En junio de 2012, cuando los mandatarios de Chile, Colombia, México y Perú se reunieron en el cerro Paranal, al interior del Desierto de Atacama, proponían crear un organismo de asociación entre países americanos colindantes al océano Pacífico muy distinto a los que hasta el momento se observaban en la región. Con ejemplos como Mercosur o la Comunidad Andina a la vista, la Alianza del Pacífico se presentaba como una instancia donde la apertura económica jugaría un rol central.
Eran días en que en Chile gobernaba Sebastián Piñera en su primer paso por La Moneda; en Colombia, Juan Manuel Santos dirigía al país con una coalición amplia, ideológicamente hablando; de la mano del Partido Acción Nacional, una colectividad cristiana y de doctrina política conservadora, Felipe Calderón mandataba México, y en Perú, Ollanta Humala recién llegaba a la presidencia tras la administración de Alan García, quien, de hecho, planteó la idea original.
Hoy, el escenario es completamente distinto. Gabriel Boric, Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Pedro Castillo lideran los respectivos países desde una clara posición izquierdista, a diferencia de sus antecesores. La conmoción interna de Perú frustró el desarrollo de la cumbre que se realizaría esta semana en Ciudad de México, luego de que el Congreso de dicha nación negara la posibilidad de viajar a Castillo, agregando suspenso a una reunión que podría cambiar el norte de los objetivos originales del bloque.
Pero Castillo dijo este martes que acogerá la cumbre de la Alianza del Pacífico, como sugirió López Obrador tras suspender la cita por la negativa del Congreso peruano de autorizar la asistencia del mandatario al encuentro regional. “Quisiera que los países hermanos, los países que forman parte de la Alianza del Pacífico estén acá, bienvenidos a todos”, agregó sin precisar fechas. Sin embargo, fuentes de la Cancillería peruana señalaron a Reuters que “esta confirmado, será en Lima”. “La fecha esta por definir, pero sería probablemente el 7 y 8 de diciembre”, agregaron. Perú debe recibir la presidencia pro tempore del colectivo, que ejercerá por un año a partir del 1 de enero de 2023.
El nacimiento del bloque
Estaba por terminar la segunda administración de Alan García, el fallecido expresidente peruano que se suicidó en 2019, cuando la policía se aprestaba a detenerlo por su presunta implicancia en el caso Odebrecht, cuando en Lima se dio a conocer la propuesta de una alianza que incluiría a cuatro países que limitaban con el océano Pacífico, en una proyección económica hacia el mundo.
“Nuestros cuatro países, y en el futuro próximo Panamá, representamos 200 millones de habitantes”, dijo García en ese momento. Según el mandatario, las naciones fundadoras “expresan el 55% de las exportaciones latinoamericanas”, por lo que “no es una integración romántica, una integración poética, es una integración realista ante el mundo y hacia el mundo”, declaró.
Era abril de 2011, y la idea cayó bien en los países fundadores. Un año después, específicamente el 6 de junio de 2012, los mandatarios de Chile, Colombia, México y Perú se reunían en el cerro Paranal para concretar el nacimiento de la Alianza del Pacífico. Se trataba, argumentaban en 2012, de la novena potencia mundial si se combinaban los números de las cuatro naciones.
Con el objetivo de “alentar la integración regional, así como un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad”, según la Declaración de Lima presentada por el gobierno peruano, el organismo se comprometía a “avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas”. Este valor economicista por sobre el político fue, para los entusiastas del proyecto, su mejor cualidad, mientras que para los detractores, la peor de las características.
El Foro de Sao Paulo, en un comunicado que resumía una de sus reuniones durante 2013, definía al bloque como un intento de “sabotear la integración regional”. “Denunciamos los intentos, inspirados por potencias extrarregionales, de fracturar y sabotear la integración regional, como es el caso de la llamada Alianza del Pacífico y la búsqueda incesante de generar crisis y estimular divisiones en el Mercosur”, afirmaban. “No por casualidad está formado por países que tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos”, agregaban.
Luiz Inácio Lula da Silva, quien en ese entonces ya había dejado el Palacio de Planalto, aseguraba que la Alianza del Pacífico se trataba de un intento por debilitar otros mecanismos de integración, como lo eran el Mercosur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ninguno con participación estadounidense.
Entre uno de los primeros logros que obtuvieron sus países miembros estuvo la eliminación de las visas de turismo requeridas entre los cuatro países, medida que rige desde noviembre de 2012, apenas unos meses después de la inauguración de la alianza.
Los objetivos actuales del ente se resumen en tres ideas base. En primer lugar, buscan “construir, de manera participativa y consensuada, un área de integración profunda para avanzar progresivamente hacia la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas”, aún manteniendo la preponderancia económica por sobre la política regional.
