Desde hace años que la extrema derecha francesa está más cerca que nunca de alcanzar el poder: en las presidenciales de 2012, Marine Le Pen salió tercera, en 2017 llegó al balotaje, en 2022 resultó segunda, pero avanzó en la Asamblea Nacional, y esta vez, sin llegar aún a ponerse la banda tricolor, es probable que la líder de Agrupación Nacional gobierne de la mano de su pupilo, Jordan Bardella. Faltando menos de una semana para la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas, las encuestas muestran el mismo podio que cuando empezaron: Agrupación Nacional (extrema derecha), Nuevo Frente Popular (izquierda) y Juntos (centro).
Los sondeos confirman la mayoría de la extrema derecha, pero sin alcanzar la absoluta que reclama Agrupación Nacional. La alianza de izquierda, pese a sus divisiones, está en segundo lugar. Un sondeo del Instituto Elabe para La Tribune Dimanche y BMTV le da al partido de Marine Le Pen casi la mayoría absoluta de los escaños: el 36% de los votantes, si se le suma una parte de Los Republicanos, el partido conservador cuyo presidente Éric Ciotti aseguró apoyar a Agrupación Nacional. En caso de alianza, ambos conseguirían entre 250 y 280 diputados, en una mayoría absoluta que se consigue con 289.
El mismo sondeo le da, con el 27% de intenciones de voto, un segundo lugar al Nuevo Frente Popular, la alianza con la que La Francia Insumisa, los ecologistas y los socialistas intentan detener a Le Pen. Con los resultados, llegarían a entre 180 y 210 escaños. El tercer lugar lo tiene Juntos, el oficialismo macronista, con un 20% de votos, y consiguiendo entre 80 y 110 diputados. Precisamente quien llamó a las nuevas elecciones adelantadas es el que más lejos está de ganarlas: el presidente Macron.
Aunque fue la enorme victoria en las elecciones europeas de Agrupación Nacional la que sentó el clima para un adelanto electoral, fue la decisión casi inmediata del presidente Macron la que activó la campaña flash de tres semanas, que este 30 de junio y 7 de julio llama a los franceses a elegir a sus diputados en la Asamblea Nacional.
A diferencia de España y Reino Unido, países claramente parlamentarios, y los países de América, en general presidenciales, Francia cuenta con un sistema mixto “semipresidencial”, donde cabe la figura de la “cohabitación”: un primer ministro, elegido por la Asamblea, puede pertenecer a un partido, y el presidente de la Nación, elegido por los franceses directamente, puede pertenecer a otro. Esto sumerge a Francia, precisamente en estas semanas, en una incertidumbre que el resto de Europa también mira con atención.
En cada circunscripción, la primera vuelta de las legislativas francesas será este 30 de junio, los votantes elegirán “quién entra” en la segunda vuelta. De ahí, el 7 de julio tendrá lugar la votación “definitiva”. Si alguno de los candidatos en una circunscripción logra, este mismo domingo, más del 50% de los votos, con al menos el 25% de los votantes registrados, gana automáticamente el escaño. En este caso, es probable que se conozcan algunos pocos escaños de la próxima Asamblea Nacional este mismo domingo. De todos modos, en este tipo de elecciones la tasa de abstención es decisiva.
Hay diferentes escenarios posibles para estas legislativas. El más improbable, de momento, es que el partido oficialista consiga la mayoría, sea absoluta o relativa. En caso de que eso pase, superando los 289 escaños, la alianza Juntos de Macron podría mantener al actual primer ministro Gabriel Attal, y este segundo podría nombrar al resto de los ministros. En caso de conseguir la mayoría absoluta, además, Macron podría llevar a cabo sin problemas su programa de gobierno. En caso de obtener mayoría relativa, el partido del presidente vuelve al statu quo anterior: tiene que negociar para pasar sus leyes, lo que viene siendo la situación desde las elecciones de 2022.
Las situaciones más probables, sin embargo, llevan a otras direcciones, y sobre todo a la posibilidad de bloqueo gubernamental. Si ningún partido consigue una mayoría absoluta, tendrían que negociar entre sí; pero considerando la división en tres tercios de la política francesa, esto podría llevar a un estancamiento. De no poder configurarse una alianza que tenga mayoría y nombre primer ministro (por ejemplo, extrema derecha con centro, o izquierda con centro), habría que esperar otro año más para llamar a elecciones legislativas. E incluso, solo en caso de querer adelantar estas, podría darse que el presidente renuncie, aunque hasta el momento Macron ha descartado ese paso.
Ahora, la situación más probable de todas, si Agrupación Nacional gana las elecciones, es la cohabitación. La extrema derecha nombraría así a su primer ministro, Jordan Bardella, y sería él quien tendría el “verdadero poder” en el gobierno francés, nombrando al resto de los ministros y encargándose de la agenda tanto Ejecutiva como Legislativa. A Macron, en ese caso, solo le quedarían las “funciones soberanas”: la política exterior y la posibilidad de declarar la guerra. A esta situación, en la política francesa, se le conoce como la cohabitación, y no sería la primera vez que sucede.
En su Quinta República, que empezó un poco después de la Segunda Guerra Mundial, Francia ha vivido tres cohabitaciones, o sea, que el partido de oposición gane las parlamentarias en medio de un mandato de un presidente de distinto signo político. El último caso tuvo lugar en 1997, cuando el presidente Jacques Chirac, de centroderecha, disolvió el Parlamento y perdió frente a una coalición izquierdista, liderada por el Partido Socialista.
Con este resultado, fue nombrado primer ministro Lionel Jospin, quien dirigió el gobierno hasta 2002. En tanto primer ministro, pudo introducir varias leyes con las que Chirac y su sector no estaban de acuerdo, como, por ejemplo, la semana laboral de 35 horas, la salud universal y la unión civil para parejas del mismo sexo.
En caso de tener a Bardella como primer ministro, Macron aún tiene ciertos poderes, como, por ejemplo, mandar leyes al “Consejo Constitucional” para revisarlas, o pedirle una segunda lectura a la Cámara. Pero si, al final, el Consejo se declara incompetente o los diputados votan la misma ley de nuevo, el presidente tiene el deber de firmar esa ley.
Para sumarle la incertidumbre al tema, si Macron apostó fuerte, Jordan Bardella también lo está haciendo. Poco dispuesto a negociar su nombramiento, el pupilo de Marine Le Pen ya aseguró que no será primer ministro si su partido, Agrupación Nacional, no consigue la mayoría absoluta el 7 de julio. Con esas palabras, está tratando de pedir a las derechas en bloque que den la espalda a Macron y voten por él, amenazando de paso con el bloqueo gubernamental si no supera el 50% de los escaños.
A una semana de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia, Bardella se siente “listo” para gobernar y se considera “la única alternativa creíble” al macronismo en Francia. Y si su formación logra la mayoría absoluta, lo hará con mano dura para volver a poner “orden”, una palabra que repite insistentemente “en las calles y en las cuentas públicas”.
Este lunes, durante la presentación formal de su programa de gobierno, Bardella prometió atajar con “urgencia” la inmigración y emprender “un big bang de autoridad” dentro del sistema educativo, así como por revisar a fondo el actual sistema financiero para sanear unas cuentas que considera “irresponsables”. Entre las medidas concretas que adoptaría en caso de llegar al poder, anunció mano dura contra los delincuentes reincidentes y la eliminación del derecho a la nacionalidad para hijos de extranjeros.