Durante décadas, los avances en la atención médica y la seguridad han reducido constantemente las tasas de mortalidad entre los niños estadounidenses. En un cambio alarmante, las tasas ahora han subido al nivel más alto en casi 15 años, particularmente impulsadas por homicidios, sobredosis de drogas, accidentes automovilísticos y suicidios.

El repunte entre los estadounidenses más jóvenes se aceleró en 2020. Aunque el Covid-19 en sí mismo no fue una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, los investigadores dicen que la perturbación social causada por la pandemia exacerbó los problemas de salud pública, incluido el empeoramiento de la ansiedad y la depresión. Un mayor acceso a armas de fuego, conducción peligrosa y narcóticos más letales también ayudaron a aumentar las tasas de mortalidad.

Entre 2019 y 2020, la tasa de mortalidad general para las edades de uno a 19 años aumentó un 10,7% y aumentó un 8,3% adicional al año siguiente, según un análisis de las estadísticas federales de muerte dirigido por Steven Woolf, director emérito del Center on Society and Health en Virginia Commonwealth University, publicado en JAMA (Revista de la Asociación Médica Estadounidense) en marzo. Ese es el aumento más alto durante dos años consecutivos en el medio siglo que el gobierno ha rastreado públicamente tales cifras, según el análisis de Woolf.

Otros países desarrollados, incluidos Reino Unido, Alemania, Canadá y Noruega, también vieron un aumento en algunos recuentos de muertes entre los jóvenes durante ese tiempo, aunque los aumentos a menudo se concentraron en grupos de edad estrechos o en un solo género, según los recuentos globales de muertes proporcionados por Christopher J.L. Murray, director del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington.

Bolsas de plástico de fentanilo se exhiben en una mesa en el área de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. en el Aeropuerto Internacional O'Hare en Chicago, Illinois. Foto: Reuters

Estados Unidos es el único lugar entre las naciones pares donde las armas de fuego son la causa número 1 de muerte en jóvenes.

Los suicidios entre los estadounidenses de 10 a 19 años comenzaron a aumentar en 2007, mientras que las tasas de homicidio para ese grupo de edad iniciaron su ascenso en 2013, según la investigación en JAMA realizada por Woolf y los coautores Elizabeth Wolf, de Virginia Commonwealth, y Frederick Rivara, de la Universidad de Washington.

Los aumentos en los suicidios y homicidios entre los jóvenes pasaron desapercibidos al principio, porque las tasas generales de mortalidad infantil y adolescente siguieron disminuyendo la mayoría de los años.

La penicilina y otros antibióticos redujeron las muertes por infecciones bacterianas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y las vacunas controlaron virus letales como la poliomielitis y la influenza. Automóviles más seguros, cinturones de seguridad y asientos para automóviles hicieron que la conducción fuera menos mortal. Los cascos de bicicleta, los detectores de humo y las lecciones de natación redujeron los accidentes mortales y los ahogamientos. Los avances médicos que salvan a los bebés prematuros y tratan la leucemia y otros tipos de cáncer ayudaron a más niños a sobrevivir a diagnósticos que alguna vez fueron letales.

“Todas esas ganancias ahora se ven contrarrestadas esencialmente por cuatro causas de muerte”, dijo Woolf.

Cuando comenzó la pandemia, las muertes de jóvenes por suicidio y homicidio aumentaron. Las muertes causadas por sobredosis de drogas y muertes en el transporte, principalmente accidentes automovilísticos, también crecieron significativamente.

El Covid, que surgió como la tercera causa de muerte durante la pandemia, representó solo una décima parte del aumento de la mortalidad entre los jóvenes en 2020, y una quinta parte en 2021, según la investigación dirigida por Woolf, que utiliza datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Pasajeros del Metro observan cómo la gente protesta por la muerte de Jordan Neely, quien fue asfixiado por un compañero de viaje en un tren subterráneo de Nueva York, el 8 de mayo de 2023. Foto: Reuters

Joshua Gillihan tenía 11 años cuando la pandemia cerró su escuela secundaria en los suburbios de Houston en marzo de 2020. Había crecido confiado con muchos amigos, jugaba béisbol y andaba en su motocross en su vecindario de clase media alta en Cypress, Texas, dijo su madre, Kim Gillihan. Los confinamientos convirtieron un descanso temporal de los deportes organizados en una pausa indefinida. Kim Gillihan observó cómo los típicos complejos adolescentes de Joshua acerca de tener que usar anteojos y su apariencia dieron paso a niveles más preocupantes de ansiedad.

