Para muchos, el primer ministro indio, Narendra Modi, ha decidido echar sal a una herida religiosa de 500 años de antigüedad en parte por motivos electorales.
“El 22 de enero de 2024 no es solo una fecha en el calendario, sino que anuncia el advenimiento de una nueva era”, afirmó Modi al inaugurar con gran fanfarria un templo hindú en el estado de Uttar Pradesh, en el norte de India, este lunes 22 de enero.
Pero no es cualquier templo, ya que se trata del Ram Mandir, que los nacionalistas hindúes llevan décadas exigiendo, para gran consternación de la minoría musulmana de esta región.
De hecho, el Ram Mandir se construyó en la ciudad de Ayodhya, precisamente donde se encontraba la mezquita de Babri. La historia de la destrucción de este lugar de culto musulmán y la construcción del templo hindú representa una síntesis de las tensiones religiosas que atraviesan India e ilustra la forma en que Narendra Modi y su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP), se benefician.
Lugar de nacimiento del rey Rama
Las tensiones crecen en un año electoral. La inauguración del templo por parte del premier es considerada “la piedra angular de su campaña” para las elecciones legislativas de abril a mayo, asegura Sumantra Bose, politóloga india.
La construcción del templo de Ram Mandir era esperada desde 1990 por los nacionalistas hindúes, que forman la base electoral del BJP. En aquella época, y desde 1529, era la mezquita de Babri la que estaba situada en Ayodhya, pero estaba en el punto de mira de los más fervientes partidarios del movimiento BJP.
Los fundamentalistas hindúes afirman que la mezquita fue construida en el lugar de nacimiento del rey Rama, una de las figuras centrales del hinduismo. “Representa al rey sabio y benévolo por excelencia”, señala Sumantra Bose.
“Es muy importante, especialmente en Uttar Pradesh y en parte del cinturón hindi (que incluye nueve estados del norte y centro de India, donde el hindi es el idioma oficial)”, añade Amalendu Misra, politólogo de la Universidad de Lancaster, que ha escrito sobre la batalla por la construcción del templo Ram Mandir.
El Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), grupo paramilitar nacionalista hindú del que el BJP es una rama política, ha hecho de la recuperación de este lugar “un elemento central de su esfuerzo de movilización”, precisa Bose. Una campaña que culminó el 6 de diciembre de 1992 con la destrucción de la mezquita, asaltada por una multitud de fanáticos hindúes, alimentada por la propaganda del RSS.
Luego estalló la violencia sectaria que causó la muerte de unas 2.000 personas, en su mayoría musulmanes. Para algunos historiadores, este episodio “representa un punto de inflexión en la historia de las relaciones entre musulmanes e hindúes en India”, como escribió Amalendu Misra, en The Conversation.
Un templo políticamente relevante
El BJP, por su parte, se benefició enormemente de la destrucción de la mezquita. El partido, hasta entonces casi inexistente en el mapa electoral indio, logró un avance impresionante durante las elecciones generales de los años 1990, pasando de dos representantes electos en 1984 a más de 160 en 1996.
Pero aún no había ningún templo para la gloria de Rama. Se necesitarían más de veinte años para que la Justicia india resolviera el conflicto entre musulmanes e hindúes a favor de estos últimos.
“El Tribunal Supremo hizo un gran regalo a Narendra Modi en 2019″, subraya Bose, quien señaló que la destrucción de la mezquita fue ilegal. Sin embargo, se concedió a los hindúes el derecho a construir un templo en ese lugar.
Comienza entonces lo que Amalendu Misra llama una “causa nacional”, promovida por el Gobierno, que ha creado un fondo para la construcción del templo “financiado en gran parte por la diáspora india”, subraya este experto.
Todo el talento de Narendra Modi habrá sido “tomar las riendas del proyecto y hacerse pasar por su arquitecto principal cuando no es así”, afirma Misra.
