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El expresidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), es optimista. En momentos en que su país se ubica en el segundo lugar en el mundo con mayor número de contagios, producto de la pandemia de coronavirus, y las muertes ya superan las 70 mil, el exmandatario no pierde las esperanzas de que Brasil saldrá adelante. “Yo sé de las dificultades, la económica será brutal, porque la crisis es muy grande y afecta a todos los países (…), pero mantengo expectativas positivas”, asegura desde su casa en Brasil, desde donde dialogó con La Tercera como parte del ciclo Conversaciones LT para nuestros suscriptores. Cardoso analizó así el panorama que atraviesa su país y los desafíos de América Latina y el mundo frente a la crisis derivada de la pandemia.
El exmandatario brasileño, que tiene un especial lazo con Chile, donde vivió y trabajó en los años 60, está por cumplir 90 años y está consciente de los riesgos que representa para él el Covid-19. Por eso, desde hace tres meses permanece encerrado y solo sale a dar breves paseos alrededor de su casa. Esto no le ha impedido mantener una activa presencia en el debate político en Brasil, a través de entrevistas y de las redes sociales. Su cuenta de Twitter tiene más de 280 mil seguidores y desde el inicio de la pandemia se ha hecho presente en más de una ocasión a través de ella. Quizá su tuit más comentado fue uno del 24 de abril pasado, cuando escribió que el Presidente Jair Bolsonaro “está cavando su propia tumba. Que renuncie antes de ser renunciado”.
¿Todavía cree que el Presidente Bolsonaro debe renunciar?
Eso fue una expresión. No creo que haya condiciones ni es mi anhelo tener otro impeachment. Son demasiados para el sistema político brasileño en poco tiempo. Fue para llamar la atención, porque como no creo que se pueda proponer un impeachment, tampoco puedo proponer que dimita, no tiene sentido. Es para decir que asuma su responsabilidad. La gente depende mucho de eso. Aquí el sistema es más presidencialista que en cualquier parte, porque venimos del imperio y la gente mira al Presidente, que tiene una labor que es simbólica. Pero da la impresión, y esa es la crítica que yo le hago, que la silla le quedó grande, no se siente cómodo en ella, entonces habla como una persona cualquiera. Un uomo qualunque como digo yo, pero el Presidente no es un uomo qualunque, aunque sea sencillo, y él parece serlo aunque no lo conozco personalmente. Como Presidente tiene que tener otra posición, tiene que abrir un camino para el país, tiene que inspirar a la gente, pero parece que reacciona en forma muy personal. Puede ser que eso genere simpatías, porque es una persona sencilla, pero por otro lado le falta grandeza.
Brasil es hoy el segundo país con más contagios en el mundo, registra más de 70 mil muertos, e incluso el Presidente Bolsonaro contrajo el virus. ¿Qué se hizo mal para llegar a esta situación? ¿Es culpa del negacionismo del Presidente o hay otras razones?
Hay otras razones. Para empezar, una pandemia de esta naturaleza es un virus que contagia mucho. Creo que este virus es más contagioso que letal. No son tantos los que se mueren, pero sí los que tienen el virus. Entonces no creo que se puede atribuir al Presidente la responsabilidad o a la situación política en sí misma. La situación política es negativa, acá y en todas partes, por la pandemia y por la crisis económica que viene. Ahora, sin duda hubo también una especie de negación de la pandemia. El Presidente dijo cosas que no corresponden a la realidad. La pandemia es grave y hay que tomarla en serio. Yo lo entiendo, pero no puedo compartir con él la idea de que no sea grave. Y creo que hay otra gravedad política. Ya tenemos el tercer ministro de Salud, que no es ni ministro, sino secretario general, quien responde por el ministerio. No tiene sentido en mitad de una crisis cambiar de ministros. Eso sí corresponde a la situación política. No sé los detalles, porque no estoy allá, pero es grave.
En las últimas semanas han surgido comentarios sobre eventuales movimientos militares. ¿Cree que hay riesgo hoy en Brasil de un movimiento de ese tipo?
No creo. Hubo una transformación muy profunda en las Fuerzas Armadas brasileñas en los últimos 30 años, después del golpe del 64 y luego con la redemocratización hubo un cambio en la mentalidad. Por qué hay tantos militares en el gobierno, porque son la gente que el Presidente conoce. El no tiene muchos vínculos con el mundo empresarial, con los trabajadores, no, el tiene vínculos con los militares y los militares se desempeñan bien, tienen capacidad de administración. No creo que exista en estos momentos una voluntad de ponerse al margen de la Constitución. Y digo no creo, porque eso puede darse, puede darse la situación, pero no creo que exista una tendencia entre los militares en el sentido de romper con la democracia. La democracia está más o menos enraizada aquí, la gente sabe que tiene derechos y es muy difícil ponerlos al margen. Lo que hay hoy es lo que llaman la crisis de la democracia representativa, pero no sólo acá, es un alejamiento entre la gente que vota y los que son votados. Los políticos en general son mal considerados por los electores. Ellos mismos los eligieron, pero después es como que no existiera ese vínculo entre ellos. Eso es malo, pero no es sólo de acá. Tiene que ver con modificaciones profundas que hay en las situaciones económicas, productivas y culturales, principalmente por el hecho de que ahora con internet la gente se puede comunicar directamente. Eso ha empoderado a las personas, entonces es más difícil gobernar, porque hay que darse cuenta a cada rato de pequeños movimientos que pueden volverse grandes. No es fácil gobernar en estas circunstancias. En el pasado, los partidos garantizaban una cierta tranquilidad, ahora no. Los partidos pueden estar por un lado y el pueblo por otro. El gobierno tiene que mirar hoy más al pueblo que a los partidos.
