En la política estadounidense, el cargo de vicepresidente es uno crucial, pero no solo por el poder que ostenta. El número 2 del país es, evidentemente, quien sigue en la cadena de mando al presidente, y en tiempos de elecciones, muchos ven el cargo como una llave para llegar a determinados sectores de la población.
Y cuando Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, hizo su explosivo anuncio este domingo sobre que no seguiría en la carrera por la Casa Blanca, Kamala Harris fue el nombre al que todo el mundo giró a mirar como la principal opción para reemplazar al actual mandatario en la boleta demócrata. Más aún cuando, minutos después de publicar la carta en al que anunciaba su retiro, el mandatario tuiteó que respaldaba la candidatura de su vicepresidenta como la representante del Partido Demócrata.
“Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo”, escribió Biden en redes sociales, entregándole su apoyo directo y concreto para continuar la carrera.
Su posición también se vio impulsada por la muestra de apoyo del expresidente Bill Clinton y la excandidata Hillary Clinton. En una carta, la pareja aseguró que harán “todo lo posible para apoyarla”, y que “ahora es el momento de apoyar a Kamala Harris y luchar con todo lo que tenemos para elegirla. El futuro de Estados Unidos depende de ello”.
La más posible carta demócrata
Cuando Kamala Harris hizo su gran salto a la política norteamericana, lo hizo rompiendo muchos récords en la historia de Estados Unidos. En aquel momento, se convirtió en la primera mujer, la primera afroamericana y la primera estadounidense de origen sudasiático en ser elegida para el puesto. Antes, ya había quebrado antecedentes en muchos otros cargos. La primera mujer afroamericana en ser elegida fiscal de distrito en la historia de California, la primera mujer en ser fiscal general del mismo estado, y la primera senadora indoamericana en llegar a la Cámara Alta.
Ahora, la apuesta es mayor. A todas luces, su nombre emerge como el que tiene más posibilidades de representar al Partido Demócrata en las elecciones presidenciales programadas para noviembre de este año, especialmente luego del respaldo de Biden minutos después de bajarse. También lo repitieron analistas consultados por este medio durante las últimas semanas, quienes coincidieron en que Harris es el nombre más lógico para competir por la presidencia debido a que contará con todo el armazón demócrata ya configurado por su jefe. Algo necesario en caso de que prevalezca como la candidata demócrata, ya que se enfrentaría nada menos que al expresidente Donald Trump.
La decisión de Biden se tomó tras semanas de cuestionamientos internos y externos para que diera un paso al costado. Si bien las dudas sobre su edad -actualmente 81, pero potenciales 86 si llegaba a ganar en los comicios y concluía su segundo mandato- se arrastraban incluso desde la elección de 2020, el desastroso desempeño del mandatario en el debate contra Trump, sumado a actuaciones públicas que no terminaron de convencer al público, llevaron a Biden a renunciar a la carrera presidencial este domingo.
Una nueva carrera comienza, pero con una protagonista impensada tan solo unos meses atrás.
Un origen diverso
Cuando la familia Harris llegó a Estados Unidos, eran años en que la inmigración masiva no era común. Nacida un 20 de octubre de 1964 en el seno de una familia compuesta por un padre inmigrante de Jamaica y una madre de India, su ascendencia fue descrita muchas veces a modo de metáfora en medios estadounidenses como la de un puente.
A medio camino entre la comunidad afroamericana, la india y la estadounidense, la infancia de Kamala Harris la vio pasearse entre una iglesia bautista y un templo hindú, y jugaba tanto con los niños negros como los blancos.
Sus padres, ambos profesionales -la madre, científica especialista en cáncer de mama y su padre, profesor de economía de la Universidad Stanford-, tuvieron una influencia fundamental en la visión política de la actual vicepresidenta. Se conocieron en la Universidad de California en Berkeley, mientras cursaban estudios de posgrado, y coincidieron ideológicamente en su pasión por el movimiento de derechos civiles, muy potente en esos años y, particularmente, en ese campus. Tanto así, que siendo una bebe, la llevaban a las marchas en su coche, señaló el medio Politico.
La ahora vicepresidenta y principal carta para reemplazar a Biden inició su vida pública en 1990 como miembro de la Oficina del Fiscal de Distrito del Condado de Alameda, en California, donde se especializó en el procesamiento de casos de agresión sexual infantil. Su gran salto ocurrió en 2004, cuando fue elegida fiscal de distrito de San Francisco, demostrando interés por el movimiento nacional por los derechos LGBTQ+ al oficiar la primera boda entre personas del mismo sexo después de que se revocara la Proposición 8.
Solo seis años después, ascendió una vez más al convertirse en 2010 en Fiscal General de California, donde supervisó el departamento de justicia estatal más grande del país, detalla la página oficial de la Casa Blanca. Si bien tenía un talante político, su ingreso oficial a este mundo llegó recién en 2017, cuando prestó juramento en el Senado de Estados Unidos.
En 2019, anunció que competiría por la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 2020, empatando el récord del también candidato Bernie Sanders en 2016 de la mayor cantidad de dinero recaudado en las primeras 24 horas desde el anuncio de su carrera presidencial. A fines del mismo año, sin embargo, abandonó dicha intención citando una escasez de fondos, y respaldó la campaña de Joe Biden.
A mediados de 2020, Kamala Harris fue anunciada como la carta a la vicepresidencia de Biden, convirtiéndose luego en la primera mujer, afroamericana y asiática-estadounidense en llegar a dicho cargo tras vencer a la fórmula Trump-Pence.
Camino a la Convención Demócrata
Con Biden fuera de carrera, y Kamala Harris ascendiendo como el principal nombre a reemplazarlo, una nueva pregunta aparece camino a la Convención Nacional Demócrata proyectada desde el 19 al 22 de agosto en Chicago. ¿Cómo será elegida la persona que tome el mando del partido azul?
Con las primarias cerradas y una victoria holgada de la pareja Biden-Harris, la duda sobre cómo operarán los electores en la convención del próximo mes está abierta. Si bien la vicepresidenta es la principal carta, otros nombres han aparecido en la carrera.
Por un lado, con la renuncia a la competencia de Biden, los electores ya no tienen la obligación de votar por Harris, aunque algunos teorizan que deberían hacerlo de todos modos, al ser la pareja presidencial. Otra teoría habla de una convención abierta, en la que, en pocas palabras, cualquiera puede postularse. Si nadie consigue el 50% de los votos en la primera ronda de la convención, se pasaría a una “negociación”, donde los dirigentes demócratas, los nombres más importantes del partido y los propios candidatos negociarían para intentar ganarse a los delegados.
Otros de los nombres que suenan en la prensa estadounidense son Gavin Newsom, gobernador de California; Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, y Josh Shapiro, gobernador de Pennsylvania, pero Harris corre con ventaja debido a su puesto como vicepresidenta y al tener toda la maquinaria de donaciones demócrata aceitada desde la campaña de Biden, lo que se transferiría de manera relativamente simple.