Encima del mundo, en pleno Ártico, Groenlandia se ha visto estos últimos meses en el centro de un conflicto con intereses que nacen en la Casa Blanca, consternan a Copenhague e inquietan a los habitantes de la isla más grande del mundo. Apreciada por sus recursos naturales, la excolonia danesa tiene una “promesa de riqueza” bajo el hielo, que cubre el 85% de su territorio.
Después de décadas con Estados Unidos intentando comprar la isla “por las buenas” a Dinamarca, la administración de Donald Trump ha subido el tono asegurando que Groenlandia es clave para la seguridad nacional norteamericana, y no ha descartado usar la fuerza para anexar ese estratégico territorio.
Entre medio, los 56 mil groenlandeses, repartidos en las distintas ciudades de la costa, están más o menos de acuerdo en una cosa: hay que independizarse de Dinamarca, que colonizó la isla hace 300 años, y aún supervisa su defensa y política exterior. Sin embargo, los partidos locales difieren en el momento, en el modo, y si es buena ida acercarse a Washington en tanto.
Inuits y daneses
Habitada mayoritariamente por población inuit, Groenlandia es una enorme isla entre América del Norte y Europa, con 2.100 millones de kilómetros cuadrados: en comparación, un poco más grande que México, casi cuatro quintos que Argentina. Las poblaciones que habitan desde hace siglos el lugar se han centrado principalmente en la pesca y la caza.
La isla fue colonizada y abandonada por Noruega durante la Edad Media, y luego fue vuelta a colonizar por Dinamarca en el siglo XVII. En 1979, Groenlandia recibió su autonomía, y en 2009 el gobierno danés transfirió gran parte de sus competencias al gobierno local. Así, hoy la isla elige dos diputados para el Legislativo danés, y tiene un Parlamento propio, con 31 escaños, y que es responsable por el gobierno de la isla. Sin embargo, Copenhague mantiene el control de la defensa, la seguridad, la política financiera y los asuntos internacionales. Su principal ciudad y capital es Nuuk, con 15 mil habitantes.
Desde que Trump regresó a la Casa Blanca por segunda vez, la discusión sobre una anexión de Groenlandia a Estados Unidos ha vuelto a estar sobre la mesa, aunque los groenlandeses no lo ven con mucho entusiasmo. En Truth Social, el presidente norteamericano aseguró: “Para la seguridad nacional, y para la libertad alrededor del mundo, Estados Unidos siente que la propiedad y control de Groenlandia es una necesidad absoluta”.
En una entrevista en la Oficina Oval, Trump insistió y aseguró: “Groenlandia es un lugar maravilloso. Necesitamos una seguridad internacional justa, y estoy seguro de que Dinamarca se sumará. Creo que les está costando mucho dinero mantenerla, conservarla”.
La obsesión del magnate republicano con la isla no empezó este año, y una de sus primeras expresiones tuvo lugar en 2019, durante su primer mandato, y llegó a asegurar que cambiaría Puerto Rico por Groenlandia, porque el territorio caribeño era “sucio y su gente pobre”. En ese tiempo, había declarado que la compra de la isla sería, esencialmente, un acuerdo de “bienes raíces”, pero que la idea no era “la número 1 en el horno”.
En esta nueva ofensiva diplomática, los seguidores de Donald Trump han llegado a viajar a Groenlandia, poniéndose a regalar billetes de 100 dólares a sus residentes y asegurándoles que “con Estados Unidos serán ricos”. Pero, por lo visto, la iniciativa no es abrazada por los locales.
Precisamente esta semana tuvieron lugar las elecciones locales, y por primera vez en la historia autónoma de la isla, el partido Demokraatit ganó las legislativas con un 29,9% de los votos, imponiéndose a los partidos Inuit Ataqatigiit (IA, ecologista de izquierda) y el socialdemócrata Siumut, que históricamente han dominado la política de la isla. La formación, considerada “liberal”, tiene una posición moderada relativa a la independencia de Dinamarca, que es vista más bien como un “objetivo a largo plazo”.
De los seis partidos que estaban en la papeleta, el único cuyo líder aseguró que confiaba en Donald Trump, Qulleq, obtuvo el 1,1% de los votos. Por su parte, el partido Naleraq, que aboga por una separación rápida de Dinamarca, resultó segundo, con 24,5% de los sufragios. Así, las dos colectividades que gobernaban antes, el Inuit Ataqatigiit y el Siumut, quedaron terceros y cuartos, respectivamente.
El liberal Demokraatit sorprendió, ya que las encuestas lo situaban tercero. De 33 años y excampeón de bádminton, su líder Jens-Frederik Nielsen criticó los comentarios de Trump durante su campaña, indicando que eran “una amenaza para nuestra independencia política” y que la isla “debía defenderse”. Ya antes, cuando se aprobó una ley contra donaciones extranjeras en la política groenlandesa, Nielsen aseguró a Sky News: “Espero que esto le transmita un mensaje claro: no estamos en venta”.
