Salió sorpresivamente del gobierno del Presidente Nicolás Maduro en septiembre de 2013, pese a ser uno de los más cercanos colaboradores del actual mandatario venezolano. Y es que Temir Porras fue su jefe de gabinete entre 2007 y 2013, cuando Maduro era aún canciller. Los últimos puestos de responsabilidad que el sobrino del cardenal Baltazar Porras ocupó en el gobierno fueron las presidencias del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes) y del Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden). Pero las "divergencias" sobre la estrategia económica le costaron la salida a cinco meses de la llegada de Maduro al Palacio de Miraflores. "Me sacaron", asegura. Porras, quien hace algunos años se definió como "simplemente un chavista fuera del gobierno" y hoy es profesor visitante en Sciences Po, en París, entrega en esta entrevista telefónica con La Tercera su visión de la crisis en Venezuela.
En una columna publicada en el diario El País, usted dijo que quienes promovieron la proclamación de Juan Guaidó lo hicieron "sobre la hipótesis débil de que el inminente colapso institucional derrocaría al régimen". ¿La oposición pecó de ingenuidad?
Yo digo que la hipótesis es débil en el sentido de que reposa simplemente sobre el deseo de que eso suceda. Juan Guaidó y el líder de su partido Voluntad Popular, Leopoldo López, forman parte de un sector de la oposición que siempre tuvo una postura muy dura frente al chavismo, en el sentido que no lo consideraban como un adversario legítimo. El problema con eso es que, cuando se plantea una transición o un cambio de gobierno en Venezuela, el proceso lo lidere ese sector, ya que genera en sectores del chavismo una resistencia muy dura, porque perciben a estos sectores como unos enemigos con los cuales vienen combatiendo hace dos décadas. Es un sector que no tiene buena relación con el sector militar.
¿A eso se refiere cuando dice que quienes llevan hoy la conducción de ambos polos son los principales interesados en mantener una "situación de conflicto latente"?
Si se configurara un escenario distinto, con sectores moderados en la oposición, que los hay, y sectores moderados que estén dentro del chavismo aún o que sean del chavismo disidente, evidentemente ni Maduro ni Guaidó tendrían un papel protagónico. Dentro del chavismo, por razones distintas, sus dos conductores políticos durante estos últimos años, que son Maduro y Diosdado Cabello, se corresponden a un sector duro, porque ellos se están jugando su permanencia en el poder y son también los dos herederos más importantes de Hugo Chávez y tienen sobre sus hombros el fracaso de haber manejado de forma inapropiada el inmenso capital político que heredaron de él. Han llevado al país a la crisis en que está sumido ahora.
Usted reconoce en su columna que existen esfuerzos "dentro y fuera de Venezuela" para crear espacios de diálogo. ¿Reconoce entonces que hay un prediálogo?
Hay intentos de diferente naturaleza, aunque tanto Maduro como Guaidó están en un proceso de lucha política en el cual ambos piensan que pueden ganar la batalla. Entonces ahí es muy difícil generar un espacio de diálogo efectivo. A pesar de estas dos posturas hay gente dentro del chavismo y de la oposición que está archiconvencida de que en algún momento esto tiene que terminar en una negociación, hay que salir de la crisis con algún acuerdo político.
¿Le da crédito a lo dicho por EE.UU. sobre que hubo un quiebre en la cúpula de Maduro al punto que estuvieron negociando su salida?
Creo que hay una mezcla de elementos de realidad con un poco de elementos de intimidación. Por un lado, efectivamente el gobierno de EE.UU. ha hecho esfuerzos en todos los sentidos para generar un quiebre dentro de la cúpula del Estado. No me extraña que tengan algún tipo de comunicación con personeros del primer nivel en el gobierno de Maduro. Pero, por otro lado, también necesitaban, después del fiasco de la Operación Libertad del 30 de abril, un pretexto para no salir tan mal parados. Lo que me parece errado en ese enfoque es que solo está orientado a generar una crisis dentro del sistema de poder en Venezuela. El problema con eso es que deja todas las interrogantes abiertas.
¿Cuál es su pálpito sobre el desenlace de esta crisis?
Yo creo que la situación económica y social es tan grave que hay condiciones objetivas para que esta crisis tenga una resolución relativamente rápida. Pero lamentablemente lo que ha frenado que tenga una evolución más rápida es precisamente esta suerte de extremismo con que se quiere forzar una solución sin entender la complejidad de la política venezolana.