Carecían de insumos, les faltaban equipos, medicamentos y hasta el suministro de oxígeno era limitado en los hospitales producto de la crisis en Venezuela. Pero ahora, con la seguidilla de apagones que en las últimas semanas han dejado prácticamente a oscuras a todo el país, el dramático declive en el sector de salud ha provocado, literalmente, batallas entre la vida y la muerte entre los pacientes más graves.
Según cifras de la oposición, durante el primer gran apagón, del pasado 7 de marzo y que afectó al 90% del país, se registraron 21 víctimas fatales, mientras que el chavismo reportó solo dos. A su vez, desde el segundo corte de suministro eléctrico, que -comenzó el 25 de marzo- cinco personas han fallecido, dos de ellas por problemas durante el traslado hospitalario por fallas en los ascensores.
Cuando el segundo apagón del mes cumplía su tercer día sin ser resuelto por la estatal encargada del sector eléctrico (Corpoelec), Jaime Lorenzo, de 52 años, director ejecutivo de Médicos Unidos por Venezuela y jefe de guardia del Hospital Ricardo Baquero González, ubicado en Caracas, llegó temprano al centro de salud para revisar si estaba operativa o no la planta eléctrica del recinto.
"Lo primero es verificar si hay agua o luz. Desde hace tiempo veníamos con fallas, pero ahora, con los cortes prolongados, hasta se han dañado los generadores. El personal hace malabares para cumplirle a los pacientes y en algunos casos, han tenido que intervenir quirúrgicamente utilizando la luz de los propios celulares o atender partos en las mismas condiciones", relató Lorenzo a La Tercera en una intermitente conversación telefónica.
Cuando se va la energía, también se cae la señal de los celulares y la de internet en Venezuela. De acuerdo a las autoridades, el segundo apagón habría sido producto de la explosión de tres transformadores en una de las plantas de la Hidroeléctrica de Guri, que provee luz a cerca del 70% de los venezolanos.
Tanto hoy, que el país se encuentra en medio de un plan de racionamiento eléctrico impulsado por el oficialismo, como en los cortes anteriores, el gobierno de Nicolás Maduro ha atribuido la falla de suministro al "sabotaje" y a "la guerra eléctrica" de la Casa Blanca. Mientras que, desde la oposición, han denunciado la "falta de mantenimiento y corrupción" en el sector energético.
Pero más allá del origen de los apagones, algunos como el venezolano Luis Orozco, de 58 años y que padece hipoplasia renal congénita, sufren en carne propia los efectos de los cortes permanentes. "Estoy nuevamente en el Hospital Central de Maracay esperando a que me ingresen para recibir diálisis. El problema, además de que somos 85 enfermos en espera para cinco máquinas y que tampoco hay insumos dializadores ni vitamina B, es que tampoco hay agua y la luz se va", contó a La Tercera. Al igual que con Lorenzo, la conversación se ve interrumpida en varias ocasiones por la pérdida de señal.
De acuerdo con este venezolano, que mantiene la ilusión de continuar su tratamiento, "no queda otra que esperar porque se corre el riesgo de perder la vida. Las horas pasan y se siente feo, porque uno se duerme y otros andan cazando las máquinas. Es una crisis que mata".
¿Y la ayuda humanitaria?
Tras el fallido intento por trasladar la ayuda humanitaria internacional desde Cúcuta (Colombia) a Venezuela, la oposición ha comenzado a recibir fuertes críticas de parte de quienes esperan y necesitan las toneladas de medicamentos e insumos para sus tratamientos.
Ante esto, el propio Juan Guaidó señaló a fines de marzo que "el ingreso de ayuda humanitaria siempre ha sido prioridad" y que pronto se entregarán "nuevos apoyos para contener la tragedia".
Frente al desamparo, Rosa Rojas, de 26 años y estudiante de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, buscó su propia "ayuda internacional", para costear una sexta cirugía producto de una obstrucción intestinal derivada de una peritonitis apendicular, que hace un año le cambió la vida. Actualmente intenta recaudar a través de GoFundMe, una plataforma online de financiación colectiva, US$ 6.500 para su operación, cuyo presupuesto tiene vigencia por solo 19 días.
La hiperinflación es otro de los males que afecta a quienes padecen una enfermedad en Venezuela y que con una proyección de 10.000.000% para fines de 2019, provoca que cualquier remedio, examen o tratamiento, que por más difícil que sea de conseguir, también sea impagable, porque su costo se eleva día a día.
"Ahora me encuentro en una casa de reposo (...) porque con el apagón la clínica permanece cerrada. Al no haber electricidad se suspende el resto de los servicios y me preocupa que cuando retomen las actividades puedan incrementar el presupuesto", cuenta Rojas en diálogo por Whatsapp con La Tercera.
De todas formas, mientras la intermitencia de energía pareciera estar lejos de solucionarse, ya que el plan de racionamiento se extenderá por al menos 30 días, Rosa Rojas se mantiene firme en su objetivo y celebra el valor de la difusión digital que le ha permitido divulgar su historia para recibir aportes desde fuera de Venezuela para ser operada en Caracas. "Mi sueño en Venezuela es graduarme y trabajar arduamente por la construcción de mi país", concluyó.