El 17 de diciembre de 2010, el joven tunecino Mohamed Bouazizi, de 27 años, se inmoló después de que la policía le confiscó el carro con el que vendía frutas y verduras. La desesperación del joven en medio de una recesión económica y un debilitamiento de libertades desencadenó un levantamiento social que tras masivas protestas, que dejaron más de 300 fallecidos, finalizó en enero de 2011 con el derrocamiento del mandatario de Túnez, Zine el Abidine Ben Ali, tras 23 años en el poder.
La salida del líder autócrata inspiró a los ciudadanos de naciones vecinas a replicar las manifestaciones. Así, Túnez se convirtió en el primero de al menos media docena de países que vieron caer a sus presidentes y/o estallaron conflictos para exigir mayor democracia en lo que se conoce como Primavera Árabe.
A ocho años del conflicto político y social, el expresidente tunecino falleció el jueves en exilio en Arabia Saudita, a los 83 años, tras "luchar" por meses contra un cáncer de próstata, según confirmó el abogado de la familia, Mounir Ben Salha.
Ben Ali modificó la Constitución en 2002 para perpetuarse en el poder y según la revista Forbes su patrimonio en 2008 ascendía a US$ 5 mil millones.
En el exilio, Ben Ali fue sentenciado por la justicia militar de Túnez a "varias cadenas perpetuas" por homicidio involuntario. La muerte del expresidente ocurre días después de que el país más pequeño del norte de África realizara la segunda elección presidencial libre tras su salida del poder.