Thomas Schindler no recuerda la primera vez que escuchó sobre el ataque contra las Torres Gemelas. “No estoy seguro de si lo escuché por primera vez de mis padres o solo para los actos conmemorativos, pero todos saben de eso. Puedes preguntarle a la gente dónde estaban y qué estaban haciendo. Mi papá este año nos contaba justamente eso, que se acordaba qué estaba haciendo, lo mismo le pasa a mi abuela”, cuenta a La Tercera. Thomas tiene 18 años y pertenece a la generación que no vivió esa mañana del martes 11 de septiembre de 2001. Muchos jóvenes como él se criaron en un mundo diferente, con mayores restricciones al momento de viajar, con su país involucrado en dos guerras (Afganistán e Irak), prácticamente con un smartphone en su mano - siendo nativos digitales-, sin mayores recuerdos de la recesión de 2008 (producto de la crisis subprime) ni de cuando ganó Barack Obama como el primer Presidente afroamericano de Estados Unidos.

Estos jóvenes forman parte de lo que se conoce como la Generación Z, es decir, aquellos que nacieron después de 1996. De este grupo, 13.238 nacieron el mismo 11 de septiembre de 2001. Ahora, muchos de ellos podrán votar en las elecciones del 3 de noviembre. Los expertos estiman que su influencia política seguirá creciendo de manera constante en los próximos años, a medida que más y más de ellos alcancen la edad para sufragar.

El periodista estadounidense Garrett Graff ha seguido de cerca a esta generación. El año pasado lanzó el libro The Only Plane in the Sky: An Oral History of 9/11, que recolecta una serie de testimonios. En un artículo publicado por el portal Politico, señala que “los niños del 11 de septiembre se encuentran en el grupo más joven de estadounidenses que acudirán a las urnas: votantes de la Generación Z que alcanzaron la mayoría de edad en un país que fue transformado hace mucho tiempo por los ataques terroristas. Las noticias más importantes de sus vidas han sido a menudo otras tragedias: los tiroteos en la escuela primaria Sandy Hook, cuando tenían 11 años, y en la escuela secundaria Marjorie Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, cuando tenían 16. Muchos ni siquiera prestaban tanta atención a la política a los 15 años, cuando la sorpresiva victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton trastocó la política estadounidense”, sostiene.

Para esta nueva generación, es como 1984, la novela de George Orwell. Estás viviendo en un país que siempre ha estado en guerra y el enemigo cambia repentinamente de un día a otro”.

Rebecca Gordon, académica U. San Francisco

Como profesora de ética de la Universidad de San Francisco, Rebecca Gordon es una aguda observadora de esta generación y en conversación con La Tercera señala que un aspecto sorprendente de ellos es que, de alguna manera, los ataques terroristas afectaron más a los estudiantes inmigrantes, porque después del 11 de septiembre, “toda la actitud del país hacia la gente que provenía de fuera del país cambió y los inmigrantes se convirtieron en un foco de miedo”. “Se endureció el sistema de inmigración, que ya era un desastre. Se hizo mucho, mucho más difícil para la gente entrar al país, porque si estábamos regresando al país, si no parecíamos como los estadounidenses blancos, eso era un problema. Así que los estudiantes de familias inmigrantes sintieron eso de manera mucho más intensa que antes”, añadió.

La Generación Z, que sumaría aproximadamente una cuarta parte de la población estadounidense, dice The Wall Street Journal, nunca ha conocido la paz, ni la seguridad y tampoco la arrogancia que invadió a Estados Unidos en la década de los 90, cuando el politólogo Francis Fukuyama pudo proclamar “el fin de la historia” en términos estadounidenses. “El país de esta generación no es ni el vencedor de la Guerra Fría ni el héroe de la Guerra del Golfo de 1991. El suyo es un mundo donde el orgullo por la valentía de los militares y los primeros en responder de Estados Unidos se ha visto atenuado por horribles revelaciones sobre Guantánamo, Abu Ghraib, los sitios negros y la tortura”, escribió el periódico.

Manifestantes toman un descanso durante la Marcha de Mujeres ayer en Washington, DC. Foto: AFP

En ese sentido, Gordon -autora de Mainstreaming Torture: Ethical Approaches in the Post-9/11 United States- indica que los que ahora acaban de cumplir 18 o 19 años, “han vivido toda su vida en un país que ha estado en guerra, mientras que la generación anterior creció en un país que observó la primera Guerra del Golfo y luego estas guerras interminables”.

“Para esta nueva generación, es como 1984, la novela distópica de George Orwell. Estás viviendo en un país que siempre ha estado en guerra. Y cuando el enemigo cambia repentinamente de un día a otro, es como en 1984. Siempre hemos estado en guerra con Irán o Irak. Ahora es Irán. La otra cosa realmente interesante es que los atacantes del 11 de septiembre se convirtieron en una pizarra en blanco en el que el gobierno podía escribir el nombre del enemigo del día. Así, cuando les pregunto a mis alumnos de qué país venían los 19 secuestradores del 11 de septiembre, al principio decían Afganistán y luego Irak. No es una gran sorpresa. Y luego, en los últimos años del gobierno de (George W.) Bush y al comienzo del gobierno de (Barack) Obama, decían que Irán. No tienen la menor idea. Pero nadie piensa nunca en Arabia Saudita. Porque Arabia Saudita es nuestro amigo”, explica.