Y en ese escenario no ve riesgo de que Brasil vuelva a enfrentar un impeachment o que el Presidente Bolsonaro impulse medidas para reforzar su poder. ¿Existen esos riesgos?
Los riesgos siempre están, pero no creo que sea probable. La democracia hay que cuidarla con atención, la libertad es un oxígeno importante que hay que cuidar. No existe, que yo vea, la disposición en las Fuerzas Armadas ni siquiera en el Presidente. El Presidente cuando habla, habla en defensa de la democracia. El cuotidiano es el problema. Yo no lo envidio, porque siempre el cuotidiano es muy difícil, pero ahora es más difícil. Entonces no creo que exista el propósito de llegar a un gobierno de ese tipo. Puede ocurrir y si ocurriera yo estaría en contra obviamente.
Usted dijo hace algunos días en una entrevista que entre economía y vida usted está por la vida. ¿Cree que esa dicotomía es real?
La dicotomía que existe es poner en primer lugar la vida o la economía. No hay incompatibilidad, pero hay que tener noción de que eso está en juego. Hay que dar apertura hacia el trabajo, no puede ser así no más, hay que ver en qué condiciones: mantener distancia, ponerse mascarilla. Entonces todo es muy complicado. Es muy difícil mantener a la gente en casa y es muy difícil decirle vaya a la calle, porque van a morir también. El camino es tener un grado de equilibrio entre la necesidad de vivir y la salud pública, trabajo y salud pública, no es incompatible.
Brasil venía de una crisis muy profunda. ¿Cómo ve el futuro económico de Brasil y qué medidas cree que son urgentes tomar?
En un momento de crisis como el que estamos, todos los planes de equilibrio fiscal quedan al margen. Hay que darle a la gente condiciones de supervivencia. Aquí lo que pasa es que el Congreso tomó la decisión de que la gente tenga acceso a fondos públicos. Eso significa que la deuda pública va a crecer mucho, pero es necesario, hay que darle acceso a esos medios a la gente. Todo eso tiene costos, el endeudamiento va a ser más grande. Pero el país tiene algunas ventajas. Primero la parte agrícola, porque la agricultura se ha modernizado con la introducción de ciencia y tecnología en la producción agrícola. Hay mercados en cantidad y se vende a los chinos, a Europa, a América Latina. Eso nos da una palanca para salir de la situación de dificultad en que estamos. Por otra parte, el sistema financiero brasileño es un sistema fuerte. La deuda pública ahora es hacia brasileños. En mi gobierno no, era hacia extranjeros y eso afectaba el dólar. Hoy afecta de todos modos, pero hay más margen de maniobra cuando los acreedores son los mismos brasileños. El sistema financiero brasileño es sólido y la agricultura también. Donde hay problemas, es en servicios urbanos e industria. Las industrias porque el mercado se ha achicado y no tenemos competitividad suficiente para exportar a grandes mercados en el exterior. Entonces la recuperación no será quizá en V, va a ser más lenta, pero los datos que salieron ahora mostraron que el mes pasado fue menos malo que el mes anterior, lo cual no significa mucho, pero algo significa. Cuando la gente mira los datos de desempleo ahí es cuando se preocupa. Además como consecuencia de esta pandemia la gente va a usar cada vez más de la tecnología, eso no va a permitir una oferta de empleo tan rápida y el país es muy grande, 215 millones de habitantes, es mucha gente. El gobierno tiene un gran programa de privatizaciones, lo cual es importante en esas circunstancias. La economía estatal brasileña ha dominado por mucho tiempo y ahora llegó el momento de que el mercado recupere alguna ventaja. No hay por qué pensar que no tenemos futuro. Tenemos futuro, el momento es difícil, pero no nos debe dejar sin esperanzas para salir a flote. Vivimos un momento keynesiano. Yo tengo pena de quien está a cargo de las finanzas hoy en Brasil porque él llegó con una visión de Chicago, cortar, equilibrar, pero el equilibrio hoy es imposible. Vamos a entrar en un sistema de desequilibrio, pero eso no significa paralización de la economía.
Y con respecto al escenario mundial, ¿cree que estamos en un cambio de era, como dijo Henry Kissinger.
Estamos en un cambio de era, pero esto tiene que ver mucho más con los medios de comunicación. Eso ha cambiado el mundo. Yo era profesor en París en mayo de 1968. En aquel entonces ¿qué pasó?, ¿cuándo la sociedad francesa entró realmente en rebelión? Cuando los medios empezaron a discutir los temas. Entonces la gente explotó. Hoy tenemos una sociedad diferente, una sociedad que está conectada por redes sociales, que se forma por internet. Es un cambio muy profundo. Por eso creo que no solo la pandemia, sino los inventos humanos han permitido una vinculación de persona a persona que produce la actual crisis de las democracias representativas. ¿Cómo combinar esas cuestiones? No está claro. Yo creo que el mundo está lleno de riesgos, pero la vida tiene riesgos siempre. Hay que ver si se logra algún equilibrio entre esos riesgos. No creo que el riesgos principal sea la confrontación directa entre Estados Unidos y China, pero sí la existencia de esa nueva realidad en China, Estados Unidos, Chile y en Brasil. La socialización hoy es distinta. Entonces sí, estamos en un cambio de era, pero no por la pandemia, la pandemia vino en este momento en que ya nos encontrábamos.