Diez años después de que los rebeldes libios asesinaran al líder Muammar Gaddafi, el país del norte de África se encuentra sumido en una profunda inestabilidad y no ha podido salir de la violencia gatillada por su derrocamiento.

Gaddafi gobernó Libia con mano de hierro durante 42 años, después de un golpe de 1969 contra la monarquía, presentándose como un héroe revolucionario, árabe y africano, mientras aplastaba sin piedad a toda la oposición. En 2011 fue derrocado en una revuelta inspirada por los levantamientos de la Primavera Árabe y respaldada por la OTAN.

“Anunciamos al mundo que Gaddafi fue asesinado a manos de la revolución”, dijo el 20 de octubre de 2011 el portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia, Abdul Hafiz Ghoga. “Es el fin de la tiranía y la dictadura”, agregó.

Su muerte no trajo la estabilidad o la democracia que se esperaba, sino que el país se fracturó. El poder estatal se desintegró y al poco tiempo había dos gobiernos: uno en Trípoli, la capital, y el otro en Tobruk, en el oriente del país. Para proteger o hacer cumplir sus intereses, un número creciente de países extranjeros intervino en la guerra civil, incluidos Rusia, Turquía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), según destaca la BBC. Las tropas mercenarias financiadas por Estados extranjeros permanecen en el país hasta el día de hoy.

Varios gobiernos de la Unión Europea, a su vez, estaban interesados principalmente en utilizar Libia para evitar que los migrantes y refugiados emprendan viajes por el Mediterráneo a Europa.

Un hombre se sienta afuera de su casa dañada en Sirte, Libia, 4 de noviembre de 2021. Foto: Reuters

Se llevaron a cabo numerosas iniciativas para poner fin a la guerra civil y restablecer la estabilidad en Libia. Varios enviados especiales de la ONU intentaron sentar a las partes en conflicto en la mesa de negociaciones, algo que finalmente tuvo éxito.

En marzo, los libios aceptaron a Abdul Hamid Dbeiba como primer ministro interino para apoyar los preparativos de las elecciones presidenciales y parlamentarias previstas para el 24 de diciembre.

Aún no está claro si las elecciones se realizarán en la fecha prevista. El jefe del Alto Consejo de Estado de Libia, Jalid al Mishri, dijo el sábado que las elecciones generales podrían retrasarse tres meses, citando desacuerdos sobre las leyes electorales.

Sus declaraciones se produjeron un día después de la celebración en París de la Conferencia Internacional sobre Libia organizada por Francia, Italia, Alemania y Naciones Unidas, en la que un amplio grupo de líderes mundiales hizo un llamado a la integridad nacional del país y a la consecución de la “hoja de ruta” hacia las elecciones de diciembre.

El Presidente francés, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro italiano, Mario Draghi, asisten a la sesión plenaria de la Conferencia Internacional sobre Libia en La Maison de la Chimie, en París. Foto: Reuters

Los observadores temen que las distintas facciones no reconozcan los resultados de las votaciones y que el país vuelva a sumirse en la violencia, con un mandatario sin apoyo y sin Parlamento. En ese sentido, Dbeiba señaló que una de las prioridades de los comicios es “obtener garantías concretas de que los resultados de estas elecciones serán aceptados y que los que los rechacen tendrán sanciones”.

En la misma línea, la treintena de dirigentes presentes en la conferencia advirtió que “las personas o entidades en el interior o el exterior de Libia que intenten obstaculizar, cuestionar, manipular o falsificar el proceso electoral y la transición política tendrán que rendir cuentas”, según la declaración final.

A continuación, una lista de los candidatos a las elecciones.

Saif al Islam

El hijo del líder libio y que es buscado por la Corte Penal Internacional por “crímenes contra la humanidad”, se presentó el domingo como candidato. El hecho provocó una gran sorpresa en los libios y los observadores, porque el hombre de 49 años tiene un paradero desconocido desde hace años.

Vestido con una abaya café (una túnica que llega hasta los pies) y con un turbante del mismo color atado a la cabeza al estilo de su padre, con su barba gris y lentes, Saif al Islam llegó hasta la oficina de la comisión electoral de Sabha, ubicado al sur del país, para presentar su candidatura, según dieron a conocer medios locales consignados por la agencia France Presse.

Acompañado de su abogado, firmó los documentos y pronunció los siguientes versos del Corán: “Juzga entre nosotros y nuestro pueblo en verdad” y “Dios siempre prevalece en su propósito, aunque los incrédulos lo odien”. Concluyó su comparecencia diciendo al personal de la Alta Comisión Electoral “que Dios los bendiga”; también recibió su tarjeta de votante.

“El candidato Saif al Islam Muammar Gaddafi presentó los documentos de su candidatura en la oficina de la Alta Comisión Electoral en Sabha, completando así todas las condiciones legales exigidas por la Ley Nº 1 sobre la elección del jefe de Estado, adoptada por el Parlamento”, dijo la comisión en un comunicado en Facebook.

Saif al Islam Gaddafi se registra como candidato presidencial para las elecciones del 24 de diciembre, en el centro de registro en la ciudad sureña de Sabha. Foto: Reuters

Emadeddin Badi, experto en Libia y miembro principal del Atlantic Council, dijo a Al Jazeera que si bien el primer verso irradiaba inclusividad, el segundo era excluyente de muchos de los seis millones de ciudadanos de Libia, la mayoría de los cuales viven en el oeste del país. En lugar de difundir un mensaje de unidad y unión, las breves palabras de Gaddafi consistieron en “aprovechar un determinado grupo demográfico mientras amenaza a otro”, dijo Badi, quien describió el mensaje subyacente como “revanchismo velado”. “Gaddafi no tiene ninguna posibilidad de unir a los libios”, añadió.