“El primer ministro indio ha puesto en marcha toda una maquinaria de propaganda en torno a esta inauguración para convertirla en una especie de gran momento de encuentro nacional “con su habitual sentido del espectáculo y de la puesta en escena”, subraya Bose.
El objetivo principal es ganarse el corazón de los votantes del estado de Uttar Pradesh. Es una región crucial para las próximas elecciones. “Envía más de 80 cargos electos al Parlamento, lo que significa que casi el 15% de los diputados proceden de Uttar Pradesh”, resalta Bose.
El BJP de Narendra Modi espera obtener más de 60 escaños en este estado, una hazaña a la que apuesta en torno a la construcción del nuevo templo, destacan los expertos.
¿Segunda República hindú?
El énfasis puesto en esta toma de posesión también se debe al hecho de que el primer ministro no tiene mucho más que vender a los ciudadanos. “En términos de narrativa para movilizar a sus votantes, difícilmente puede contar con la economía, que no ha mejorado mucho, mientras que en el frente de las políticas de lucha contra la pobreza ha habido algunas medidas emblemáticas, pero el nivel de vida general no ha experimentado grandes cambios”, señala Amalendu Misra.
Por eso también necesitaba inaugurar el templo lo antes posible, completar la construcción hasta 2027 resultaba demasiado tarde para ayudar al premier en sus aspiraciones por la reelección en los comicios generales de este año.
Esta suntuosa ceremonia -algunas regiones incluso han declarado festivo el 22 de enero, como el estado de Goa- “tiene también un significado político que va más allá del simple marco electoral”.
No es casualidad que Narendra Modi quiera asociarse con un rey mítico como Rama, ya que “busca destilar el mensaje de que sería una especie de versión del siglo XXI de este líder bueno y justo”, analiza Bose.
Además, el país también se acerca rápidamente a las celebraciones del 75º aniversario de la fundación de la República de India, que se remonta al 25 de enero de 1950. La inauguración del templo Ram Mandir “debería permitir a Modi dar forma a la idea de que estableció una segunda república nacionalista e hindú”, estima Bose.
El templo es visto por algunos líderes nacionalistas como un centro religioso a la altura del Vaticano, para los católicos, y La Meca, para los musulmanes, al considerarlo como “un símbolo del Hindutva”, una idea que plantea que los hindúes son los verdaderos indios, y que ha servido de base para justificar que otras minorías religiosas no pertenecen a la nación.
Musulmanes, los grandes perdedores
Se trata también de una “trampa para la oposición”, reportó el canal de noticias qatarí ‘Al Jazeera’. El Partido del Congreso, principal fuerza de oposición, se mostró muy discreto en esta toma de posesión, negándose simplemente a asistir.
“Es imposible que critiquen demasiado esta ceremonia, de lo contrario serán acusados de sentimiento anti-hindú y de ser un partido que solo se preocupa por los intereses de los musulmanes”, explica Bose.
Estos últimos son también los grandes perdedores en este asunto. La Corte Suprema les concedió un terreno a las afueras de la ciudad de Ayodhya, en 2019. Pero “es un lugar cerca de un pequeño pueblo del que nadie ha oído hablar”, indica el politólogo indio. Además, los musulmanes de India todavía no han conseguido recaudar los fondos para iniciar la construcción de la nueva mezquita.
Queda por ver si toda esta puesta en escena “tendrá el efecto deseado para Narendra Modi”, se pregunta Misra. De hecho, la gran mayoría de los hindúes en 2024 ya no tienen mucho en común con la generación de los años 1990, destaca.
“La demanda de la construcción de un nuevo templo para Rama fue en parte una manera para que los hindúes expresaran sus sentimientos de que los intereses de sus gobernantes no tuvieron en cuenta a la comunidad”, subraya el politólogo de la Universidad de Lancaster.
10 años después de la llegada de Narendra Modi al poder, es evidente que ese ya no es el caso. Siempre hay hindúes radicales, “pero para la mayoría de los jóvenes la inauguración de un nuevo templo no tiene gran importancia”, concluye Misra.