En los 90, al terminar la guerra civil en Líbano -su país natal-, Hashim Sarkis presentó una exposición en Beirut. Se llamó Líneas de demarcación. “La idea era reflexionar sobre los hábitos que se habían creado durante la guerra y cómo estos eran extensibles a la paz”, recuerda el decano de Arquitectura del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Esto, porque en los 15 años que duró el conflicto, las personas que vivían en los pisos altos de los edificios se habían ido a vivir a pisos más bajos, las que tenían grandes ventanales los habían achicado para reducir la cantidad de vidrio y las escaleras se habían vuelto espacios sociales, porque era donde la gente se juntaba. “Por eso, pensé que algunas de estas prácticas podrían ayudar a dar forma al comportamiento de las personas después de la guerra”, dice en esta entrevista con La Tercera.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta. “En el minuto en que la guerra terminó”, apunta Sarkis -quien estuvo en Chile a fines de septiembre invitado por el Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello-, “la gente se olvidó de todo eso, volvió a tener grandes ventanales, balcones y los pisos altos se volvieron más caros”. El episodio lo llevó a reflexionar sobre la capacidad que tiene el ser humano para olvidar y el papel que debe cumplir la arquitectura en ese proceso.

Así, cuando Beirut vuelve a ser el centro de otro conflicto, el recién designado miembro del jurado del premio Pritzker, tiene claro que la guerra no puede determinar la forma en que vivimos. “Prefiero la amnesia a la memoria”, dice. “Las heridas de la guerra se curan mejor imaginando el futuro y la arquitectura es un buen instrumento para imaginar el futuro”, apunta.

Después de la guerra civil, usted participó en varios proyectos de reconstrucción de Beirut, pero desde entonces la ciudad ha vuelto a ser destruida. ¿Cree que la arquitectura puede ayudar a generar una sociedad más cohesionada o a reducir la conflictividad social?

Durante la Presidencia de François Mitterrand, Francia se embarcó en lo que llamó Le Grand Projet, el Gran Proyecto. Eran competencias para proyectos de instituciones públicas, espacios públicos, museos, que buscaban reinventar los espacios de la ciudad. Ni Mitterrand ni la gente sabía cuál sería el futuro del Louvre, pero el uso de la arquitectura como una forma de reinventar los museos y re-imaginar la forma en que una sociedad se reunía en torno al arte y pensar en el arte como un espacio para discusiones públicas estaba ahí. Esos fueron momentos muy hermosos en el uso de la arquitectura como una forma de abordar posibilidades para la sociedad y en las cuales la sociedad no había pensado. Eso es lo que hace la arquitectura. Son momentos que nos permiten decir: dejemos que la arquitectura nos guíe. Espero que podamos usar eso después de las guerras también, aunque a veces las sociedades después de las guerras no están preparadas. Están ocupadas lamiendo sus heridas y las penas no las va a curar la arquitectura.

Proyecto de casas de verano de Hashim Sarkis en Líbano.

Vivimos tiempos convulsos, donde ha crecido la conflictividad social y la polarización. ¿Qué responsabilidad tiene la arquitectura en eso? ¿La forma en que se ha abordado la planificación urbana, la segregación de algunas ciudades ha influido?

En la arquitectura tenemos un gran problema. Tratamos de asumir mucha responsabilidad para sentir poder, pero cuando tomas responsabilidades de la escala de la revolución arquitectónica, de darle forma a las ciudades, también tienes que estar dispuesto a asumir culpas. Pero la verdad es que no es en ese sentido que somos responsables, sería demasiado. Ningún agente individual de la sociedad puede hacerse responsable de cambios en la sociedad como esos. Participamos en la conformación de la sociedad, pero a través del espacio y, en ese sentido, algunas de las cosas de las que hablamos definitivamente afectan de forma directa nuestras relaciones sociales y otras lo hacen de manera indirecta o inesperada. La distancia social, por ejemplo, no es algo que nosotros inventamos, es algo relacionado con la salud pública. Pero nosotros podemos comprometernos a que se vuelva un criterio dimensional para el futuro del diseño de los espacios públicos. Podemos jugar ese rol, pero también podemos inventar posibilidades, como construir restaurantes que tengan burbujas en la vereda, definidas por un arquitecto y convertidas en el criterio futuro. Ese puede ser un invento arquitectónico que genera un impacto. Hay diferentes formas de intervenir, pero espero que todas sean consecuencia del uso de nuestras herramientas como arquitectos. Tenemos distintas herramientas para generar cambios. Debemos confiar en esas herramientas, en las herramientas espaciales, las herramientas de las formas, las herramientas estéticas, para pensar en cambiar la sociedad.

En una entrevista usted dijo que no habíamos presenciado otro momento de la historia en que dependiéramos tanto de la arquitectura. ¿Por qué cree eso?