Meghan Elliot cumplió 19 años en mayo pasado y tenía apenas cuatro meses cuando fueron los atentados. “Mi mamá me ha contado cómo fue ese día, es algo que se recuerda en cada conmemoración. Sobre que Estados Unidos ha estado en guerra desde entonces, no es algo que piense mucho, es más bien lejano, no conozco a nadie que haya estado allá”, cuenta en conversación con La Tercera.

Para la académica Rebecca Gordon, lo que le ocurre a Elliot es lo que distingue a la generación del 11/9 en comparación a otras. “En los dos o tres años posteriores a los ataques, muchos de mis estudiantes conocían a personas que estaban listos para la acción. Conocían gente que estaba peleando en guerras. Tenían familiares que estaban peleando o ellos mismos estaban en lo que llamamos un cuerpo de entrenamiento de oficiales de reserva, donde básicamente haces una educación militar junto con tu educación civil. Y cuando te gradúas, te conviertes en teniente del Ejército. Y entonces esos estudiantes esperaban ser desplegados. Esperaban arriesgar sus vidas. Pero las guerras que libramos ahora tienen muy poco efecto en la gran mayoría de la gente. De una manera diaria, afectan en cómo se divide el presupuesto, pero no afectan a las personas. Las guerras que suceden solo tocan a personas fuera del país y a muy pocas personas dentro del país. Y en los últimos tres años y medio bajo la administración Trump ha sido aún más confuso”, explica.

Partidarios de Donald Trump posan para fotos frente a un bus con su imagen mientras se reúnen frente al evento de su campaña en Macon, Georgia. Foto: Reuters

En la misma línea, Thomas Schindler señala que mientras crecía no entendía muy bien lo que ocurría a su alrededor. “Era demasiado joven para entender realmente algo sobre la política de Estados Unidos. Sobre las guerras, creo que era demasiado joven para entender realmente lo que estaba pasando”, sostiene. Y agrega: “Sin embargo, en cuanto a la seguridad del aeropuerto, sí. Mi papá viaja mucho, habla sobre la seguridad del aeropuerto antes del 11 de septiembre y cómo se volvió más estricta”.

No pienso mucho en las restricciones de las libertades. Creo que es bueno que el gobierno nos proteja”.

Meghan Elliot, estudiante

En ese sentido, los analistas señalan que esta generación creció con la idea de que el hecho de quitarse los zapatos, los cinturones y poner los líquidos en una bolsa es una situación que siempre ha ocurrido. “Han crecido con la sensación de que están en peligro y que el gobierno los está protegiendo”, advierte Gordon.

Una de las primeras medidas luego de los atentados del 11 de septiembre fue la aprobación, por una abrumadora mayoría -tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado-, de la Ley Patriota, que amplió la capacidad de control del Estado con el fin de combatir el terrorismo, mejorando la capacidad de las distintas agencias de seguridad estadounidenses al coordinarlas y dotarlas de mayores poderes de vigilancia contra los delitos de terrorismo. Asimismo, se tipificaron nuevos delitos y se endurecieron las penas por delitos de terrorismo. Eso sí, la legislación aprobada en octubre de 2001 fue muy criticada por organismos de derechos humanos, debido a la restricción de libertades y garantías constitucionales que ha supuesto para los ciudadanos, tanto estadounidenses como extranjeros.

Partidarios de Joe Biden miran desde sus autos durante un mitin del candidato presidencial demócrata en Novi, Michigan. Foto: AFP

“No pienso mucho en las restricciones de las libertades. Creo que es bueno que el gobierno nos proteja”, comenta Elliot al ser consultada sobre su visión de las normativas que supuestamente atentaban contras las libertades individuales.

Para la profesora Gordon, una de las secuelas para esta generación ha sido la pérdida de las libertades. “Están tan acostumbrados a mostrarse en el mundo usando Instagram y TikTok, así que la idea de que puedan evitar que el gobierno sepa algo de ellos es muy extraña”, advierte.

“Esto es realmente interesante. Doy un curso sobre el trabajo y la naturaleza del trabajo, remunerado y no remunerado. Mis alumnos hablan sobre cómo se espera que sean. Ellos esperan estar disponibles 24/7 en sus dispositivos electrónicos para el jefe. Y también hablan de cómo se necesita que sean. Si quieren poder trabajar, deben tener un registro electrónico de quiénes son en las redes sociales para poder conseguir un trabajo, porque sienten la presión de este trabajo extra no remunerado de mantener esa imagen. Y no estoy hablando de grandes trabajos. Estoy hablando de ser mesero o barista”, indica.

Tanto Schindler como Elliot votarán por primera vez el próximo 3 de noviembre. “Creo que quizás por influencia de mis padres... si bien con la mayoría de mis amigos también, no estamos muy metidos en política, entendemos que votar es un poder importante. Es un privilegio”, dice Thomas, quien prefiere no revelar su voto. Para Meghan, en cambio, el hecho de poder “sacar a Donald Trump del poder” es lo que la motiva a votar. “Yo prefería a (Bernie) Sanders. No me gusta mucho Biden, pero es mucho mejor que Trump, así que voto para poder contribuir a eso”, concluye.