El costo de la vida se ha disparado en Estados Unidos y en toda Europa, lo que ha gatillado un incremento en la cantidad de personas que recurre a los bancos de alimentos, una situación que no se había visto en décadas.
En Estados Unidos, por ejemplo, el costo de los alimentos aumentó un 10,4% respecto al año anterior, el mayor incremento en 12 meses desde 1981. Así, los bancos de alimentos están tratando de satisfacer estas necesidades mientras hacen frente a la disminución de las donaciones y, en algunos casos, a una mayor conciencia entre las personas que necesitan ayuda de que estas instituciones son una opción. En este contexto, el 45% de los bancos de alimentos estadounidenses está experimentando un aumento de la demanda.
Los datos de la Oficina del Censo mostraron que el mes pasado, 25 millones de adultos a veces no habían comido lo suficiente en los siete días anteriores. Ese fue el mayor número desde justo antes de la Navidad de 2020, cuando la pandemia siguió cobrando un alto precio económico y la tasa de desempleo era casi el doble de lo que es hoy.
Una encuesta realizada por Urban Institute, citada por el diario The New York Times, encontró que la inseguridad alimentaria, después de caer drásticamente en 2021, aumentó aproximadamente al mismo nivel en junio y julio que el que alcanzó en marzo y abril de 2020: alrededor de uno de cada cinco adultos informó haber experimentado inseguridad alimentaria en los 30 últimos días. Entre los adultos con trabajo, el 17,3% dijo haber experimentado inseguridad alimentaria, en comparación con el 16,3% en 2020. La encuesta más reciente entrevistó a 9.494 personas y tiene un margen de error de 1,2 puntos porcentuales.
Feeding America, la red de bancos de alimentos más grande del país, que ayuda a abastecer las despensas de primera línea más pequeñas donde los clientes recogen alimentos, indicó que el 65% de las organizaciones miembros encuestadas habían informado un aumento de mayo a junio en la cantidad de personas atendidas. Solo el 5% reportó una disminución.
Al mismo tiempo, las donaciones en efectivo, una gran ayuda al comienzo de la pandemia, se han reducido. En el primer trimestre del año, los ingresos de la oficina nacional cayeron casi un tercio con respecto al año anterior, de US$ 151 millones a US$ 107 millones.
La red de Feeding America -que incluye 200 bancos de alimentos y 60.000 despensas de alimentos y programas de comidas- indicó que de febrero a mayo, el 73% de los bancos dijo que las donaciones de alimentos habían disminuido, el 94% señaló que el costo de las compras de alimentos había aumentado y el 89% aseguró que estaban pagando más por transporte para adquirir o entregar alimentos.
“Es una situación difícil. Con la reducción de las donaciones, muchos bancos de alimentos de Feeding America se encuentran con un 20% a 30% menos de inventario en este momento, con una demanda del 10% al 15% en todo el país”, dijo al programa Fox & Friends First, el director ejecutivo del banco de alimentos de San Antonio, Eric Cooper. “Las filas se han vuelto más largas, de vuelta a lo que experimentamos durante el Covid”.
Cooper dijo que la inflación ha dejado a muchas familias en situaciones difíciles y que las preocupaciones económicas en curso las han tornado indefensas e incapaces de pagar el arriendo, el cuidado de los niños o los servicios públicos. “Hablamos con una persona de 80 años con ingresos fijos, que cuida a su padre de 102 años. Esto se traduce en altos costos de atención médica y una incapacidad para obtener alimentos”, explicó.
Al otro lado del Atlántico
Una situación similar se vive en países al otro lado del Atlántico. Es lo que ocurre en Reino Unido, donde el uso de bancos de alimentos se ha normalizado al punto que los niños consideran una visita a estos lugares de la misma manera que hacer la compra semanal del supermercado.
Así lo dio a conocer al portal iNews la profesora Greta Defeyter, directora del Laboratorio de Vida Saludable de la Universidad de Northumbria, quien señaló que por primera vez en su investigación sobre el uso de los bancos de alimentos y los niños y jóvenes, éstos no reportaron sentimientos de estigma o vergüenza.
“Creo que es realmente terrible. No queremos el estigma para las personas que utilizan los servicios, pero ninguno de estos servicios en su forma actual aborda realmente las causas profundas de la pobreza. Creo que realmente dice algo cuando los niños piensan que esta es la forma normal de comprar comida”, indicó.
