No una, ni dos, ni tres, sino que cuatro veces José Luis García Escobar, hondureño de 35 años, ha dejado su país en busca de un futuro mejor. Ya sea en grandes caravanas, como la de octubre de 2018 -que comenzó con 3.000 personas- o en grupos más pequeños, este oriundo de San Pedro Sula se ha transformado en un experto conocedor de la peligrosa ruta que durante semanas transitan los migrantes centroamericanos hacia la frontera con EE.UU. Tanto así, que hoy lidera la avanzada de la nueva caravana que partió esta semana desde Honduras y que se organizó a través de Facebook y otras redes sociales.
"Me voy huyendo de mi país, porque ahí ya no se puede hacer nada. Peor es quedarse y morir. Tengo miedo, pero más miedo me da ser más pobre que el pobre", cuenta García a La Tercera a través de Whatsapp.
Con tasas de 43 homicidios por cada 100.000 habitantes, Honduras es considerado como uno de los países más peligrosos del mundo. Además, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 68% de sus nueve millones de habitantes vive en la pobreza. Violencia y pobreza también se replican en Guatemala y El Salvador.
"No tengo familia, no conocí a mi papá ni a mi mamá. No existen hermanos, tampoco primos y menos sobrinos. Nadie me recibe ni espera en ninguna parte. Por eso me voy con la gente, para ver si alguien me ayuda a instalarme fuera de Honduras", agrega García, quien cuenta que en tres oportunidades ha intentado quedarse en México, pero ha debido regresar a San Pedro Sula.
Residencia en México
Precisamente, si ahora no puede ingresar a Estados Unidos, no descarta quedarse en México. García podría optar a un permiso de residencia. Esto, después de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, anunciara el jueves que otorgará permisos de residencia por razones humanitarias a todos los migrantes centroamericanos. Lo anterior, podría frenar el éxodo hacia Estados Unidos, aunque parte importante de los migrantes quiere vivir en ese país y no necesariamente en México.
"Pretendo llegar hasta donde el destino o alguien más me lleve, pero créame, sinceramente, me gustaría vivir en algún país sin importar el que fuera. Solo me quedan 300 dólares, menos de 200 pesos mexicanos y cinco quetzales, no cargo nada más", dice García.
AMLO también ha prometido empleos y servicios sociales para quienes ingresen de forma ordenada y por los puntos autorizados de la frontera. Y a diferencia de la primera gran caravana, esta vez, para evitar un "portazo" a los migrantes, se han organizado encuentros con los gobiernos que componen el Triángulo del Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador), para regularizar la migración.
García tiene una mirada crítica al respecto: "La política es política en cualquier parte del mundo, sin importar el Presidente ni el país. Eso no ayuda ni beneficia. Son mentiras porque cada uno tiene que buscar su propio dinero, su propia seguridad. Mire dónde ando yo. Buscando el sustento diario para ver si algún día puedo ver el sol clarito".
"Jesús nos hará justicia"
En la actual caravana, que ya supera las mil personas, se observan familias completas, menores de edad y jóvenes, estos últimos algo desorientados.
Sin embargo, quienes provocan más alerta son los adultos mayores y las mujeres junto a recién nacidos. Es más, en noviembre de 2018, una mujer guatemalteca que esperaba llegar a EE.UU. dio a luz en un hospital en Juchitán, Oaxaca.
Faddy, una hondureña de 32 años, quien por temor a sufrir problemas en la ruta prefiere no revelar su verdadera identidad, partió de Honduras un par de días antes que la última gran caravana. En su mente, como en la de otros compatriotas, se había instalado hace rato la idea de partir. La situación se hizo insostenible cuando a ella -madre soltera- y a sus tres hijas las intentaron asesinar los miembros de una peligrosa banda en San Marcos de Colón, al sur de su país.
En el departamento de Choluteca, donde vivía esta hondureña, las balaceras llegaron a tal nivel, que ya era común encontrar cadáveres en la vía pública.
"Nadie sale de su país por gusto, pero me fui porque lo tenía planeado desde antes de la caravana. A Dios le pido que haga justicia, pues en mi barrio hay muchas personas malvadas", cuenta Faddy a La Tercera. El miércoles, consiguió un "jalón", como ella misma dice, gracias a un camión que las trasladó hasta Tecún Umán, ciudad fronteriza entre Guatemala y México donde se unió al grupo.
"No sé cuánto voy a tardar, porque nunca había salido, pero allá (en Honduras) no me queda nadie. Sé muy bien que Jesús nos hará justicia. No pueden ser burladas mis oraciones. Soy mujer de fe y puede que me quede trabajando en México, porque vamos avanzando", agrega Faddy.
En las últimas horas, los primeros migrantes de la caravana ya alcanzaron el territorio mexicano. Ahí decidirán si permanecen en el DF o intentan cruzar de manera ilegal a Estados Unidos.
Expectantes, muchos esperaban que se abrieran las oficinas del Instituto Nacional de Migración en México para iniciar sus trámites y que se les facilite la ficha de visitante por razones humanitarias.
En las filas del puente Rodolfo Roble, más conocido como Suchiate I -el mismo que en octubre fue escenario del caos migratorio cuando el grupo derribó vallas y saltó al río para cruzar la frontera- uno a uno han ido pasando para realizar su registro oficial.
Y es que como Faddy, cada vez más centroamericanos han convertido a México en su destino final, tras las advertencias de Donald Trump, que además espera construir un muro en los tres mil kilómetros de la línea fronteriza.
En 2018 se registró el número más alto de solicitudes de refugio en México desde que se tenga registro. Al 3 de diciembre sumaban 26.566 peticiones de personas que demandaron protección internacional de ese Estado, es decir, un 82% más que en 2017. No obstante, el presupuesto destinado a la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (COMAR) no ha aumentado de forma proporcional. Y esto, a pesar que este año se prevé un 80% más de solicitudes.
"No se qué va a pasar mañana, pero si puedo hacerlo ahí, en cualquier ciudad de México, me quedo", comenta la madre hondureña.
Desesperanza
Pese a las ilusiones, muchos han sufrido contratiempos o simple "mala suerte", como prefieren llamarla. Por falta de trabajo, Delmis Fabiola Mendoza, de 21 años, partió sola la madrugada del martes. "Me robaron mi ropa y voy sin nada", cuenta a La Tercera.
Antes de partir, esta joven vendía "baleadas", golosinas típicas de Honduras, pero después que comenzaron a cobrar un impuesto por comerciar en las calles, no tuvo más opción.
"Quedarse es morir", concluye Delmis, la misma frase utilizada por su compatriota José Luis García.