Pese a que las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) en Sudán anunciaron el miércoles pasado un nuevo acuerdo de alto el fuego de 24 horas, después de que la tregua pactada en la víspera no fuera cumplida por las partes enfrentadas desde el 15 de abril, los combates continúan y ya han dejado al menos 400 muertos y 3.500 heridos, según Naciones Unidas, mientras crece en la región el temor de que el conflicto -en el que participan actores externos- se extienda a otros países.
Tras una semana de violentas batallas que socavaron los esfuerzos de rescate, las fuerzas especiales de Estados Unidos evacuaron con rapidez a unos 70 empleados de la embajada norteamericana de Jartum a un lugar no revelado en Etiopía, a primera hora del domingo. Aunque las autoridades estadounidenses dijeron que aún era demasiado peligroso preparar una evacuación masiva de ciudadanos coordinada por el gobierno, otros países trataban de evacuar a sus ciudadanos y diplomáticos.
Reino Unido, Francia, Alemania, Egipto, Bélgica y Países Bajos anunciaron el comienzo de sus respectivos procesos de evacuación, a veces individuales, a veces concertados, tras las operaciones realizadas en las últimas horas por Arabia Saudita y Estados Unidos.
Países como Grecia, Italia, India y Corea del Sur también estaban ultimando sus preparativos, mientras España tenía listos dos aviones en Yibuti para comenzar la evacuación en el momento apropiado. También en las últimas horas, el gobierno chino anunció que estaba considerando la evacuación de sus ciudadanos en Sudán.
Por otro lado, el país, que depende de la ayuda alimentaria, se ha visto envuelto en lo que Naciones Unidas llama una catástrofe humanitaria. Al menos 256 civiles han perdido la vida, aunque es probable que se trate de una cifra muy inferior a la real, ya que las ambulancias han sido atacadas con frecuencia y el personal médico no ha podido recoger los cadáveres de las calles.
Los combates estallaron el fin de semana del 15 de abril entre los militares leales al general Abdel Fattah al-Burhan y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) bajo el mando de su antiguo aliado convertido en enemigo, Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemeti, lo que ha generado temores de una guerra civil.
Los dos rivales tienen trayectorias opuestas. Al-Burhan es un oficial de carrera que realizó parte de sus estudios militares en Egipto y que de a poco fue escalando posiciones en el Ejército sudanés. Mientras que Hemeti es un miliciano de Darfur, que ofició en las Janjaweed, las milicias árabes que Jartum utilizó en la década de 2000 para combatir a los rebeldes no árabes en esta región situada al oeste de Sudán.
Antes de convertirse en rivales, ambos habían sellado una alianza a principios del período de transición de 2019, que siguió el final del régimen autoritario de Omar al-Bashir (1989-2019).
Tras la caída del régimen de Al-Bashir en 2019, Sudán logró una cierta estabilidad en comparación con los países del Cuerno de África. Pero solo se extendió por poco tiempo, hasta 2021, producto de la incapacidad de las coaliciones civiles de unirse para aplicar las reformas económicas e institucionales necesarias para reintegrarse gradualmente al sistema internacional.
Aprovechando este disenso dentro de la coalición civil, los militares y paramilitares lideraron el golpe de octubre de 2021 y expulsaron a los civiles del poder, lo que dejó a Al-Burhan y Hemeti con el control exclusivo de Sudán. Pero su alianza no prosperó y ahora se encuentran enfrentados en un duro conflicto.
Alerta en la región
Con una población de más de 45 millones de habitantes, Sudán es el tercer país más grande de África y se encuentra en una región volátil que bordea el Mar Rojo, la región del Sahel y el Cuerno de África. Su ubicación estratégica y su riqueza agrícola han atraído a los poderes regionales.
Varios los países vecinos, incluidos Etiopía, Chad y Sudán del Sur, se han visto afectados por trastornos y conflictos políticos internos. Al tiempo que la relación de Sudán con Etiopía, en particular, se ha visto dificultada por cuestiones que incluyen tierras de cultivo en disputa a lo largo de su frontera, indicó The Guardian.
Otros países que participan son Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que vieron el procesde desde la caída de Al Bashir como una oportunidad para hacer retroceder la influencia islamista en la región. Ellos, junto con EE.UU. y Reino Unido, forman el “Quad”, que ha patrocinado la mediación en Sudán junto con la ONU y la Unión Africana.
“Existe esta visión de Sudán como un país de Medio Oriente”, dijo al diario Financial Times Ahmed Soliman, investigador del grupo de expertos Chatham House en Reino Unido. “Los estados del Golfo ven a Sudán como parte de su esfera de influencia”.
Por otro lado, desde que se inició el conflicto hace una semana, se ha producido una intensa actividad diplomática en todo el este de África, indicó el diario Le Monde. Tanto la Unión Africana (UA) como la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), que incluye a ocho países de África Oriental, incluido Sudán, se han reunido para tratar de encontrar una solución rápida al conflicto.
