El 1 de diciembre de 2019 fue identificado el primer paciente con síntomas de Covid-19 en Wuhan. Los funcionarios chinos negaron repetidamente que la transmisión de persona a persona fuera posible, ocultaron el número de pacientes diagnosticados y castigaron al personal médico por revelar información sobre la epidemia. El 23 de enero de 2020, Wuhan fue puesta bajo un bloqueo en toda la ciudad.

Así describe Ai Weiwei en su sitio web su recién estrenado documental Coronation, donde retrata los 76 días de severo confinamiento a los que fueron sometidos los 11 millones de habitantes de la capital de la provincia de Hubei, el epicentro inicial de la pandemia. Y como crítico del régimen, el activista no oculta sus reproches por el manejo de la crisis sanitaria. “La película registra la respuesta militarizada brutalmente eficiente del estado para controlar el virus. Se erigieron extensos hospitales de campaña de emergencia en cuestión de días, 40.000 trabajadores médicos fueron trasladados en buses desde toda China y los residentes de la ciudad fueron confinados en sus hogares”, detalla.

Después de pasar varios años en Berlín, el artista chino vive hoy en Cambridge, Reino Unido. Por ello, Ai dirigió y produjo de forma remota la película desde Europa. La filmación fue realizada por ciudadanos comunes que viven en Wuhan. “Tenía un equipo que podía empezar rápidamente”, comentó al diario The New York Times sobre la realización del documental. “No tenían que preguntarme qué quería”.

Además de los voluntarios y los equipos pagados, Ai dijo que fue ayudado por su compañero, Wang Fen, que tiene hermanos que viven en Wuhan. “Tenía una profunda implicación emocional”, señaló.

Ai admitió que el material más difícil de filmar fue dentro de las UCI hospitalarias, pero no puede divulgar cómo procedieron. En todo caso, dijo que gran parte se hizo con cámaras de video de mano del tamaño de un teléfono inteligente que son capaces de estabilizar las imágenes. Ayudó, indicó el artista, que muchas personas llevaban mascarillas: eso los hacía sentir menos nerviosos por meterse en problemas por hablar en cámara. “Todos fueron equipados con vestimenta de protección y se les dio los protocolos necesarios. Sin embargo, las filmaciones eran muy peligrosas. Por eso les pedimos a los que participan en ellas que enviaran todos los días el material fílmico por internet, para protegerlo”, afirmó Ai en entrevista con la cadena Deustche Welle.

Ai dijo que acumuló casi 500 horas de material que él y su equipo redujeron para hacer el documental de aproximadamente dos horas. Se necesitaron dos meses para recopilar las imágenes y otros dos meses para completar la edición. “Probablemente sea lo más rápido que se haya hecho en un documental de esta escala”, comentó, citado por el diario español ABC.

El principal desafío, dijo, fue el hecho de que la información externa había sido bloqueada y, por lo tanto, cualquier filmación podría haber sido vista como una amenaza potencial para la seguridad nacional. “Logramos obtener las mejores tomas de la situación real, incluidas escenas en las UCI de diferentes hospitales”. El documental incluye entrevistas con pacientes y sus familias, muchos de los cuales expresan su frustración y enfado por las duras restricciones del gobierno.

El artista chino señaló a Deustche Welle que su motivación para filmar este documental “fue el intento de obtener un conocimiento más profundo sobre un suceso nuevo y desconocido”. “Así lo hice también con el terremoto en Sichuan, en 2008, y durante la crisis de refugiados, en 2015”, recordó. “China, como Estado autoritario, fue uno de los países que manejó más eficazmente un desafío tan grande como es la pandemia. Para hacerlo, el régimen reprimió fuertemente los DD.HH., los derechos individuales, la esfera privada y la voluntad individual de las personas. En el fondo, China se apropió de la libertad de todas las personas y así fortaleció su poder”, señaló.

Ai comentó a The New York Times que esperaba mostrar el documental primero en un festival de cine, pero los festivales de Nueva York, Toronto y Venecia, después de expresar su interés, lo rechazaron. Agregó que Amazon y Netflix también rechazaron la película. Dice que su impresión es que esto se debe a que muchos de estos festivales y empresas quieren hacer negocios en China y así evitar temas que puedan enfadar a Beijing.