Los bancos de alimentos en algunas de las partes más pobres de Reino Unido se están quedando con los estantes vacíos, ya que el gobierno no lleva un registro de dónde se necesita más apoyo, advirtieron los expertos. Áreas en pueblos y ciudades como Hull, Stoke-on-Trent y Redcar están viendo a más de uno de cada 10 adultos pasando hambre, según una investigación realizada por la Food Foundation el año pasado.
El banco de alimentos en la iglesia de St. Bride, justo al norte de la enorme catedral de Liverpool, por ejemplo, repartió 19.000 paquetes de alimentos a 6.000 personas el año pasado. Durante la pandemia, sus voluntarios repartieron un promedio de 73 provisiones de emergencia en su banco de alimentos de dos horas todos los martes. Eso se ha más que duplicado desde entonces, a alrededor de 150, y se espera que aumente aún más, indicó el diario The Guardian.
“La gente está buscando parrillas desechables, parrillas viejas y leña para cocinar durante el invierno. La gente ya está comprando velas para usar como luces”, dijo al mismo diario, Ann Roach, una trabajadora comunitaria en West Everton.
Roach administra el banco de alimentos del área y una despensa comunitaria donde las personas pueden comprar comestibles por un valor de US$ 18 a US$ 24 por una suscripción semanal de US$ 4,23, un modelo que se está generalizando en el país a medida que las personas buscan alternativas más baratas.
La situación es tan crítica que expertos han advertido que los hogares de Reino Unido podrían sufrir la mayor caída anual en su nivel de vida desde la década de 1950, ya que la invasión rusa de Ucrania hizo subir los precios mundiales de la energía. Con la inflación ya en la tasa más alta en 30 años, los analistas sostienen que un alza sostenida de los mercados mayoristas de petróleo y gas aumentaría aún más la presión sobre las familias por el reajuste de las facturas de servicios públicos.
Una situación similar se vive en Alemania, donde la inflación se disparó al 7,9% en mayo, su nivel más alto desde la reunificación en 1990, con los precios de los alimentos entre los más afectados.
La demanda de bancos de alimentos en todo el país ha aumentado “significativamente” desde principios de año y se ha duplicado en algunas zonas, según dijo a Deutsche Welle una portavoz de la red de bancos de alimentos de Tafel.
Hay alrededor de 1.000 esquemas de este tipo en Alemania, administrados por voluntarios y disponibles para los clientes en función de los medios.
Los comestibles, aunque se donan, todavía se venden en lugar de regalarse a los clientes, ya que Tafel tiene que cubrir los costos de funcionamiento, incluidos los arriendos y la electricidad. La organización también ha tenido que subir los precios, porque sus costos de funcionamiento han subido.
Es el caso de la jubilada alemana Gabriele Washah que esperaba en la fila para llenar su carro con bolsas de zanahorias por 50 centavos de euro, yogures que acaban de caducar y ramos de flores marchitas. “A veces vuelvo a casa de la tienda casi llorando, porque ya no puedo pagarlo”, dijo a la agencia France Presse en Bernau, cerca de Berlín.
Blinken inicia gira por Sudáfrica
En medio de este contexto, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, comenzó el domingo una gira por tres países de África en un momento de creciente preocupación de EE.UU. por la influencia de Rusia en el continente y poco después de un viaje reciente del principal enviado de Moscú.
El aumento de los precios de los alimentos acelerado por la invasión rusa de Ucrania ha afectado a África, donde la mayoría de las naciones son importadoras netas de alimentos. Los altos costos del combustible y los alimentos, la sequía, los conflictos y las perturbaciones económicas provocadas por la pandemia del coronavirus están exacerbando la pobreza y el malestar, y han llevado a millones al borde de la hambruna.
Muchos países africanos se han resistido a tomar partido en la guerra de Ucrania y han rechazado los llamados occidentales para participar en las sanciones contra Moscú. El viaje de Blinken, que comienza en Sudáfrica, se produce en medio de una serie de visitas de alto nivel al continente por parte de funcionarios estadounidenses que transmiten el mensaje de que las acciones de Rusia en Ucrania son las culpables de la crisis alimentaria.
“Ha sido algo así como una llamada de atención”, dijo a The Wall Street Journal, Brahima Sangafowa Coulibaly, del centro de estudios de tendencia liberal Brookings Institution. “Los países africanos no dieron señales de un apetito abrumador por simplemente aceptar la retórica de Occidente”.
Las principales potencias como Sudáfrica se han negado a apoyar las resoluciones de las Naciones Unidas que condenan a Rusia. La Unión Africana se ha quejado ante los líderes europeos de que pagar las exportaciones de alimentos rusos se han vuelto más difíciles desde que la mayoría de los grandes bancos rusos fueron eliminados del sistema de pago Swift.