Asia ha alcanzando cifras récord de contagios debido a la segunda ola -en algunos casos tercera ola- de coronavirus, y Filipinas no es la excepción. El domingo este país registró 1.895 casos nuevos, alcanzando los 502.736 infectados desde marzo. Se trata de la cantidad más alta de contagios que han tenido en toda la pandemia, razón por la cual el acceso a una vacuna se vuelve primera prioridad.
Filipinas ha negociado tanto con laboratorios europeos como asiáticos para asegurar una reserva de 148 millones de vacunas, pero en parte la priorización de países más ricos ha dejado a la población local en la incertidumbre. No se espera que llegue un abastecimiento oficial al país hasta por lo menos febrero. Recién este sábado la ministra de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, anunció que donarán 500.000 vacunas a Filipinas. “China juega un rol clave en revivir la economía de nuestra región. Haremos todo lo posible para reiniciar las relacione económicas entre Filipinas y China”, dijo.
Antes de que se supiera de esta donación, salió a la luz la existencia de un mercado negro de vacunas en el país. Debido a la gran cantidad de empleados chinos que trabajan en los casinos del país, la sospecha de las autoridades sanitarias filipinas es que ellos son la razón del impulso que tienen las vacunas de segunda categoría. Estas serían vendidas al precio de venta en China: 30 dólares.
Pero estas vacunas no serían exclusivas para los trabajadores chinos. El Presidente filipino, Rodrigo Duterte, comentó hace unas semanas que miembros de la milicia habrían sido vacunados gracias a la compañía farmacéutica china Sinopharm. Miembros del equipo de seguridad de Duterte también confirmaron haber sido vacunados, debido a que tienen que estar constantemente cerca del Presidente de 75 años. El mismo Duterte, en un discurso el 4 de enero, le dijo a sus guardaespaldas que “se callarán” y que no cooperará con el Senado del país si es que surgiera una eventual investigación.