“Cuando llegó el Covid, nuestro hijo que nunca estuvo deprimido se deprimió”, dijo.

El esposo de Kim Gillihan, Steve Gillihan, descubrió marihuana en la mochila de Joshua. Cuando se dieron cuenta de que estaba usando la droga con regularidad, su madre se alarmó y buscó consejería para él y para la familia para detenerlo. Ella accedió a darle medicamentos para su depresión, con la esperanza de que eso lo disuadiera de buscar formas ilícitas de aliviar sus síntomas de eso y del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Kim Gillihan tomó el computador y el teléfono de Joshua, y en su lugar le prestó su teléfono para comunicarse con amigos. Ella prohibió las fiestas de pijamas y supervisó de cerca a su hijo. Periódicamente le hacía pruebas de THC, la principal sustancia psicoactiva de la marihuana.

Después de un viaje familiar a Disney World el verano pasado, Joshua, de 14 años, comenzó la escuela secundaria y parecía entusiasmado por conocer gente nueva, dijo Kim Gillihan. Era viernes por la noche después de la primera semana de su primer año, y ella trajo a casa hamburguesas de Sonic que ella y Joshua comieron juntos en la isla de la cocina. Le contó a su madre sobre una chica que quería invitar al baile de bienvenida, y Kim Gillihan comenzó a planear conseguirle un mum (flores), una tradición de Texas, que él podría regalarle en su cita.

Joshua fue a su habitación a pasar la noche mientras su madre hacía las maletas para un viaje de negocios a la mañana siguiente. Ella le dijo a su esposo que pensaba que sus esfuerzos para detener el consumo de marihuana de su hijo finalmente estaban funcionando. “Me siento tan bien con todo”, recordó haberle dicho a Steve Gillihan. “Creo que hemos doblado la esquina”.

A la mañana siguiente, fue a despedirse de Joshua antes de su viaje planeado y encontró su cuerpo frío y sin vida en su cama. Una autopsia mostró que murió por toxicidad de fentanilo. Kim Gillihan dijo que cree que su hijo tomó lo que pensó que era oxicodona o Percocet, pero en cambio era fentanilo puro. Ella afirmó que no sabe cómo lo obtuvo.

“Pensamos que estábamos haciendo todo lo correcto”, añadió.

Los niños mayores y los adolescentes, de 10 a 19 años, representaron la mayor parte del aumento en las tasas de mortalidad de los jóvenes. Los niños, cuyas tasas de mortalidad son aproximadamente el doble que las de las niñas, vieron cómo sus tasas de mortalidad empeoraban en un grado ligeramente mayor durante la pandemia, encontró Woolf. Los hallazgos generales se mantuvieron ciertos cuando los investigadores excluyeron a las personas de 18 y 19 años, que se incluyeron en la investigación más amplia, porque dichos datos gubernamentales se agrupan en franjas de edad de cinco años.

Un oficial de la ley fotografía la escena después de un incidente mortal en el que un automóvil atropelló a peatones en Brownsville, Texas, el 7 de mayo de 2023. Foto: Reuters

Médicos e investigadores de salud pública dicen que el cierre de escuelas, la cancelación de deportes y actividades juveniles y las limitaciones en la socialización en persona empeoraron una creciente epidemia de salud mental entre los jóvenes en EE.UU. Las redes sociales, dicen, han ayudado a impulsarlo al reemplazar las relaciones exitosas con un anhelo de atención social en línea que deja a los jóvenes insatisfechos y los expone a sitios que exaltan comportamientos poco saludables como los trastornos alimentarios e inferirse heridas cortopunzantes.

La demanda de servicios psiquiátricos, asesoramiento y otros apoyos de salud conductual superó con creces la oferta, lo que llevó a los pacientes jóvenes a acudir a los departamentos de emergencia que se vieron afectados por la crisis del Covid.

“Estamos viendo pacientes cada vez más jóvenes que ingresan con crisis de salud mental, e incluso aquellos de ocho a 10 años que ingresan con ideación suicida”, dijo Lois Lee, médico de emergencias pediátricas en el Boston Children’s Hospital que preside el Consejo sobre Prevención de Lesiones, Violencia y Envenenamiento de la Academia Estadounidense de Pediatría.

Lee vio a un paciente de ocho años que trató de envolverse algo alrededor de su cuello para quitarse la vida, dijo. Hay una falta tan grave de servicios de salud mental para pacientes hospitalizados, señaló, que los pacientes jóvenes pueden esperar en los departamentos de emergencia durante días o semanas hasta que haya lugar para ellos en un centro psiquiátrico.