La decisión de Saif al Islam de ingresar a la política ya había sido adelantada a finales de julio en una entrevista ofrecida al diario The New York Times.

Gaddafi estudió en la London School of Economics y fue visto una vez como una cara amigable con Occidente y un posible reformador que muchos esperaban que asumiera un papel conciliador cuando estallaron las protestas contra su padre en 2011. En cambio, se puso del lado del gobernante y amenazó a los libios con la matanza y el caos.

Saif al Islam fue capturado en noviembre de 2011 por un grupo armado en Zenten, en el noroeste de Libia, y condenado a muerte en 2015 tras un juicio por el presunto asesinato de unos manifestantes. Sin embargo, el mismo grupo se negó a entregarlo a las autoridades o a la Corte Penal Internacional (CPI), que lo busca desde 2011 por “crímenes contra la humanidad”. Es más, el grupo lo liberó en 2017 y se perdió su rastro.

Saif al Islam Gaddafi gesticula mientras aparece frente a partidarios y periodistas en el complejo residencial de su padre en Trípoli, el 23 de agosto de 2011. Foto: AFP

Aunque es probable que Gaddafi se aproveche de la nostalgia por la época anterior al levantamiento de 2011, que dio paso a una década de caos y violencia, los analistas afirman que podría no ser el candidato principal. La era de Gaddafi, dice la agencia Reuters, sigue siendo recordada por muchos libios como una época de dura autocracia, mientras que Saif al Islam y otras figuras del antiguo régimen llevan tanto tiempo fuera del poder que pueden tener dificultades para movilizar tanto apoyo como los principales rivales.

Fuentes de Inteligencia libias citadas por la BBC han indicado que sería el favorito de Rusia para gobernar el país.

Gaddafi puede contar con el apoyo de varias tribus, principalmente basadas en el sur de Libia, que fueron leales a su padre hasta que fue asesinado por rebeldes en su ciudad natal de Sirte. Es poco probable que el gobierno de transición encabezado por Dbeiba y anteriormente el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) reconocido por la ONU, encabezado por Fayez al Sarraj, lo respalden, dicen los analistas consultados por Al Jazeera.

Los residentes de varias ciudades occidentales, incluidas Zawiya y Misrata, salieron a las calles para protestar contra las candidaturas de Gaddafi y de Jalifa Haftar. Los miembros de la sociedad civil y los activistas publicaron declaraciones en las que expresaban su fuerte rechazo a la participación de ambas figuras en las elecciones, y advirtieron que su regreso al poder llevaría al país al punto de partida.

Jalifa Haftar

Es considerado el hombre fuerte del este de Libia, el mariscal Jalifa Haftar se presentó el martes como candidato a la elección presidencial, aunque sus detractores denuncian sus tendencias autoritarias que amenazan con torpedear la transición del país hacia la democracia.

“Declaro mi candidatura a la elección presidencial, no porque corra hacia el poder, sino para conducir a nuestro pueblo hacia la gloria, el progreso y la prosperidad”, dijo en un discurso transmitido en directo desde Bengasi, considerado como su bastión.

El comandante del este de Libia, Jalifa Haftar, firma sus documentos de candidatura para las elecciones presidenciales en la oficina de la Alta Comisión Electoral Nacional, en Bengasi. Foto: Reuters

El 22 de septiembre, Haftar, de 78 años, se había retirado provisionalmente de sus funciones al frente del autoproclamado Ejército Nacional Libio (ENL), como lo estipula la ley electoral, para poder presentarse a los comicios. La ley electoral, que es criticada por los detractores del mariscal, le permite presentarse como candidato a la presidencia y poder recuperar su puesto militar si no es elegido.

Haftar nació en 1943 y formó parte del grupo militar que derrocó al rey Idris en 1969, ostentando el cargo de líder del Ejército de Gaddafi. Sin embargo, en 1989 sufrió un duro revés tras ser abandonado por el líder libio y sufrir una humillante derrota en el campo de batalla, de la que lo sacó la CIA junto a un grupo de 400 leales al régimen. Posteriormente se asentó en Virginia, Estados Unidos, donde consiguió la nacionalidad y actuó como principal opositor en el exilio.

Durante las revueltas de 2011 regresó a Libia y, tras ganarse la confianza de las fuerzas militares del este del país, fue nombrado jefe del ENL. Cuenta con el apoyo de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos y busca conquistar el poder tras el fracaso de su ofensiva militar hacia Trípoli, ciudad considerada sede del gobierno reconocido por la ONU en 2019.

Por entonces, Haftar controlaba el este y una parte del sur del país, pero sus tropas fueron rechazadas en junio de 2020 por las fuerzas rivales apoyadas militarmente por Turquía. En aquella época, el militar se había presentado como un “salvador” de Libia, calificando a sus opositores de “terroristas” o de “mercenarios”.

Su fracaso en la conquista de la capital fue seguido por la firma de un alto al fuego en octubre de 2020 y, posteriormente, por la instalación del gobierno encargado de dirigir la transición.

En conversación con la agencia France Presse, Wolfram Lacher, experto en Libia del instituto alemán SWP, las fuerzas dirigidas por Haftar “son las principales autoras de crímenes de guerra desde 2014 y podrían recurrir a la violencia para influir en las elecciones”.