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Estatua del general Albert Pike en Washington: el último esfuerzo de Trump por restaurar los símbolos confederados en EE.UU.

Habiendo sido derrumbada durante una manifestación contra el racismo en 2020, la pieza rinde honores a un militar que peleó en el bando esclavista durante la guerra civil norteamericana, además de ser considerado uno de los fundadores del Ku Klux Klan.

Estatua derribada del general Albert Pike, en 2020. Foto: Archivo

La revolución y la restauración también pasan por las estatuas. Esta semana, en medio de un plan para “embellecer” Washington D.C., el gobierno de Donald Trump anunció que la estatua del general confederado Albert Pike va a ser reinstalada, luego de que en 2020 fuera botada y quemada por manifestantes durante las protestas que siguieron al asesinato del afroamericano George Floyd.

“La restauración se alinea con las responsabilidades federales bajo la ley de preservación histórica, así como con las recientes órdenes ejecutivas para embellecer la capital de la nación y restablecer estatuas preexistentes”, señaló un comunicado de la agencia de parques de Washington.

Algunas autoridades locales alegan que este tipo de estatuas, que representan a generales del bando confederado, deberían estar en museos donde se explique el contexto de su creación, y no en parques donde sencillamente se rinda homenaje a militares defensores de la esclavitud.

Hasta 2020, Albert Pike había sido el único líder confederado en tener una estatua en su honor en la capital norteamericana, e incluso cuando fue instaurada a principios del siglo XX, se le había representado con ropa civil y no militar, para no alabar su rol en la guerra civil (1861-1865). En medio de las discusiones sobre racismo que se tuvieron en Estados Unidos luego del asesinato de George Floyd en 2020, se planteó la retirada de los monumentos a militares confederados a lo largo del país.

Estatua de Albert Pike siendo derribada en 2020. Foto: Archivo

En junio de 2020, manifestantes usaron cuerdas para botar la estatua de Albert Pike, que se encontraba justo en frente del Departamento de Policía Metropolitano. Además de derrumbarla, los manifestantes rociaron la obra con líquido de encendedor, para luego quemarla frente a las cámaras de televisión.

Ya en ese entonces, la alcaldesa Muriel Bowser había criticado el actuar de los manifestantes, alegando la “destrucción de propiedad pública”. Siendo presidente en ese entonces, el mismo Donald Trump había pedido que se reinstalara pronto la estatua.

Esa no había sido la primera vez que Trump se alineó con el lado que defendía a los confederados. En 2017, en Charlottesville, el entonces presidente defendió a los nacionalistas blancos que protestaron en contra de la decisión de la ciudad de retirar la estatua del comandante confederado Robert E. Lee. En ese entonces, Trump decía que había habido “gente muy buena en ambos lados”.

Vale la pena recordar que la guerra civil estadounidense o guerra de Secesión enfrentó a los estados de la Unión contra la Confederación, con la eventual victoria del primer bando. El conflicto principal en esta guerra tenía que ver con la legalidad de la esclavitud en los estados del Sur, confederados, y la oposición del entonces presidente Abraham Lincoln a la expansión de esta práctica.

Estatua de Albert Pike derribada en 2020.Foto: Archivo

Uno de los manifestantes que participó en aquel derrumbe, el antifascista Jason Charter, fue detenido ese entonces, aunque los cargos contra él fueron retirados. Hablando con NBC, Charter se mostró “en un principio, choqueado” por la decisión de restaurar la estatua. “Pero luego de ver todo lo que ha venido haciendo el gobierno de Trump desde que entró en la Casa Blanca, solo me recordó que a ellos no les importa nada”, indicó.

“Ellos quieren traer de vuelta aquellos valores que casi destruyen a nuestra nación durante la guerra civil, casi destruyeron nuestra nación durante el movimiento por los Derechos Civiles, y en los últimos 10 años, especialmente desde la muerte de George Floyd, continúan destruyendo nuestra nación”, desarrolló el manifestante, recordando la oposición que distintos movimientos antiracistas han vivido durante la historia de Estados Unidos.

En la misma dirección, la delegada Eleanor Holmes Norton, de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, se refirió a la decisión de restaurar la estatua: “La decisión de honrar a Albert Pike restaurando su estatua es tan rara e indefendible como moralmente objetable. Una estatua que honre a un racista y traidor no tiene lugar en las calles de Washington”. Sobre las estatuas de figuras confederadas, Norton aseguró que deberían estar en museos en tanto artefactos históricos, y no en parques o lugares que impliquen un homenaje a la figura representada.

Estatua del general Albert Pike. Foto: Archivo

Nacido en 1809, Albert Pike es considerado como una figura instrumental clave en la formación del Ku Klux Klan. Aunque los masones, grupo al que pertenecía Pike, niegan esto, se sabe que él se oponía a que hubiera logias que aceptaran afroamericanos entre sus miembros.

Durante la guerra civil, Pike lideró un regimiento del bando confederado y ha sido acusado de escalpelar, es decir, desollar cuero cabelludo a tropas de la Unión durante una batalla en 1862. Terminó siendo indultado por el presidente Andrew Johnson, y se volvió un prominente miembro de los francmasonería de Washington.

La estatua fue hecha en 1901, y ha sido sujeto de controversia durante décadas. Construida bajo solicitud de los masones, el Congreso había permitido la instalación pública de la imagen, siempre que se le mostrara con sus ropas civiles, y no como militar.

Las autoridades de la capital norteamericana intentaron retirar la estatua durante años. El Consejo de Washington D.C. declaró que solicitó su retiro por primera vez en 1992. La delegada Eleanor Holmes Norton presentó varios proyectos de ley en el Congreso para lograrlo. Una propuesta de resolución que pedía la retirada de la estatua se refería a Pike como “fundador principal del Ku Klux Klan posterior a la guerra de Secesión”.

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