Hasta cierto punto, las crecientes tasas de mortalidad de los jóvenes reflejan las tendencias de la población adulta. Las tasas de mortalidad comenzaron a aumentar para los estadounidenses blancos de mediana edad a partir de 1999, en gran parte debido al suicidio, el abuso de alcohol, las sobredosis de drogas y las enfermedades crónicas del hígado, aunque las tasas para los estadounidenses negros e hispanos cayeron durante el mismo período.

En 2020, la esperanza de vida se redujo en 1,8 años, la mayor disminución desde al menos la Segunda Guerra Mundial, no solo por el Covid, sino también por el aumento de la mortalidad por lesiones no intencionales, incluidas las sobredosis de drogas, así como por los homicidios.

Los investigadores señalan el hecho de que la propiedad de armas aumentó durante la pandemia y que los actos de violencia policial de alto perfil, incluido el asesinato de George Floyd, aumentaron la desconfianza en las fuerzas del orden. Eso llevó a algunas personas a recurrir a formas mortales de “justicia callejera” en lugar de llamar a la policía, dijo Daniel Webster, profesor de salud pública en la Universidad Johns Hopkins, que investiga la violencia armada y la prevención.

Memorial por las víctimas del tiroteo masivo en la Escuela Primaria Robb, el 9 de junio de 2022, en Uvalde, Texas. Foto: AP

Un suministro creciente de las llamadas pistolas fantasmas (armas fabricadas con piezas compradas en línea o fabricadas en impresoras 3D) facilitó que los adolescentes obtuvieran armas de fuego que no podían obtener legalmente debido a restricciones de edad. “Tienes la mayor cantidad de armas de fuego con el menor apoyo social, y ese es el brebaje, por así decirlo, de lo que conduce a aumentos muy repentinos y dramáticos de violencia letal”, explicó Webster.

Los adolescentes negros representaron casi dos tercios de los homicidios entre los 10 y los 19 años al principio de la pandemia, según la investigación dirigida por Woolf, una porción que ha crecido desde la mitad hace dos décadas. Históricamente, los adolescentes blancos han muerto con tasas más altas de sobredosis de drogas, pero las tasas crecientes de tales muertes entre los adolescentes negros e hispanos cerraron esa brecha en 2020.

TiKiya Allen fue una estudiante del cuadro de honor y cheerleader mientras crecía en Detroit, dijo su abuela Bonnie Whittaker. Se matriculó en la cercana Universidad de Oakland después de la secundaria y estaba estudiando para ser enfermera mientras trabajaba a tiempo parcial en un Taco Bell.

TiKiya, de 18 años, estaba en bicicleta mientras visitaba a un amigo en el lado noroeste de Detroit cuando murió en un tiroteo desde un vehículo en movimiento a plena luz del día en julio de 2021. El crimen sigue sin resolverse. La policía de Detroit dijo que parecía que TiKiya era un transeúnte inocente atrapado en el fuego cruzado.

“¿Por qué un niño no debería poder andar en bicicleta por la acera sin la amenaza de perder la vida?”, dijo Whittaker.

El aumento de las muertes relacionadas con el transporte se produce a pesar de que las personas manejaban menos cuando comenzó la pandemia. Los investigadores dicen que la ausencia de otros autos en la carretera llevó a algunas personas a conducir de manera más imprudente y que las distracciones de los teléfonos celulares han hecho que conducir sea más mortal en los últimos años. El consumo de alcohol aumentó durante la pandemia, posiblemente elevando las muertes causadas por conducir ebrio.

Muchos expertos en salud pública dicen que no creen que el fin de la pandemia revierta el aumento de las tasas de mortalidad entre los jóvenes. Rivara predice que estos problemas continuarán debido a asuntos persistentes relacionados con la salud mental y la accesibilidad a las armas.

Wolf dijo que la demanda de servicios psiquiátricos para niños y adolescentes todavía supera la oferta en su oficina de Richmond, Virginia. Los pacientes están en listas de espera de meses para ver a un psiquiatra que acepte seguros.

Pasó dos años practicando medicina pediátrica en el África subsahariana al principio de su carrera. “Allí vimos morir a niños por desnutrición y enfermedades infecciosas”, dijo. “Ahora que he regresado a EE.UU., es increíblemente difícil ver a niños muriendo por causas provocadas por el hombre, como balas y automóviles”.