“Existe un potencial real de desestabilización regional si el conflicto se intensifica”, dijo al periódico Cameron Hudson, especialista en África del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
“Ahora, la lucha podría convertirse en un conflicto prolongado, y muchos temen que la guerra pueda arrastrar a patrones y vecinos regionales como Chad, Egipto, Eritrea y Etiopía. Al final, nadie sabe si las RSF o el Ejército vencerán al otro, pero su búsqueda podría trastocar la región”, escribió Mat Nashed en la revista New Lines.
En una columna publicada por el diario The Washington Post, el analista Ishaan Tharoor señala que si bien puede extenderse a través de las fronteras, el caos en Sudán también es alimentado, en parte, por actores externos.
El régimen interino dominado por Al-Burhan y Hemeti ha sido respaldado por miles de millones de dólares en financiamiento emiratí y saudita. Egipto ha intensificado su apoyo a las fuerzas de Al-Burhan, mientras que Rusia, y en particular los influyentes mercenarios del Grupo Wagner, han desarrollado lazos y contactos aparentes con las fuerzas de Hemeti, añadió el analista.
Los combatientes sudaneses, particularmente de Darfur, terminaron en la primera línea del esfuerzo de guerra liderado por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos en Yemen, así como en el conflicto en Libia, donde un grupo de potencias regionales, incluidas Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Libia y Rusia, estuvieron todas involucradas.
El principal interés de Egipto ha sido un Sudán estable, lo que lo llevó a apoyar a Al-Burhan y al Ejército sudanés regular, incluso si hacerlo socava el movimiento prodemocracia en Sudán. Los críticos de El Cairo también han acusado al Presidente Abdel Fattah al-Sisi de aliarse con Al-Burhan, porque este último comparte su oposición a la construcción y el control unilateral de Etiopía de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), que los funcionarios egipcios ven como una amenaza para el suministro de agua y la producción agrícola de Egipto.
Según el portal France 24, en los últimos años Egipto ha proporcionado equipamiento al Ejército sudanés y cuenta con él para oponerse a la gran presa construida por Etiopía en el Nilo. Esta obra de infraestructura es un asunto clave para El Cairo, que está decidido a hacer todo lo posible para impedir que Etiopía controle las corrientes del río.
Para ello, Al-Sisi ha intentado, incluso, durante mucho tiempo, desestabilizar a Etiopía apoyando, por ejemplo, a los rebeldes de las Fuerzas de Defensa de Tigray -movimiento en guerra con el gobierno central, hasta que se firmó un acuerdo de paz en noviembre de 2022 en Pretoria (Sudáfrica)-, indicó France 24. El componente civil del gobierno sudanés se oponía a este apoyo a los rebeldes del Tigray, al igual que el general Hemeti, cercano a algunos oficiales etíopes.
Según la consultora de seguridad Soufan Group, los intereses de Estados Unidos y sus aliados europeos en Sudán han sido promover una transición democrática y al mismo tiempo convencer a los líderes sudaneses de que no se adapten a los intereses de Rusia allí.
Moscú ha buscado el acceso a los puertos del Mar Rojo de Sudán para los buques de guerra rusos y sus minas de oro. La prensa ha informado que el personal del grupo mercenario ruso Wagner ha estado encabezando las actividades del Kremlin en Sudán. Según los informes, Hemeti y sus unidades paramilitares RSF controlan la mayoría de las minas de oro.
El Ejército sudanés ha estado intentando integrar a las RSF en su estructura organizativa, pero Hemeti ha resistido con éxito, envalentonado por el financiamiento independiente del aparente control de las minas de oro de Sudán. Emiratos Árabes Unidos declaró importaciones de oro de Sudán por un valor de US$ 1.770 millones en 2020 y, según algunos informes, hasta el 90% del oro de Sudán se saca de contrabando del país, a menudo a través de Emiratos Árabes Unidos.
El líder del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, es propietario de una entidad de cobertura sancionada por Estados Unidos, M-Invest, y su subsidiaria Meroe Gold, que opera en Sudán. El Departamento de Estado dijo que está “supervisando este problema de cerca, incluidas las actividades informadas de Meroe Gold… y otros actores sancionados en Sudán, la región y en todo el comercio de oro”.
La consultora de seguridad Soufan Group asegura que Abu Dhabi ha mantenido estrechas relaciones con Hemeti, que también recibe financiamiento y armas de Rusia. Otra razón por la que el Ejército sudanés ha intentado controlar a Hemeti son sus vínculos con elementos fuera del país, incluida su supuesta relación con el Grupo Wagner en la República Democrática del Congo (RDC), donde los mercenarios de Prigozhin también buscan acceso a los recursos naturales.
Abdulkhaleq Abdulla, profesor de política emiratí, dijo al diario Financial Times que Emiratos Árabes Unidos, que tiene grandes inversiones agrícolas en Sudán, ahora estaba utilizando sus contactos en todo el espectro político para forjar un consenso para un alto el fuego y un regreso al proceso de transición.
Anna Jacobs, analista de los estados del Golfo en el think tank Crisis Group, indicó al periódico británico que la principal preocupación de Arabia Saudita, que comparte un largo tramo de la costa del Mar Rojo con Sudán y se ha centrado cada vez más en el desarrollo interno, era evitar que Sudán cayera en un estado de colapso similar al de Libia. “La estabilidad de Sudán es realmente una gran prioridad para Arabia Saudita”, dijo.