Abrieron recién este lunes. La última vez que atendieron público fue el 20 de marzo. Seis meses cerrados. Todo un drama. Y esta semana, cuando volvieron a funcionar lo hicieron con un nuevo nombre. La ex Fuente Alemana, de Plaza Italia, volvió como la Antigua Fuente. La sociedad creada hace 60 años -Fuente de Soda Alemana Limitada- llegó a su fin. Divergencias, el estallido social y la pandemia terminaron con la separación de firma. El local de Pedro de Valdivia se quedó con la marca original y la del centro tuvo que crearse un nuevo nombre. “Partimos con guerra”, dice Carlo Siri, socio de la Antigua Fuente.
Las palabras de Siri apuntan en verdad a que la reapertura calzó, para su desgracia, con la reactivación de las protestas en Plaza Italia, luego del episodio policial del Puente Pío Nono. La caída de un adolescente de 16 años, provocada según la fiscalía por un carabinero, incendió el ambiente a pocos días de que se cumpla un año del 18-O.
Con la pandemia, Siri se acogió a la Ley de Protección al Empleo. Sus trabajadores se hacían su sueldo principalmente en base a las propinas, pero todo eso se terminó. “Empezamos a perder, nos fuimos para abajo y ya desde marzo esto se fue a cero”, agrega.
Desde ahí a la fecha ha intentado sobrevivir con ahorros. Ante la nueva esc
alada de violencia, Siri no ve el futuro de forma positiva: “Si sigue la tendencia de estos últimos días no se ve próspero lo que se venga de ahora en adelante. Aquí toda la vida se han dado manifestaciones, pero nunca un contexto de destrucción como el que hemos visto”.
Al lado de esta fuente de soda está el local Pollísimo, que lleva un mes funcionando, desde que en marzo tuvieron que cerrar las puertas. Paola Zapata, la hija del dueño del restaurante, sabe que las próximas semanas seguirán siendo difíciles, pero dice que ya están resignados y solo esperan que el escenario no empeore.
“Ruego que no sea tan complicado, que no sea igual que el año pasado, porque ya ha sido mucha la destrucción. Tengo fe de que no va a pasar lo mismo, porque nos ha costado un mundo salir adelante”, asegura la locataria.
Un par de cuadras más abajo, la situación en el barrio Lastarria es parecida. El presidente de la Asociación Gremial de Empresarios del Barrio Lastarria, Alfonso Molina, asegura que “la apertura en Fase 3 fue un anhelo muy esperado, porque a raíz del 18 de octubre y la pandemia quedamos bastante mal parados”.
Molina cuenta que tienen problemas con flujos de caja, ya que han tenido nulos ingresos.
El estallido social 2.0, como la llaman, o esta nueva reactivación de la violencia es muy grave, porque pendemos de un hilo. Estamos en una encrucijada. No hay un rechazo transversal a la violencia. Estamos todos de acuerdo con las reivindicaciones sociales y el derecho a manifestarse, pero la violencia es inaceptable, no busca nada más que la destrucción.
Alfonso Molina, presidente de la Asociación Gremial de Empresarios del Barrio Lastarria
La tienda Qué Leo Forestal, fuera del rubro de los restaurantes, también ha cambiado su funcionamiento. El dueño de esta franquicia, Mario Cerda, dice que lograron sobrevivir durante todo el estallido, pero la pandemia los obligó a cerrar. Ahora solo trabajan en el local tres veces a la semana para preparar los delivery, porque casi todas las ventas son por internet.
“El descontrol que se produjo con el estallido del año pasado no se solucionó durante la época de la pandemia. No se hizo nada y Carabineros sigue igual, o sea, vienen y reprimen a cualquiera que se mueva”, dice Cerda.
El dueño de la librería relata que en esa esquina muchos locatarios quebraron o cerraron, y cada vez quedan menos. A punta de deudas y préstamos, han dado la pelea para seguir. Con todo, Cerda reconoce que una de las pérdidas más relevantes ha sido la vida nocturna del barrio.
“Teníamos mucha actividad cultural, era bien movido el ambiente. Este era un barrio nocturno, hacíamos eventos en la tarde-noche. Tratamos de seguir, pero no pudimos”, concluye.