Ocho años de caos económico, tres planes de rescate, unos US$ 330 mil millones en préstamos, la ayuda de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI), fue lo necesario para que Grecia diera este lunes por terminado el período de rescate.

Se trató prácticamente de una "odisea moderna", como el propio primer ministro griego, Alexis Tsipras, calificó al período de ocho años que comenzó en 2010 provocado por la crisis financiera de 2008 y los excesivos gastos que venía haciendo el gobierno de ese país. En 2009, Grecia admitió que su déficit presupuestario era mucho más grande del que se había reportado.

Las cifras que se evidenciaron durante el período de ayuda financiera, no son alentadoras. Grecia perdió el 25% de su Producto Interno Bruto (PIB) y la deuda se disparó del 127% a cerca del 180% del PIB, y se prevé que para 2023 ésta caiga al 151%, año en el que Grecia deberá hacer una revisión sobre la deuda. El desempleo, en tanto, se ubica actualmente en un 20%, lo que no refleja una buena situación, sin embargo, llegó a situarse en un 27,5% en 2013. Recién en 2017, la economía de Grecia pudo crecer un 1,4%.

Grecia fue el último país después de Portugal, Irlanda, España y Chipre, en salir de los programas de ayuda internacionales. Pero, ¿cómo las instituciones internacionales y el gobierno griego lograron sacar al país del ocaso económico que lo tuvo al borde de la salida de la zona euro?

Los préstamos que estas instituciones otorgaron en tres ocasiones distintas (2010, 2012 y 2015) llegaron con estrictas condiciones y medidas de austeridad para el gobierno griego. Había que recortar el déficit, lo que implicó aumentos agresivos de impuestos, recortes drásticos en gastos, una disminución en los salarios y pensiones, aspectos que se dejaron sentir con fuerza entre la población griega, generando una serie de protestas sociales. "Todos los planes de rescate eran programas tipo FMI; es decir, financiamiento barato a cambio de medidas de estabilización fiscal y reformas estructurales", explicó a La Tercera el profesor de Economía y Negocios en la U. de Atenas, Panos Tsakloglou.

El rescate

El primer plan de rescate fue en 2010, con inmediatos recortes y aumentos. El IVA pasó del 19% al 23%, se introdujo un impuesto a los inmuebles, y aumentaron los impuestos a las bebidas alcohólicas y al tabaco. Además se percibieron los primeros tijeretazos en salarios y pensiones. Según Tsakloglou, este primer programa fue abandonado antes de que terminara porque "se dieron cuenta de que no era suficiente y un recorte de la deuda existente era absolutamente necesario".

Así, llegó el segundo plan de rescate en 2012, en el cual el salario mínimo se redujo un 22% y se impusieron recortes al gasto farmacéutico, al presupuesto del Ministerio de Defensa y al programa de inversiones públicas. El experto asegura que aquel plan estuvo casi terminado, hasta que la llegada al poder del partido de Tsipras generó una gran confusión que hizo necesario un tercer programa.

Y en 2015 vino este tercer y último plan, en el cual se llevó a cabo una reforma a las pensiones en donde se recortaron entre un 7% y un 40% las pensiones. El IVA aumentó a 24%, y aumentó la tasa de imposición de las empresas.

Todo para que finalmente, el lunes, el presidente del consejo de gobernadores del Mecanismo Europeo de Estabilidad, Mario Centeno, afirmara que "por primera vez desde comienzos de 2010, Grecia se mantiene en pie por sí sola". Pero aquel anuncio no viene acompañado de celebraciones, puesto que Grecia seguirá siendo vigilada de cerca. Los expertos visitarán trimestralmente ese país para que Atenas cumpla los compromisos y pague hasta el último préstamo en 2060. Así, el panorama no es tan alentador como parece. "El costo socioeconómico del ajuste en términos de pérdida de PIB, desempleo, migración, pobreza, préstamos morosos, fue enorme. A diferencia de otros países que abandonaron sus programas con tasas de crecimiento robustas, la economía griega no muestra signos de fuerte dinamismo", asegura Tsakloglou.