La dura ofensiva de Trump contra las universidades de élite en EE.UU.
El congelamiento de 2.200 millones de dólares para Harvard, luego de que la histórica universidad se negara a cambiar políticas exigidas por Donald Trump, fueron el último capítulo de una ofensiva mayor por parte del mandatario estadounidense que busca inmiscuirse y eliminar el progresismo de los campus.
La llamada “guerra comercial” impulsada contra China y el mundo por parte del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha sido la única batalla lanzada en su segunda administración. Otra, de corte ideológico, ha llegado a niveles tales, que hoy lo tienen enfrentado con una de las más importantes universidades del país y el planeta entero.
Se trata de Harvard, casa de estudios 140 años más antigua que el propio Estados Unidos, cuya dotación es más grande que el PIB de casi 100 naciones, y que hoy se bate a duelo con el mandatario republicano. El pleito nació luego de que este exigiera a la universidad que modificara puntos relativos a las contrataciones, a la admisión y al currículum que aplica. Según Trump, busca castigar a los centros que no sancionen las manifestaciones a favor de Palestina en el marco de la guerra de Israel contra Hamas, acusándolas de difundir una ideología progresista.
La negativa por parte de la universidad privada fundada en octubre de 1636 (Estados Unidos como país nació en 1776) dio paso a una amenaza, la clave de las negociaciones de la era Trump: si Harvard no se plegaba a sus exigencias, cortaría los fondos federales que se le entregan a la cuarta mejor universidad del mundo, según el QS World University Rankings de 2025.
Y la amenaza se concretó este lunes, luego de que las autoridades del centro de estudios ubicado en Cambridge, Massachusetts, se negaran a ceder ante las presiones de Trump. Como resultado, el gobierno central congelará la entrega de 2.200 millones de dólares en subvenciones plurianuales, además de otros 60 millones de dólares en contratos plurianuales.
La primera en responder
En una carta titulada “La promesa de la enseñanza superior estadounidense” y compartida a la comunidad, Alan M. Garber, el presidente de Harvard, respondió a la misiva enviada por agentes federales donde exigían la adopción de políticas adicionales para lograr que se mantenga “la relación financiera de Harvard con el gobierno federal”. Pero el líder del ente educacional se negó de manera rotunda.
“Hemos informado a la administración, a través de nuestro asesor legal, que no aceptaremos el acuerdo propuesto”, planteó Garber. “La universidad no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales”, planteó, añadiendo que “ni Harvard ni ninguna otra universidad privada puede permitir que el gobierno federal se apodere de ella”.
En concreto, el gobierno republicano exigía a la universidad más rica y antigua del país que “purgara” la ideología “woke” de sus campus. ¿Cómo? Mediante la entrega al Ejecutivo de los datos de contratación de personal y el fichaje de una entidad externa para garantizar que cada departamento académico tenga “diversidad de puntos de vista”.
Si Harvard demandara a la administración Trump, se convertiría en la primera institución educacional cuyo financiamiento se vio recortado al impugnar legalmente a la Casa Blanca, explicó el medio The Harvard Crimson. “Si bien otras universidades han demandado a los Institutos Nacionales de Salud y al Departamento de Energía por cambios en la política de financiamiento de la investigación, ninguna ha confrontado directamente a la administración Trump por los recortes de financiamiento a gran escala”, añadió.
No es la primera vez que la administración Trump presiona directamente a las casas de estudios superiores, amenazando con recortes federales. Sin embargo, sí es nuevo que una universidad de élite responda directamente a las exigencias de la Casa Blanca.
Según el periódico The New York Times, “si una institución iba a plantar cara a la guerra de la administración Trump contra el mundo académico, Harvard estaría a la cabeza de la lista”.
J. Michael Luttig, un destacado exjuez del Tribunal Federal de Apelaciones venerado por muchos conservadores, dijo al citado medio que la decisión de Harvard de hacer frente a la purga ideológica de Trump “tiene una importancia trascendental”. Para Luttig, “este debería ser el punto de inflexión en la embestida del Presidente contra las instituciones estadounidenses”.
El impulso de la importante casa de estudios también podría envalentonar a otros a rebelarse ante las exigencias del mandatario. Uno de ellos fue Michael S. Roth, presidente de la Universidad de Wesleyan y un crítico poco habitual de la Casa Blanca entre los administradores universitarios, quien celebró la postura de Harvard.
“Lo que ocurre cuando las instituciones se extralimitan es que cambian de rumbo cuando encuentran resistencia”, planteó según el periódico neoyorquino. “Es como cuando a un matón se le para en seco”.
Otros ya cedieron a la presión. Ese fue el caso de la Universidad de Columbia (34 del mundo, según el QS World University Rankings), centro de estudios ubicado en Nueva York y fundado en 1754, que el mes pasado aceptó grandes modificaciones a su funcionamiento por temor a perder fondos federales.
La amenaza fue de recortar 400 millones de dólares, y Columbia cedió a las acusaciones de permitir el antisemitismo a cambio de, entre otras cosas, instalar una nueva inspección externa a su Departamento de Estudios de Medio Oriente, Asia Meridional y África.
