¿Hoy es el final del gobierno de Nicolás Maduro?", se pregunta Judith, de 45 años y habitante del barrio de Altamira. Es 1 de mayo y Caracas se viste, como cada año, de grandes marchas, organizadas por la oposición y por el gobierno chavista. Pero este día llega en un contexto muy complejo para ambos bandos. El martes, el líder de la oposición, Juan Guaidó, convocó a un levantamiento civil y militar, acción que no tuvo ninguna repercusión entre las Fuerzas Armadas que siguen siendo leales al Presidente venezolano.
Como Judith, una simpatizante de la oposición, varias personas creían que podían ver el final del chavismo en estos días. Pero nada más lejos de la realidad por el momento: Maduro sigue en el poder y su marcha del 1 de mayo convocó a miles de personas, todas de rojo o con uniformes militares. "¡Están huyendo entre embajada y embajada!", afirmó el mandatario, quien advirtió que la justicia está "buscando" a los responsables de los hechos del martes.
"Este cajón es para la oposición", afirma un manifestante que junto a otros cuatro llevan a cuestas un ataúd envuelto en la bandera de Estados Unidos y con las fotos de Guaidó y de Leopoldo López, el otro hombre fuerte de la oposición que fue liberado de su arresto domiciliario por militares rebeldes. "Que pidan asilo, pero de este país se van solo dentro de un cajón", gritó el manifestante que llevaba una camiseta en apoyo a Maduro.
En las afueras del palacio presidencial de Miraflores, otro hombre sostenía un cartel que decía "mi voto por Maduro se respeta. ¡No joda!", repitiendo casi el mismo sentimiento de varios manifestantes sobre la oposición y el levantamiento militar.
"Yo Nicolás Maduro, hijo de Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, jamás abandonaré al pueblo, jamás me rendiré ante el imperialismo", les dijo Maduro a sus adherentes.
A solo nueve kilómetros de ahí, en el barrio de clase media de Altamira, miles se manifestaron para escribir una historia ya sin el chavismo. "Basta de tiranía", grita una joven mientras caminaba desde la Plaza Francia, donde la gente se reunió pacíficamente, hacia el sur, por la avenida Luis Roche, que lleva directo hacia la base militar La Carlota.
La misma base desde la que Guaidó había llamado a un levantamiento. Pero si el martes no habían logrado entrar, este 1 de mayo varios jóvenes lograron romper dos partes de las vallas e ingresaron unos metros en la base antes de ser reprimidos violentamente.
"¡Eso es plomo! ¡Están disparando con plomo!", gritaba un joven mostrando un impacto en una pared. Minutos después caía herido otro muchacho, atravesado en la pierna por una bala.
Durante horas, como el día anterior, esa zona de Caracas fue una batalla campal. Piedras, morteros y molotovs volaban desde los manifestantes hacia las fuerzas del orden, que respondían con balas de goma y gases lacrimógenos disparados al horizontal, lastimando a los manifestantes. En algunas ocasiones se escucharon ráfagas de plomo que habían dejado un muerto y dos heridos.
Más arriba en la plaza, mientras esperaban la llegada de Guaidó, la gente comentaba la posible orden de captura que el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el chavismo, iba a dictar contra Guaidó, quien ya no cuenta con inmunidad parlamentaria a pesar de ser diputado de la Asamblea Nacional. La orden de captura no llegó, pero tampoco Guaidó llegó a Altamira.
Eso sí, el líder opositor habló desde otro punto de la capital y llamó a una protesta permanente para derrocar a Maduro. "Vamos a acompañar la propuesta que nos hicieron de paros escalonados, hasta lograr la huelga general", prometió. "Mientras mantengamos la presión en las calles, estaremos más cerca", agregó desde la urbanización de El Marqués.
La noche iba cayendo y el humo de los gases lacrimógenos seguía llenando el cielo de esa parte de Caracas. Un 1 de mayo que dejó al descubierto la división de la sociedad venezolana, una herida que no para de sangrar.