La segunda idea matriz corresponde a “impulsar un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de las partes, con miras a lograr un mayor bienestar, la superación de la desigualdad socioeconómica y la inclusión social de sus habitantes”, bajo la misma lógica.
Por último, y una de las razones de ser de su delimitación geográfica con el mar, destacan el querer “convertirse en una plataforma de articulación política, de integración económica y comercial, y de proyección al mundo, con especial énfasis al Asia Pacífico”.
Los cuatro socios tienen en conjunto 225 millones de habitantes y representan el 38% del PIB de América Latina.
Funcionamiento interno
La Alianza del Pacífico cuenta con numerosas instancias decisorias, donde se busca que prime el consenso. Para ello, se desarrolló un sistema de priorización en las reuniones y un organigrama institucional donde los mandatarios de los países fundadores ofician como cabezas de cada nación.
Independiente de esto, se cuenta con una Presidencia pro tempore, la que rota de forma anual y que actualmente está en manos de AMLO, mandatario mexicano. Las cumbres son el momento en que los presidentes de los Estados miembros se reúnen, oficiando como máxima instancia decisoria. Aquí “se evalúan los avances del mecanismo y se imparten instrucciones sobre sus futuras labores”, detalla la página web de la Cancillería colombiana.
El Consejo de Ministros le sucede, donde ministros de Relaciones Exteriores y ministros de Comercio Exterior de cada país verifican, entre otras cosas, los “lineamientos políticos de la Alianza del Pacífico en su relación con terceros Estados o esquemas de integración”.
Durante la última cumbre realizada, la que se llevó a cabo en enero de 2022 en Bahía Málaga-Buenaventura, Colombia, se firmó un tratado de libre comercio entre Singapur y la Alianza del Pacífico, lo que convertirá al país asiático en el primer Estado Asociado de la Alianza, una vez que el TLC entre en vigor. Por otro lado, en febrero de 2014 Costa Rica presentó sus papeles para iniciar el proceso de inclusión como miembro pleno del bloque, lo que llevó a que en julio de este año el presidente Rodrigo Chaves anunciara la negociación formal con la Alianza del Pacífico para integrarse al organismo.
¿Metas cumplidas?
Una lista de 61 naciones componen los Estados Observadores, repartidos por todo el globo, lo que para la Alianza es signo del éxito de su trabajo. Así lo hicieron saber los mandatarios de los cuatro Estados miembros en una carta publicada en 2018, la que iba firmada por Sebastián Piñera en representación de Chile; Juan Manuel Santos, de Colombia; Enrique Peña Nieto, de México, y Martín Vizcarra, por Perú.
“La Alianza del Pacífico se ha consolidado como un mecanismo regional innovador, flexible y visionario, con metas concretas, claras y coherentes con el modelo de desarrollo y la política exterior de los cuatro países miembros. Este esfuerzo conjunto es considerado como uno de los procesos de integración más exitosos de la región y ha generado un amplio interés internacional”, aseguraron en ese momento, cuando contaban con 55 naciones observadoras.
Dentro de los logros resaltados por el propio bloque, destacan el tener ocho sedes de embajadas compartidas, la integración de las bolsas de valores en el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), lo que “se constituye en el brazo financiero de la Alianza”, y las recientes negociaciones con Australia, Canadá y Nueva Zelandia, quienes se perfilan como posibles Estados asociados en un futuro próximo, así como el inicio de conversaciones con Corea del Sur.
Pero las críticas no han faltado. “Dado lo poco ambicioso de la Alianza del Pacífico, creo que su mayor éxito es en términos de branding, esto, en su capacidad para desarrollar una visión alternativa del desarrollo y la integración a la que existe en Brasil o Argentina”, dijo en 2016 a BBC el director del Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Oxford, Diego Sánchez-Ancochea. “Los límites de esta visión están claros: será difícil desarrollar los mercados internos o avanzar seriamente en la integración económica de los países”, argumentó en aquel momento el experto.
Por el contrario, Jorge Retana Yarto, docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y consultor de negocios, escribió en una columna para SDP Noticias que la Alianza “será el gran espacio del desarrollo y la prosperidad del siglo XXI. Latinoamérica y México especialmente están ante una inmensa oportunidad histórica para cambiar complementariamente, no en forma sustitutiva, lo que fue su gran paradigma de desarrollo durante todo el siglo XX”.
Con la reciente cancelación de la cumbre prevista en México y el evidente giro ideológico de los mandatarios presentes en una próxima edición, las dudas quedan instaladas sobre si la preponderante relevancia económica seguirá primando por sobre otros factores, o si, fieles a su pensamiento político, los actuales presidentes de los países fundadores le darán un nuevo giro a la Alianza del Pacífico.