Similar fue el caso de la Universidad de Princeton, de Nueva Jersey, donde Trump suspendió las becas de investigación que ascendían hasta los 201 millones de dólares tras ser acusada de antisemitismo en el campus.
En el caso de Harvard, no está claro qué programas de los muchos que lidera la organización educacional se verán afectados por el congelamiento de fondos. Al hacer un desglose del financiamiento federal que recibe Harvard, medios locales han reportado que 7.000 de los 9.000 millones de dólares que recibe a nivel nacional están destinados a los 11 hospitales afiliados a la universidad en Boston y Cambridge. Esos 2.000 millones de dólares tienen como objetivo financiar becas de investigación dentro de la institución, incluidas las destinadas a la exploración espacial, diabetes, cáncer, alzhéimer y tuberculosis, entre otras. Se desconoce qué secciones verán afectados sus ingresos, considerando que el recorte llegará a los 2,2 millones de dólares.
En una carta previa publicada el viernes pasado, el presidente de Harvard señaló que la solicitud de Washington viola los derechos de la Primera Enmienda y amenaza “nuestros valores como institución privada dedicada a la búsqueda, producción y difusión del conocimiento”.
“Ningún gobierno, independientemente del partido que esté en el poder, debería dictar qué pueden enseñar las universidades privadas, a quiénes pueden admitir y contratar, y qué áreas de estudio e investigación pueden seguir”, añadió.
Lo cierto es que al interior del claustro académico muchos se han opuesto a la intervención estatal. Por ejemplo, el exdecano de la Facultad de Medicina de Harvard, Jeffrey S. Flier, dijo en una entrevista que, de acceder, sería “el fin de Harvard como institución independiente”. El profesor de Gobierno Steven Levitsky, en tanto, aseguró que las nuevas demandas eran “imposibles de aceptar” y que aceptar significaría “un golpe mortal a la libertad académica”, consignó The Harvard Crimson.
Campo de batalla político
Analistas creen que la jugada podría beneficiar la postura de Donald Trump contra el liberalismo en las universidades. Ganar el gallito ante Harvard podría entregarle una plataforma “para seguir argumentando que la izquierda se ha convertido en sinónimo de antisemitismo, elitismo y supresión de la libertad de expresión”, planteó el Times.
La intención de Trump de intervenir los centros de educación superior fue impulsada luego de las protestas estudiantiles en los campus universitarios contra la respuesta de Israel tras el atentado terrorista de Hamas, en octubre de 2023. En algunas de esas manifestaciones, medios reportaron situaciones de acoso contra estudiantes judíos, lo que llevó al republicano a fundar el Grupo de Trabajo para Combatir el Antisemitismo, que está examinando a las principales universidades de EE.UU. en busca de posibles violaciones de derechos civiles.
La identidad de los miembros de ese comité es un misterio, añadiéndole una capa de opacidad a la investigación contra las universidades.
La situación se ha convertido en caldo de cultivo para una discusión política. Por un lado, los liberales estadounidenses cuestionan el intervencionismo estatal en materias universitarias, más aun cuando se trata de instituciones privadas. En cambio, los sectores trumpistas replican acusando hipocresía, ya que si son privadas y no quieren ser intervenidas por el Estado, no deberían recibir fondos públicos, argumentan.
Así lo hizo saber el propio Donald Trump, quien se refirió al respecto en su red social, Truth Social, y amenazó con quitarle la exención de impuestos vía convertirla en entidad política. “¿Quizás Harvard debería perder su Estatus de Exención de Impuestos y ser gravada como entidad política si sigue promoviendo ‘Enfermedades’ políticas, ideológicas y de inspiración/apoyo al terrorismo?”. Recuerda, ¡el Estatus de Exención de Impuestos está totalmente supeditado a actuar en el INTERÉS PÚBLICO!”, escribió la mañana de este martes.
Poco antes, la contraparte respondió bajo el manto del expresidente Barack Obama, quien celebró la decisión de Harvard de enfrentarse a la Casa Blanca. Para el demócrata, la casa de estudios “ha dado ejemplo a otras instituciones de educación superior, rechazando un intento ilegal y torpe de reprimir la libertad académica, al tiempo que toma medidas concretas para garantizar que todos los estudiantes de Harvard puedan beneficiarse de un entorno de investigación intelectual, debate riguroso y respeto mutuo”.
Otros ya lo habían hecho, como el senador Bernie Sanders, la gobernadora de Massachusetts Maura T. Healey y el senador Edward J. Markey. “Esperemos que otras instituciones sigan su ejemplo”, añadió Obama, la voz más prominente en referirse al tema.
De todos modos, las acciones de Trump no eran un secreto. Al contrario, desde incluso antes de asumir su segunda presidencia, voces conservadoras aseguraban que “las universidades de élite de Estados Unidos son culpables de una letanía de pecados: propagan ideas antiliberales y de izquierdas; excluyen o censuran a quienes cuestionan las opiniones de woke; discriminan a la mayoría en nombre de la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI); permiten que el antisemitismo se encone”, explicó The Economist.
Los recortes contra universidades históricas son solamente la ejecución de ese plan.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
5.