En declaraciones al diario The New York Times, el investigador del Instituto Danés de Estudios Internacionales, Ulrik Pram Gad, señaló: “Lo que ha quedado claro durante las elecciones, y que Dinamarca debe reconocer ahora, es que, en todo el espectro político, existe insatisfacción con el actual orden constitucional. Independientemente del resultado, se pedirá que se renegocie la estructura del Reino de Dinamarca”.
En una entrevista para el mismo medio, el alcalde de la ciudad de Ilulisat, Palle Jeremiassen, se preguntaba respecto a Trump: “¿Qué podemos hacer cuando venga? No seremos estadounidenses. No queremos ser europeos. Queremos ser groenlandeses”. Su opinión no es solo suya, y una encuesta reciente mostró que el 85% de los habitantes de la isla no quieren formar parte de Estados Unidos.
Pero las declaraciones del presidente de Estados Unidos alarman a ambos lados del Atlántico e, incluso, más allá: los líderes europeos se alinearon con Dinamarca, Francia ofreció incluso enviar soldados, y en tanto, Washington, Moscú y Beijing están evaluando oportunidades militares y económicas en la isla.
A pesar del afán independentista de sus habitantes, el tamaño de la economía groenlandesa es mínimo, dependiendo principalmente de la pesca y de los cientos de millones de dólares de ayuda que, año tras año, envía Dinamarca al territorio. Con esto, se pagan las carreteras, el combustible, las escuelas y la atención médica de la isla. “Un nivel de vida escandinavo al que muchos groenlandeses se resisten a renunciar”, según el diario neoyorquino.
De todos modos, con las amenazas de Trump, el tira y afloja entre Nuuk y Copenhague está beneficiando a los primeros, y los daneses han cedido a exigencias de años: el groenlandés será reconocido como identidad nacional en los pasaportes, y habrá más facilidades de exportación de pescado a mercados extranjeros. Asimismo, Dinamarca anunció un aumento del gasto militar para el Ártico.
El interés estadounidense en Groenlandia empezó en 1867, y alcanzó su punto álgido durante la Guerra Fría, con insistentes ofertas de compra a Dinamarca. Además, hoy hay una base militar estadounidense en el norte de la isla, con 150 personas enfocadas principalmente en la defensa antimisiles y la vigilancia espacial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos vio Groenlandia como un territorio estratégico, en medio de la nueva amenaza para ellos: la Unión Soviética. Así, ya en 1946, el exsecretario de Estado Adjunto de Estados Unidos para Asuntos de Organizaciones Internacionales, John Hickerson, firmó que los líderes militares norteamericanos consideraban Groenlandia “indispensable para la seguridad” del país.
Estados Unidos propuso encubiertamente pagar a Dinamarca 100 millones de dólares en oro por Groenlandia, según informó The Associated Press décadas después. Ya antes, en 1910, había propuesto intercambiar la isla por tierras que controlaba en Filipinas, y durante la Guerra Fría ofreció tierras ricas en petróleo, en el distrito de Point Barrow, en Alaska.
De todos modos, esas propuestas fueron sistemáticamente ignoradas por Dinamarca. Por ejemplo, directamente después de la Segunda Guerra Mundial, el canciller danés Gustav Rasmussen aseguró: “Aunque debemos mucho a Estados Unidos, no creo que les debamos toda la isla de Groenlandia”.
Ahora bien, el interés de Groenlandia no es solo estratégico y militar. En estos últimos años se ha desarrollado una “repentina fiebre” por los recursos minerales que no se explotan en la isla, que van desde el oro hasta las tierras raras. Lo curioso, en este caso, es que gran parte de los minerales que se ambicionan están por debajo de suelo helado y hielo, que en algunas partes de la isla se acumula hasta tener 3 kilómetros de espesor.
Pero a medida que el calentamiento de la región ártica se acelera, y va a un ritmo cuatro veces más rápido que el resto del planeta, el hielo que guardaba los minerales ya se está derritiendo, volviendo la zona accesible y disputada. La ingeniera de minas e influencer groenlandesa, Qupanuk Olsen, comentó a The New York Times: “Groenlandia es como un paraíso para los geólogos. Tenemos oro, tenemos hierro, tenemos titanio; tenemos hasta diamantes. Tenemos rubíes. Tenemos elementos de tierras raras. Tenemos uranio. Tenemos muchísimos minerales. Pero la cuestión es que en este momento no son rentables, debido a la infraestructura”.
En efecto, la infraestructura escasea, y los pocos puertos que hay en Groenlandia están a menudo bloqueados por el hielo. Además, en toda la isla hay menos de 160 kilómetros de tierras asfaltadas.
Junto con altas concentraciones de cobre, grafito, niobio, titanio y rodio, también existirían grandes depósitos de las llamadas “tierras raras”, las mismas que Trump estaría negociando con Volodymyr Zelensky en Ucrania.
Estas “tierras raras”, que incluyen metales como el neodimio y el praseodimio, tienen peculiares características magnéticas que las hacen esenciales para la fabricación de vehículos eléctricos y turbinas de viento. Al respecto, el geólogo Adam Simon de la Universidad de Michigan, explicó a BBC News: “Groenlandia podría contener hasta el 25% de todos los recursos de elementos de tierras raras del mundo”.