A pesar de que la curva de contagios en Italia ha ido decreciendo, aunque muy lentamente, y que esta semana se registró el numero más alto de recuperados (1.590) desde el principio de la emergencia por el coronavirus, la alerta sigue siendo alta, tanto así que las medidas de aislamiento en vigor a lo largo de todo el país, tales como la cuarentena, la suspensión de clases y el cierre de las actividades comerciales, se mantendrán por al menos otras dos semanas.
Actualmente, el país europeo se encuentra en estado de emergencia y es por eso que también preocupa el alto número de contagios y muertos entre los médicos que han entrado en contacto con pacientes Covid - 19. Hasta este momento, en la península han fallecido 73 operadores sanitarios infectados y más de 10 mil han contraído el virus desde el brote de la epidemia en Italia. En total, el país registraba 115 mil casos y más de 13.900 muertos.
La Asociación italiana de médicos apunta a la poca preparación y a la falta de indumentaria de seguridad, como la causa principal de los altos contagios entre el personal de la salud en ese país.
En lo especifico, se refiere a la “incapacidad de contener el riesgo biológico, sobretodo en los centros de urgencias”. Además, hace hincapié en la falta de tests de detección del virus para médicos y enfermeros, quienes están siendo examinados solo en caso de presentar síntomas, “transformando a muchos operadores sanitarios asintomáticos en super difusores del virus”.
A continuación, los testimonios de quienes están al frente de la lucha contra el coronavirus.
Antonio, 37 años: Tratamos de reemplazar a toda la familia”
En llegar desde su casa a la clínica de Reggio Emília donde trabaja como enfermero, Antonio se demora 10 minutos en auto, pero hace poco más de un mes ese tiempo solía ser mayor. Ahora, a causa de la cuarentena en la que se encuentra Italia, las calles están vacías. “Quizás es porque no hay tráfico, pero el único sonido que escucho es la sirena de las ambulancias y pienso que en cada una de ellas viene llegando un nuevo paciente con Covid 19”. Antonio reconoce estar estresado y sabe que eso le pasará la cuenta cuando la emergencia desaparezca. “Trato de desconectarme cuando salgo de la clínica, pero me es imposible. Por eso decidí apagar la televisión y hacer cosas útiles en casa, ya que yo tampoco puedo salir, solo voy a mi trabajo y al supermercado. A pesar de no estar contagiado, tengo miedo de no saberlo y de difundir el virus en mi casa o en la calle”, comenta.
Este enfermero explica cómo se produjeron los primeros contagios entre sus colegas: “Solo en la clínica donde estoy, hay unos 40 operadores sanitarios infectados. Ahora tenemos dispositivos de seguridad: guantes, mascarillas y protectores para los ojos, pero cuando comenzaron a llegar los primeros pacientes positivos no teníamos nada. Durante toda la primera semana trabajamos sin insumos de seguridad. Ahí se contagiaron muchos trabajadores”.
Antonio comparte un pequeño departamento en el centro de la ciudad junto a su pareja, quien también es operador sanitario. Ejerce como enfermero hace 10 años, es un tipo jovial, alegre, de esos que entran a la habitación abriendo la puerta de sopetón, entonando un buenos días y con sonrisa sincera que por estos días le cuesta mantener en su rostro. “Nuestros pacientes están aislados y eso es duro para ellos y sus familiares. Cuando me llaman para saber cómo están, a veces les miento. Le digo a qué hora despertaron y qué estuvieron tranquilos, porque me da pena decirles que se han pasado el día llorando”, dice.
Sara, 39 años: “Me contagié de Covid-19, me recuperé y volví a trabajar”
Sara esta en su casa con sus dos hijos, de cuatro y nueve años. Viene llegando del hospital San Raffaele de Milán, donde es hematóloga, aunque en las últimas semanas le ha tocado asistir a los médicos de la sección Covid-19, el ala del recinto donde fueron agrupados todos los pacientes infectados por el coronavirus. Su esposo no está en casa ya que también es médico, pero en el hospital de Bergamo, la ciudad donde la semana pasada camiones de militares se llevaban a los muertos a causa del virus.
