Fueron cuatro días de intensa agenda para Fernando Henrique Cardoso esta semana en Santiago. Pero a sus 87 años, el expresidente brasileño (1995-2003) no se queja. Al contrario. "Cada vez que vengo a Chile tengo la impresión que mejora", relata a La Tercera, al recordar que la primera vez que vino al país fue en 1964, cuando llegó como exiliado político tras el golpe militar en Brasil. Pero de los elogios a la actual situación en Chile pasa rápidamente a la cautela cuando se refiere a las elecciones presidenciales del próximo domingo en Brasil. "En este momento veo vacíos, por eso tengo preocupación, porque puede pasar cualquier cosa", reconoce. Y no duda en lanzar dardos contra el fantasma de estos comicios, el candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro. "No sé lo que piensa", advierte.
El Presidente Michel Temer aseguró ante la Asamblea General de la ONU que "devolvió el país al camino del desarrollo" y que "el Brasil que entregará es mejor del que recibió". ¿Comparte ese balance?
Es verdad, porque él recibió un Brasil muy malo, porque la administración anterior de Dilma Rousseff cometió muchos errores en la conducción económica y llevó al país a la depresión, la más grande que tuvimos. Ya son varios años de crecimiento negativo del producto, con tasas de desempleo a las que no estamos acostumbrados y, además, un desorden financiero enorme. El ministerio de Finanzas del gobierno de Temer y los demás del área económica han tenido la capacidad de bajar la tasa de interés, la inflación está bajo control. Ahora, el pueblo no lo sintió así. Creo que si hay una dificultad, y hay muchas para el gobierno actual, es que no explicó al país ni lo que recibió ni por qué estaba haciendo lo que estaba haciendo. Intentó hacer reformas, logró hacer algunas y otras no.
¿Entre los temas en que Temer va a quedar al debe se encuentra el de los niveles de inseguridad?
Eso es anterior, viene de antes. Cuando yo estaba en el gobierno grababa mis impresiones y el tema de la inseguridad ya estaba puesto. Y es un tema que es complicado, porque la responsabilidad constitucional es de los Estados y los Estados nunca lograron que hubiera una cohesión más grande y aunque se hicieron esfuerzos, no se lograron resultados significativos. Y, por otra parte, el crimen organizado creció mucho en el país, pero no ahora.
En una columna en Folha de Sao Paulo, el cientista político de Harvard, Steven Levitsky, afirma que "en los últimos cinco años en Brasil, a medida que la política se polarizaba, la tolerancia mutua desaparecía". ¿Qué razones llevaron a este fenómeno?
Creo que, de una parte, es responsabilidad política de todos nosotros que tenemos alguna influencia en el país. Debiéramos haber impedido que se llegase a ese nivel de enconamiento y de odio. Pero eso viene en el contexto que le mencioné. La situación de inseguridad económica, de inseguridad social por la crisis de homicidios y, además, la crisis moral de la corrupción que se apareció a ojos de la gente. En conjunto, llevó a que la gente busque a quiénes son los culpables. Pero no diría que todos piensan así. Esa polarización, a mi modo de ver, es negativa para el futuro del país.
Algunos analistas consideran que esta elección es la más polarizada desde 1989 y destacan que replica una distribución similar de las intenciones de voto de esos comicios. ¿Cree que Jair Bolsonaro podría representar, con casi un tercio de las preferencias, a la figura de Fernando Collor de Mello, quien ganó esas elecciones?
Por una parte, está Bolsonaro. Por otro lado, está (Fernando) Haddad, que es el PT. Cada cual no llega a una tercera parte (del electorado). Los demás están dispersos, lo cual significa que gane quien gane no ganas, en el sentido de la democracia. No consigues conformar una mayoría. Y no es igual que Collor. Él era diputado, su padre fue gobernador, pertenecía al establishment. Este señor Bolsonaro también es diputado, hace mucho tiempo, pero se presenta como un rebelde. No son las FF.AA. las que están subiendo con él, es él. Y no es ni él, él representa ese sentimiento de inseguridad nacional y la búsqueda de una estabilidad, a mi modo de ver, equivocada. Vamos a ver qué pasa en segunda vuelta. Yo sigo creyendo que es necesario pelear para que llegue alguien más sensato, por eso estoy con (Geraldo) Alckmin (del PSDB). No es exactamente la recreación de aquel instante (1989). En ese instante la situación no era tan dramática desde el punto de vista social y político, y la recesión económica era difícil. Pero ahora la situación es muy difícil, como consecuencia de la paralización que hubo en el país. Pero, por otra parte, el país hoy tiene más potencialidad que la que tenía entonces. Por ello la responsabilidad de los que tienen que llevar adelante al país es más grande, ya que la sociedad está desconectada y descreída de la vida política. Entonces hay que restablecer la confianza. Creo que el punto político fundamental es saber quién será capaz de restablecer la confianza.
¿A usted el fenómeno Bolsonaro lo tomó por sorpresa o pensó que podría alcanzar el nivel de intención de voto que tiene hoy?