Esa respuesta la di durante la pandemia, pero sigue siendo muy válida. En ese tiempo pensé que cada persona que vivía aislada y conectada por Zoom se volvió extremadamente consciente de la importancia del espacio. Antes la gente estaba acostumbrada a vivir en un lugar y trabajar en otro y de pronto se encontró trabajando y viviendo en el mismo lugar, teniendo que arreglar su casa, adaptar su mesa para hacer dos cosas en el mismo lugar, la misma pieza se dividía de forma diferente, cada persona se volvió un arquitecto en sus vidas. Eso hizo que las personas se volvieran muy conscientes de las dimensiones, de las divisiones, de la forma en que compartían el espacio. De pronto comenzamos a entrar a las habitaciones de las personas, a sus dormitorios, a sus salas de estar. Yo conocía a mucha gente que trabajaba conmigo, pero no conocía sus casas. De pronto eso se volvió importante. De pronto las dimensiones se volvieron importantes. La gente tomó conciencia. El espacio, la distancia, la arquitectura se instaló en la mente de todos.

Y ¿estos efectos de la pandemia, cree que son permanentes?

La pandemia nos puso frente a tecnologías que ya existían, pero no usábamos. La excepción se volvió la regla.Ahora tratamos de descubrir qué parte es excepcional y qué parte es la regla.

En momentos en que en muchos países discuten la necesidad de un nuevo contrato social, usted propone un nuevo contrato espacial. ¿A qué se refiere?, ¿qué es un nuevo contrato espacial?

Piensa en tu casa y la de tu vecino, en tu capacidad de decidir si construyes un muro en el límite de la propiedad y juntos comparten ese muro. Ese es un contrato espacial y sus implicancias sociales se dan a diario. El contrato espacial precede el contrato social y en cierta medida lo define. Nos sentamos frente a la mesa en lugar de debajo de la mesa y si hubiera niños estarían jugando debajo de la mesa. Ese es un contrato espacial. El espacio le ha dado forma a la sociedad no es sólo el acuerdo social el que ha definido el espacio. Y en la ausencia de claros modelos inspiradores sobre cómo vivir juntos desde una perspectiva social, lo que le propongo a los arquitectos es que imaginen una sociedad distinta, a través de las relaciones espaciales que producimos.

Proyecto Hashim Sarkis, sede de la municipalidad de Biblos, Líbano.

Y ¿cómo imagina un nuevo contrato espacial?

Pensemos en la forma en que la pandemia creó relaciones espaciales. Antes, la vereda terminaba aquí y los autos se detenían allá. Ahora existe una zona entre los autos, las bicicletas, los transeúntes y los restaurantes y los espacios peatonales. Es un hermoso arreglo de espacio que negociamos. ¿Hacemos eso basados en un modelo social? No, lo hacemos sobre la base de necesidades espaciales y negociaciones para mejorar nuestras interacciones en el espacio. A partir de eso vamos a tener una nueva sociedad urbana y esa sociedad urbana generará normas de comportamiento y arreglos sociales.

Uno de los problemas que enfrenta el mundo es el cambio climático, ¿cómo puede enfrentar la arquitectura ese desafío?

Dependiendo de cómo se mida, la arquitectura contribuye entre un 60% y un 70% a las emisiones de carbono. Sólo ese hecho nos vuelve responsables de este problema. Algo de eso tiene que ver con la extracción de materiales, con su envío, con el proceso de construcción y, con sistemas mecánicos que rodean a los edificios. Pero también está lo que tiene que ver con el diseño, como el tamaño de las habitaciones, el uso de la energía, la decisión de dónde poner las ventanas para reducir el uso de energía, etc. Todo eso tiene un componente arquitectónico y deberíamos tener una actitud activa frente a ello, no hay razones para que no seamos activos para corregir esos temas que tienen que ver con el diseño. Pero hay otra cosa que los arquitectos hacen y que se nos olvida cuando desarrollamos un proyecto, que es la imagen. Cuando un arquitecto construye una casa da una imagen de lo que es una casa, de lo que es una vida feliz, de lo que es una familia. También producimos imágenes de lo que es una vida ecológica, de lo que una vida clima-eficiente es. Hacer que eso sea seductor, que eso sea replicable, que impacte el comportamiento es nuestra responsabilidad también. La imagen es muy importante. Hay que asumirlo, estamos en el negocio de crear imágenes.

Beirut bombardeada por las fuerzas israelíes, el jueves 10 de octubre. Foto: Reuters/Amr Abdallah Dalsh

¿En el MIT están trabajando en eso?

Estamos obsesionados con eso. Diría que entre el 70% y el 75% de la Escuela de Arquitectura y Planificación está trabajando en temas relacionados con el clima.

¿Recuerda algún proyecto en especial?

Hay uno que busca crear a través de un proceso ambientalmente muy cuidadoso, nuevas islas alrededor de Las Maldivas para protegerlas, usando las mareas y la arena existente en lugar de instalar nuevas islas, permitiendo que opere el proceso natural. Otro proyecto que se está trabajando tiene que ver con los riesgos urbanos y cómo anticiparnos a terremotos, incendios, inundaciones, con cosas que ayudan a darle forma a los espacios públicos, pero que a la vez pueden ayudar a enfrentar una crisis cuando ésta se produce, como una inundación o un terremoto. Tenemos también gente trabajando en nuevos polímeros para construir casas, formas más eficientes de imprimir materiales para no tener que enviarlos; personas trabajando en herramientas para cambiar la percepción de las personas sobre el valor de tener un auto, etc. Hay un conjunto de proyectos muy amplio en ese ámbito.