Afirma estar cansada mentalmente. “Llevo semanas enfrentando una sola enfermedad. Todos mis pacientes tienen dificultades respiratorias, todos están aislados y mueren por la misma razón”, explica mientras esta sentada con su pequeña hija en los brazos: “Siento que formamos parte del frente de una guerra”.
Sara sigue hablando de su día a día cuando sin darle demasiada importancia, cuenta que ella también se enfermó de Covid 19. No sabe dónde se contagió, pero recuerda bien cómo fueron los síntomas: “Comencé con fuertes dolores musculares y de huesos, poca fiebre, mucha tos y una sensación de peso en el tórax. Estuve dos semanas recuperándome en casa, ya que no corría riesgo vital. Mis hijos afortunadamente no se enfermaron”.
A este punto de su relato, preguntarle si no le da miedo regresar a su trabajo parece algo banal, pero inevitable: “No, no tengo miedo, soy una persona tranquila y con las protecciones que nos entregaron ahora, me siento segura”.
El esposo de esta hematóloga también se infectó, se recuperó y tal como ella después del período de aislamiento, regresó a su lugar de trabajo, “cuando estuvimos los dos enfermos, utilizamos mascarillas dentro de casa y baños separados, pero no quisimos que nadie nos ayudara con los niños para no seguir contagiando personas. Como familia nos encerramos en nuestro hogar por más de un mes”.
Sara cuenta que lo más difícil es ver la soledad de los pacientes, “cuando alguien es hospitalizado, los familiares se preparan para lo peor. Todos los días hablamos con ellos y les explicamos como están. Muchos no alcanzan a despedirse, pero comprenden la situación. Hay mucho dolor y también mucha dignidad”.
Marcela Margotta, 39 años, enfermera chilena en Milán
Cada día, al regresar a su hogar después de un turno de 12 horas, Marcela Margotta se encierra en el baño, se ducha, recoge su ropa y la deja afuera de su casa. Solo cuando ha quitado de su cuerpo cualquier rastro que facilite un posible contagio, va a saludar a sus tres hijos pequeños.
“Tengo miedo, eso es humano. Temo contagiar a mis niños, sobretodo al de cuatro años, ya que sufre de asma. No se cómo podría reaccionar su organismo a este virus y esa incertidumbre me hace mal”, dice.
Cuenta que lleva semanas con dolor de estómago y admite que es la ansiedad causada por su trabajo. Marcela ejerce como enfermera hace 16 años y nunca había vivido una situación similar. “Cuando egresas de esta carrera, en Italia hacemos un pacto ciudadano y nos comprometemos a aceptar los riesgos de esta profesión, pero cuando dichos riesgos involucran a tu familia es muy duro. Si algo me sucede deberé irme de casa, ya que además de mis hijos tengo a mi abuelo de 87 años. Todos ellos se están arriesgando”, dice.
Marcela Margotta cursaba Ingeniería Civil en la USACH, pero en 1999 se fue de vacaciones a Italia y nunca más regresó a Chile. “Mi padre es italiano. Por eso me pude quedar sin problemas”, explica. “Comencé haciendo voluntariado con chicos con retraso mental y luego entré a estudiar enfermería. Han pasado 21 años desde que decidí vivir en Italia”, recuerda.
Esta enfermera chilena radicada en Italia reconoce estar agotada y estresada, especialmente porque está enfrentando una situación nueva y desconocida que además no tiene fecha de termino.
“He visto que el virus evoluciona en forma diferente. En mi sección hay un chico de 16 años en riesgo vital, mientras que hay ancianos de 80 recuperándose en casa. No comprendemos el por qué”, manifiesta.
Entre Marcela y los pacientes afectos de Covid-19 que tiene a su cargo se ha ido creando una relación cercana ya que el tiempo de hospitalización es largo “unapersona que es positiva a este virus se aferra la vida”. “Ellos me miran y me piden ayuda. No podré olvidar aquellos ojos asustados”, concluye.