Como persona no me imaginé tal cosa. Yo no sé lo que piensa. Voy a repetir lo que dije varias veces: es una hoja seca en el aire que el viento trajo. Pero no se sabe en qué cree. Él cambia también un poco para ajustarse a la situación. A menudo menciona a un economista que jamás tuvo tampoco un rol concreto. De los otros (candidatos) sí se sabe, porque tienen algún arraigo con sus partidos o sus trayectorias. La gente hace un poco una apuesta a ciegas. Yo veo con preocupación que el futuro que proponen muchos de los que ahora están polarizando al país es el pasado. Tengo preocupación porque en EE.UU. una persona como Trump, que propuso como futuro la paralización de la globalización, la vuelta atrás, ganó. En este momento veo vacíos, por eso tengo preocupación, porque puede pasar cualquier cosa.
Precisamente, la revista británica The Economist definió a Bolsonaro como una "amenaza para Brasil y América Latina". ¿Le preocupa su estrecho vínculo con las Fuerzas Armadas?
No es que haya una estrategia de los militares para volver al poder. Son militares de la reserva que se han vuelto candidatos para una competencia política y, eventualmente, el pueblo los apoya. Es complicado. Es una complicación para las Fuerzas Armadas también, porque indirectamente se ven involucrados en la política activa.
Al momento de explicar el nivel de apoyo de Bolsonaro, algunos analistas sostienen que más que un voto hacia él, se trata de un voto antipetista. Hasta antes de que su candidatura fuera inhabilitada, Lula marcaba casi 40% de intención de voto. Sin embargo, su sucesor, Fernando Haddad, hoy tiene poco más de 20%. ¿Por qué surge de pronto este antipetismo?
No es de pronto. Hay un antipetismo grande hace mucho tiempo en ciertas zonas del país. Lo que aceleró ese antipetismo fue el desastre que se produjo como consecuencia de las políticas que se pusieron en marcha durante el gobierno de Rousseff, pero que ya estaban insinuadas en el período de Lula. Se creó la sensación que Brasil podría convertirse en una Venezuela. Pero Brasil no va a ser Venezuela porque es distinto. Ni tampoco va a volver el militarismo como fue en 1964. Porque la sociedad está de por medio. La sociedad brasileña es diversificada, es fuerte, es activa, tiene voz, los medios son absolutamente libres. Entonces es difícil imaginarse todo eso, que porque alguien fue elegido eso va a cambiar. Entonces yo no tengo la misma visión catastrófica. Me acuerdo que una vez Lula dijo que la diferencia entre el PT y el PSDB no era ideológica, era política. Pero se olvidó de eso. Cuando ganó el gobierno dijo que tenía una "herencia maldita". Fue, a mi modo de ver, una actitud negativa, que produjo lo que pasó ahora. El veneno que hoy está diseminado fue inventado por el PT de alguna manera. No porque quisieran, sino por la pelea. Inventaron el "nosotros y ellos", esa cuestión del nosotros somos buenos y ellos malos, lleva a la no democracia, que es el riesgo que hay que evitar.
¿Cree que la imposibilidad de Lula de ser candidato en estas elecciones marca su fin político?
Es difícil de predecir. La ley que le impide ser candidato la sancionó él. Por la ley no puede ser candidato por ocho años, salvo que haya una modificación. Solo el Congreso puede determinar eso. Lula fue capaz de crear una mitología sobre él mismo y comanda al partido todavía, porque él comanda los votos. Es una especie de caudillo, quizá sea el único caudillo real que exista hoy en el país. Yo no soy favorable a los caudillos, yo creo que eso es malo para la democracia. No estoy diciendo que Lula vaya en contra de la democracia, porque no es de su estilo. Lula no tiene nada que ver con la revolución, es más tradicional en ese sentido. Tan tradicional que está preso por delitos, que son tradicionales también.
¿Y usted ve una voluntad en la clase política de enmendar el rumbo tras escándalos de corrupción como el de la Lava Jato?
Yo no veo en la clase política esa decisión, no la veo. ¿Por qué? Porque hubo concentración de los fondos en manos de las oligarquías de los partidos. No necesitan plata, ya la tienen. Entonces ese era uno de los grandes problemas, saber cómo se financia la democracia. Ahí la solución fue del gobierno y quién controla eso, las oligarquías partidarias. Pero ya no hay más corrupción en el sentido clásico. Ahora si eso va a calmar los deseos de ganar plata yo tengo más dudas, porque hubo una gran expansión del capitalismo en Brasil. Y con esta gran expansión hay un aumento de los sobornos. Ojalá sea posible controlar eso. Creo que la Lava Jato tuvo un rol muy importante. Cuando no hay castigo, la corrupción puede aumentar. Cuando empieza a haber punibilidad, la gente se va presa, porque no hay otro modo. No basta la virtud, es necesaria también una cierta cohesión. Es lo que está ocurriendo ahora en Brasil, no sé si por primera vez, pero de un modo más amplio. Los ricos y poderosos van a la cárcel. Eso es novedoso.