El grupo yihadista Estado Islámico (EI) retomó el viernes una parte de la ciudad siria de Bukamal, considerada clave y bajo control del régimen, con una serie de ataques suicidas que constituyeron la ofensiva más importante en meses de esa organización.
El EI había perdido en noviembre de 2017 Bukamal, el último centro urbano que controlaba en el país en guerra tras sufrir, por un lado, varias derrotas por el régimen y sus aliados, y por el otro, por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) apoyadas por Estados Unidos.
Con la exitosa ofensiva para apoderarse de una parte de esta ciudad, el EI confirma que aún existe una fuerza a temer en el terreno. Ahora hay que ver si podrá mantenerse en la ciudad o avanzar frente a las fuerzas leales al presidente sirio Bashar al Asad, ayudadas por la aviación de su aliado ruso.
Bukamal está situada en la provincia oriental de Deir Ezzor, cerca de la frontera con Irak donde el gobierno proclamó a finales de 2017 la victoria contra el Estados Islámico.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), "la ofensiva de envergadura" fue lanzada desde el desierto sirio por los yihadistas "que reconquistaron una parte de Bukamal", situado al oeste del río Éufrates.
"Al menos 25 combatientes del ejército sirio y de las milicias prorrégimen murieron en 10 ataques suicidas, cuatro de ellos con coche bomba, realizados por el EI", indicó a la AFP el director del OSDH, Rami Abdel Rahmane.
Los combates continúan entre los dos campamentos en el centro de la ciudad agregó. "Este ataque sorpresa es el primero desde noviembre" y el primero después que perdieron la ciudad los yihadistas.
Además de los 10 kamikazes, ocho yihadistas murieron en los combates, según la ONG.
Multiplicación de ataques
Antes de la recuperación parcial de Bukamal por los yihadistas, el régimen controlaba la ciudad de Deir Ezzor, capital de la provincia con el mismo nombre, cerca de la frontera con Irak y a unos 440 kilómetros al este de Damasco.
Las FDS, apoyadas por la coalición internacional dirigida por Estados Unidos, están estacionadas en la rivera oriental del río Éufrates y se han abocado a buscar a los yihadistas y sacarlos de sus últimas trincheras en la provincia.
Desde que fueron expulsados en mayo de su último bastión en Damasco, centro del poder, el EI multiplicó sus ataques contra posiciones de las fuerzas leales.
El jueves, al menos 22 combatientes prorrégimen, entre ellos 11 soldados del ejército sirio, murieron en ataques del EI en el desierto de la provincia meridional de Sueida.
En total, 209 combatientes leales al régimen han muerto en los ataques del EI desde el 22 de mayo, según el OSDH. En las filas de los yihadistas son 110 los muertos.
El EI controla actualmente menos del 3% del territorio sirio, en comparación con el 50% que dominaba a finales de 2016, en la época de máximo apogeo de su "califato en Siria.
Gracias a la intervención militar por aire y tierra del aliado ruso en el conflicto desde septiembre de 2015, Asad ha logrado sumar victorias frente a los rebeldes y a los yihadistas y ha recuperado más de 60% del territorio.
Justicia alemana, muertos en Idlib
En otros frentes, la justicia alemana lanzó una orden de arresto internacional por crímenes contra la humanidad contra Jamil Hasan, un responsable de la inteligencia militar siria, cercano al presidente Al Asad, indicó el semanario alemán Der Spiegel.
Las investigaciones de la justicia alemana se basan en la información de un fotógrafo militar sirio así que en varios testimonios. Contactada por la AFP, la fiscalía general no quiso confirmar la orden de arresto.
Por otro lado, al menos 51 civiles, entre ellos nueve niños, murieron en la provincia siria de Idlib en bombardeos nocturnos el jueves atribuidos a la aviación de Rusia, según el OSDH.
Los ataques tuvieron como blanco la localidad de Zardana, controlada por rebeldes y yihadistas.
Moscú desmintió categóricamente haber realizado estos ataques en esta región. "Estas informaciones no tienen nada que ver con la realidad", afirmó el ministerio de la Defensa ruso.
La guerra en Siria, que empezó en 2011 luego de la represión de manifestaciones, se volvió progresivamente más compleja con los años y con la participación de múltiples actores.
Desde su comienzo dejó unos 350.000 muertos y millones de desplazados.