Los féretros fueron traídos uno a uno y colocados en hilera frente a amigos y parientes que ni idea tenían que muchas de las 11 niñas y mujeres haitianas que iban a sepultar habían decidido huir de su país.

Se trataba de adolescentes, madres, estudiantes y graduadas universitarias que viajaban en una embarcación sobrecargada que naufragó el mes pasado en aguas abiertas al noroeste de Puerto Rico.

Fue una de las travesías con más víctimas en los últimos meses en la región. En el bote iban entre 60 y 75 personas, de las cuales 11 fueron encontradas sin vida, al menos una docena continúan desaparecidas y 38 fueron rescatadas, 36 de ellas haitianos que huían de un país sumamente inestable que enfrenta un aumento de la pobreza y la violencia.

Los dolientes sostuvieron en alto sus teléfonos celulares en la iglesia y el cementerio bajo la lluvia para transmitir la misa y las inhumaciones en redes sociales. Enfocaron en forma especial algunos féretros para enviar las imágenes a las familias en Haití que no podían costear un vuelo a Puerto Rico y a los migrantes haitianos que viven sin permiso en territorio continental de Estados Unidos, los cuales temían ser arrestados si viajaban pero deseaban despedirse de las víctimas, entre las que había dos chicas adolescentes de 15 y 16 años.

“Hoy enterramos sus restos, pero no sus vidas y esperanzas”, dijo uno de los cinco sacerdotes que oficiaron la ceremonia. Un hombre cerró los ojos y le empezaron a escurrir lágrimas durante el funeral.

El hombre, Pierrot Samedi, perdió a su hermana de 23 años y a seis primos que hacían la travesía y que nunca fueron encontrados. Samedi viajó a Puerto Rico desde West Palm Beach a solicitud del dirigente haitiano local Leonard Prophil, que contribuyó a identificar los cadáveres y ha brindado albergue y alimentos a quienes llegaron al funeral.

“Si tú nunca has vivido en Haití, no sabes lo que es la dificultad, no sabes lo que es la miseria”, dijo Prophil.

El país de más de 11 millones de habitantes enfrenta un aumento de 180% en los secuestros y de 17% en los homicidios en el último año, según las Naciones Unidas. Docenas de personas, entre ellas mujeres y niñas, han sido asesinadas y violadas en los últimos meses en medio de la lucha entre pandillas que se disputan territorios y mayor control después del asesinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio.

Decenas de miles de haitianos han perdido sus casas debido a los enfrentamientos entre grupos delictivos, situación que también ha impedido el acceso a las regiones norte y sur del país, esta última aún en recuperación de un terremoto de magnitud 7,2 en agosto pasado que dejó al menos 2.000 muertos.