas palabras a Siria, que describe como “el escenario de una guerra encabezada por un tirano flemático cuyo rostro parece inocente, más ligado a su profesión de dentista formado en Gran Bretaña, que a la de un dictador impasible sin estado de ánimo frente al derramamiento de sangre”.

Un combatiente del cuerpo gobernante sirio pisa una bandera siria bajo el mandato de Bashar al-Assad, tendida en el suelo junto a una foto del derrocado mandatario, en Alepo, el 17 de diciembre de 2024. Foto: REUTERS.

Allí se asentaron “fanáticos del Isis que por ahora salieron trasquilados y andan a cuchillazos por Europa, también los rusos que en el diseño de Putin tratan de aumentar su influencia en la zona con armas, los kurdos de gran eficiencia bélica y con apoyo americano, los turcos sobre todo preocupados por los kurdos y los iraníes apoyando al tirano sin fijarse en gastos. A fin de cuentas, al final el enredo fue tan grande que el puzle se volvió indescifrable”, describe el académico.

La definición, certera dentro del enredo que hubo y hay, continúa: “Con el tiempo se empezó a desdibujar quiénes eran los buenos y quiénes los malos. En verdad, salvo algunos pocos que querían la democracia, era una pelea de malos de distintos pelajes”.