Las fuerzas del actual gobierno de Siria, enfrentan una insurgencia armada por parte de partidarios del saliente régimen de Bashar Al-Assad, en la costa mediterránea del país, el corazón de la minoría religiosa alauita del exmandatario. El grupo armado lanzó un ataque contra las fuerzas de seguridad en la ciudad de Jableh, y se calcula que estos ataques han dejado más de 147 personas muertas en los últimos dos días.

Los disturbios estallaron en las provincias de Latakia y Tartus, bastiones de larga data de Al Assad -que actualmente se encuentra en Moscú- y están ubicadas a lo largo de la costa mediterránea de Siria. La zona se ha convertido en un polvorín desde que el exmandatario fue derrocado a principios de diciembre.

Los enfrentamientos comenzaron el jueves por la tarde, después de que los leales a Assad mataran a 16 miembros del personal de seguridad del gobierno en la zona rural de Latakia, el ataque más letal hasta el momento contra las nuevas fuerzas de seguridad de Siria, según funcionarios del gobierno y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, organismo que ha monitoreado la guerra civil en Siria y citado por The New York Times.

El gobierno respondió con fuerza, desplegando decenas de efectivos de seguridad en el campo y enviando a miles más de otras ciudades a la costa, en un intento de restablecer la autoridad sobre unas cuantas ciudades y pueblos donde hombres armados habían tomado el control durante la noche, indicó el diario. El viernes por la tarde, las autoridades sirias todavía no habían recuperado el control total de algunas zonas, lo que hace temer que el nuevo gobierno pudiera perder el control de la costa.

Un combatiente del cuerpo gobernante sirio de pie mientras sostiene un arma, después de la violencia en la provincia de Tartous, parte de la región costera que alberga a muchos miembros de la secta alauita de Assad, después de que el sirio Bashar al-Assad fuera derrocado, en la ciudad de Tartous, Siria, el 26 de diciembre de 2024. Foto: Archivo.

Los convoyes del gobierno patrullaban las carreteras de las ciudades de Latakia y Tartus y se ordenó a los residentes que se quedaran en casa mientras las fuerzas de seguridad realizaban “operaciones de rastreo” dirigidas a los restos armados del régimen de Assad, según los medios de comunicación estatales. El coronel Hassan Abdul Ghani, portavoz del Ministerio de Defensa sirio, hizo una advertencia clara al decir que “la elección es clara: deponer las armas o enfrentarse a su inevitable destino”, agrega además que “miles de personas han optado por entregar las armas y regresar con sus familias, mientras que otros insisten en huir”.

Los enfrentamientos reavivaron las tensiones en toda Siria, y multitudes de partidarios del gobierno salieron a las calles en ciudades como Hama y Homs en apoyo de la operación de seguridad, pero por otro lado miles de manifestantes inundaron las calles de las ciudades de Latakia y Tartous para exigir que las fuerzas gubernamentales se rindan y se retiren de la región, lo que las convierte en las primeras manifestaciones a gran escala contra las nuevas autoridades desde que asumieron el poder en diciembre.

Los acontecimientos se sumaron a una serie de desafíos políticos y de seguridad que enfrenta el nuevo gobierno encabezado por el exlíder rebelde Ahmad al- Sharaa, quien también está negociando con las milicias lideradas por los kurdos que controlan una franja del noreste de Siria, y lidiando con una demanda israelí, respaldada por ataques militares, de que desmilitarice el sur de Siria.

Región Alauita

Las provincias costeras han supuesto un importante desafío para el gobierno encabezado por musulmanes sunitas en el ejercicio de su autoridad. La región es el corazón de la minoría alauita de Siria, incluida la familia Assad.

A pesar de representar apenas el 10% de la población del país, los alauitas ejercieron una enorme influencia sobre el país durante los más de 50 años de gobierno de la familia Assad. Los alauitas, que practican una rama del islam chiita, dominaron la clase dirigente y los altos rangos del ejército durante el gobierno de Assad.

El líder de Siria, Ahmed al-Sharaa, también conocido como Abu Mohammed al-Golani, habla con los medios de comunicación durante una reunión con el ministro de Estado de Qatar, Mohammed bin Abdulaziz Al-Khulaifi, tras el derrocamiento del presidente sirio Bashar al-Assad, en Damasco, Siria, el 23 de diciembre de 2024. Foto: Archivo.

El teniente coronel Mustafa Knefati, jefe de la Dirección General de Seguridad en la gobernación de Latakia, dijo: “Hemos movilizado completamente nuestras fuerzas en la gobernación y pudimos absorber su ataque en la zona rural de Jableh”.

Según la investigadora asociada de Chatham Houseen en conversación con el Wall Street Journal, estas facciones del antiguo régimen se aprovechan de la debilidad y reciente conformación del actual gobierno para iniciar un contraataque, específicamente dijo que “los remanentes del antiguo régimen están aprovechando las limitaciones de la capacidad militar y de seguridad del gobierno sirio para intentar descarrilar la transición política de Siria”.

Esto ocurre mientras el gobierno de Ahmad Al Sharaa está tratando de levantar el nuevo Estado y sus leyes. Los críticos de Al Sharaa lo acusan de querer reforzar su control sobre las nuevas instituciones, para las que ha nombrado a una mayoría de cargos sunitas e islamistas. Al mismo tiempo, en un contexto de grave crisis económica, donde el 90% de la población vive en la pobreza, el nuevo Gobierno ha emprendido una purga en la Administración, que justifica en la necesidad de mejorar la gestión y librarse del peso presupuestario que suponían los numerosos empleados “fantasma”, que no acudían a trabajar y que el anterior régimen mantenía contratados para garantizarse su favor.