El lunes pasado, los tunecinos votaron en un referéndum para aprobar o rechazar una nueva Constitución, redactada por un equipo de cercanos al actual Presidente Kais Saied, y que los expertos coinciden en llamar “ultrapresidencialista”. Los resultados fueron claros, con el 94% de los votantes aprobando el documento, pero con un dato que tensa su instalación: la votación solo contó con el 27,5% de la participación ciudadana. Esto último, debido al boicot de la oposición, que acusa una deriva autoritaria en el gobierno de Saied. Precisamente un año antes del plebiscito, el 25 de julio de 2021, el mandatario había decidido disolver el Parlamento, y comenzó a gobernar a punta de decretos.
El periodista tunecino Fadil Aliriza, fundador y editor en jefe del sitio informativo Meshkal, conversó con La Tercera respecto del destino de esta Constitución, que vendría a reemplazar aquella que se aprobó en 2014, luego de la Primavera Árabe.
Al menos desde Occidente, el proceso de la Revolución de los Jazmines entre diciembre de 2010 y enero de 2011 tiene un sello o clausura con la Constitución de 2014. Luego de esto, ¿qué ha pasado en Túnez, y cómo se terminó en la situación actual?
Desde el 2014, han estado estos partidos que se enfrentan durante el período electoral: el islamista Ennahda, el Nidaa Tounes que al final se terminó, y el partido del empresario Nabil Karoui. Después de cada elección, la primera en 2014 y la segunda en 2019, estos partidos terminaron gobernando en coalición. Imagínalo así: pretenden ser enemigos durante la campaña, para luego gobernar juntos, lo que fue un shock para todos los que los votaron.
Entonces, estos partidos gobernaron con un consenso relativo, dividiéndose el poder, pero sin ningún proyecto político claro. En el intertanto, la gobernanza económica se le dejó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, se llevaron a cabo medidas de austeridad como cortes a los subsidios, congelamiento de contrataciones en el sector público, congelamiento de salarios públicos y menor gasto en bienestar social. Y esto creó una gran rabia en contra de toda la clase política.
¿Cuáles son, en la opinión de Saied y el oficialismo, los problemas de la Constitución del 2014?
El actual presidente fue muy crítico de la Constitución, incluso antes de que se aprobase en 2014. También es muy crítico con las leyes electorales. No está de acuerdo en el modo en que funciona esa ley y la relación con los partidos políticos, donde si quieres volverte miembro del Parlamento tienes que haber sido seleccionado por tu partido. Tampoco le gusta la estructura del Parlamento como está ahora, y prefiere que los representantes locales sean convocados vía referéndum. Lo más importante está en contra de que el Poder Ejecutivo esté dividido entre el presidente electo y el primer ministro nombrado por el Parlamento, así que algunos de los cambios de la nueva Constitución van en esa dirección.
Los últimos tres años han visto una creciente concentración del poder en la figura de Kais Saied, y por lo visto, la nueva Constitución profundiza ese proceso. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Kais Saied ha concentrado los poderes porque piensa que el sistema de partidos políticos, y el sistema parlamentario, se han desviado de lo que buscaba la revolución de 2011. Él ha hablado más de democracia directa, pero a la vez también cree en un presidente fuerte, lo que es un poco paradójico. De todos modos, incluso el partido anti-revolución y pro Ben Ali, liderado por Abir Moussi y que está mejor posicionado en las últimas encuestas, apunta al retorno de un Estado más autoritario y policial. Se podría decir que la nostalgia por el pasado y un Estado fuerte están conduciendo a la concentración del poder. Pero hasta el momento no se sabe si esta concentración volverá o no al Estado más fuerte o débil.
Sobre esta nueva Constitución, ¿cómo fue el mecanismo para su redacción?
Kais Saied lanzó una consulta nacional online, que se suponía tenía que ver con reformas, pero muy pocos participaron en estas, y de hecho los que participaron, en su mayoría, no hablaban de una nueva Constitución. Una vez que la consulta terminó, el presidente invitó a unos pocos grupos clave para ser parte de un “diálogo nacional”, pero muchos de estos grupos, como la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), se negaron a participar, porque era claro que el presidente quería escribir la Constitución él solo y aparecer respaldado, sin una inclusión real. Unos pocos académicos del gusto de Saied ayudaron a hacer el borrador, pero después él solo aplicó cambios drásticos. Estos mismos académicos del Derecho salieron ahora hablando en contra de la nueva Constitución, diciendo que es dictatorial más que hiperpresidencialista.
¿Cuál es el rol de la religión en la nueva Constitución, y cómo se compara con su rol en la de 2014?
En la Constitución anterior, el primer artículo decía que la religión de Túnez es el islam. En la nueva, esto no aparece en el artículo 1, pero en cambio está el artículo 5, que dice que Túnez forma parte de la Umma (nación) islámica, y que el Estado debe ir en pro de los objetivos del islam. Ahora hay un gran debate sobre si esto es más o menos religioso y cuál es el rol del Estado.
La abstención en el referéndum fue muy grande. ¿Cómo afectará esto el futuro de la Constitución de 2022 y su instalación?
El porcentaje de abstención ya está siendo apuntado por la oposición para decir que la Constitución no es legítima. Tenemos que ver cómo se desarrolla esto, porque gran parte de la élite política está en contra del presidente, que no tiene partido, así que confía ampliamente en seguidores organizados informalmente, y en las fuerzas de seguridad, policía, Ministerio de Interior y Ejército. Saied tiene bastante apoyo en la burocracia también, pero es una extraña base de respaldo, y va a necesitar más seguidores y mayor organización e instituciones para mantener sus proyectos andando, a pesar de la oposición.