La opción nuclear de Rusia en Ucrania sigue sobre la mesa para los frustrados generales del Kremlin
The New York Times aseguró que mientras el Ejército de Rusia perdía terreno y la retórica nuclear se tomaba la agenda mundial, líderes militares de ese país discutieron el uso de un arma táctica en el campo de batalla en Ucrania. Putin no habría participado en dichas conversaciones, pero sirven como prueba de que las amenazas de usar el arsenal atómico podrían no ser solo palabras.
Cuando parecía que la idea de un ataque con un arma nuclear táctica estaba quedando atrás luego de las palabras del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, durante un discurso en el Club de Debates Valdai la semana pasada, la amenaza del eventual uso de este tipo de armamento volvió a surgir.
Así lo aseguró el diario The New York Times, que informó que altos mandos militares del Ejército ruso mantuvieron conversaciones para discutir cuándo y cómo Moscú podría utilizar un arma nuclear táctica en territorio ucraniano, lo que preocupó tanto a autoridades en Washington como a otros aliados de Occidente.
Frustración en el alto mando
La información fue proporcionada por múltiples miembros de jerarquía en el gobierno estadounidense, bajo condición de anonimato, y según el medio neoyorquino, Putin no abría formado parte de dichas conversaciones.
Esta discusión sobre el eventual uso de armamento nuclear por parte de Rusia se difundió a mediados de octubre entre los funcionarios norteamericanos, y puso en relieve la creciente frustración de los líderes militares del Kremlin al demostrar que las amenazas podrían ser más que solo palabras de peligrosa bravuconería bélica.
Pese a aquello, los mismos miembros de la administración de Joe Biden descartaron que existiera alguna prueba de movimientos en el arsenal nuclear ruso, ya sea el transporte de este o la toma de medidas tácticas que evidenciaran una preparación de este tipo.
El avance sostenido durante las últimas semanas del Ejército de Ucrania en lo que Rusia considera como territorio anexado a través de referéndums no reconocidos por Occidente, ha acrecentado la sensación de frustración entre los altos mandos del país invasor, planteando también la duda sobre cómo reaccionará el Kremlin en caso de ver a sus tropas acorraladas.
La semana pasada, todo parecía indicar que la retórica nuclear iba en retirada por parte de Vladimir Putin, cuando aseguró durante un discurso en el Club de Debates Valdai que su gobierno “nunca ha dicho nada de forma proactiva sobre el posible uso de armas nucleares por parte de Rusia”, y que “todo lo que hicimos fue insinuar en respuesta a las declaraciones de los líderes occidentales”.
Según el mandatario, Rusia no tiene “ninguna necesidad” de utilizar armamento nuclear o una bomba sucia, como denunciaron tanto su propio bando como el occidental, ya que “no tiene ningún sentido para nosotros, ni político ni militar”.
Dichas palabras quedaron rápidamente empañadas por las conversaciones de sus colaboradores, puesto que funcionarios estadounidenses reconocieron que sus propios sistemas de defensa para alertar sobre un posible ataque nuclear ruso aún son imperfectos, detalló The New York Times, por lo que este tipo de conversaciones aún tienen valor desde el punto de vista de la inteligencia y la prevención de una escalada militar.
Peter B. Zwack, general retirado del Ejército estadounidense que se desempeñó como agregado de Defensa en Moscú entre 2012 y 2014, advirtió al mismo medio que “si hay una orden del Kremlin, no puede ocurrir por arte de magia”.
Es por eso que las agencias de inteligencia norteamericanas se han mantenido desde el inicio de la guerra buscando indicios de un ataque de este tipo, como lo serían ejercicios nucleares no declarados a la comunidad internacional -lo que sí ocurre en los ejercicios actuales, conocidos como “Grom”-, o la movilización de fuerzas estratégicas rusas. Las conversaciones de generales rusos destacadas por funcionarios estadounidenses se encuentran, precisamente, dentro de las informaciones a las que están atentos.
La administración Biden supo de ellas justo cuando Rusia levantaba polvo al asegurar que Ucrania planeaba utilizar una bomba sucia -un explosivo convencional mezclado con material radiaactivo- y las llamadas telefónicas entre miembros importantes relacionados con la defensa nacional de países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia. La prensa norteamericana reportó al menos dos llamados entre el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd J. Austin III, y el ministro de Defensa ruso, Sergei K. Shoigu.
Según Austin, no han “visto nada que indique que Putin haya tomado la decisión de utilizar una bomba sucia”, dijo en una conferencia de prensa el jueves pasado, pero también agregó que desde el gobierno del Presidente Biden estaban “ciertamente preocupados por la escalada”, al igual que desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania.
“Sería la primera vez que se utiliza un arma nuclear en más de 70 años”, afirmó aquel día. “Si esto ocurriera, hemos sido claros desde el principio en que se vería una respuesta muy significativa de la comunidad internacional”.
Aún no está clara cuál sería la eventual respuesta del gobierno norteamericano, y los altos funcionarios han sido muy cautos en referirse a la posible represalia. Durante octubre, el mediador de conflictos Bruce Allyn dijo a La Tercera que no creía posible que Estados Unidos respondiera con un ataque nuclear en el caso de que Rusia lo hiciera, lo que ha sido refrendado por el propio Presidente Biden, quien ha asegurado que no tiene planes de utilizar un dispositivo de este tipo ni siquiera a modo de respuesta.
Sanciones económicas, el arma utilizada contra Rusia hasta el momento por Occidente podría no ser suficiente para doblegarla, creen expertos. Consultado por The Washington Post, Eddie Fishman, un exmiembro del Departamento de Estado que trabajó en la cartera cuando la administración Obama impulsó sanciones contra Rusia y quien ahora da clases en la Universidad de Columbia, aseguró que “las sanciones no tienen un historial probado de servir como disuasión exitosa”.
En su opinión, “desgraciadamente, el barco ha zarpado en ese sentido (...) Estados Unidos tiene que estar preparado para usar la fuerza militar”, declaró, sin hacer referencia específica al uso de armamento nuclear.
Para Hans Kristensen, director del proyecto de información nuclear de la Federación de Científicos Americanos, la opción de la respuesta en clave ojo por ojo ni siquiera está contemplada por Biden. “Si Putin es malo haciendo estallar una bomba nuclear, entonces Estados Unidos también sería malo haciendo estallar una bomba nuclear”.
Hace una semana, el mandatario ruso se defendía de las acusaciones sobre un potencial uso de estas armas, asegurando que “el único país del mundo que ha utilizado armas nucleares contra un Estado no nuclear ha sido Estados Unidos. Las utilizó dos veces contra Japón”.
La investigación de la ONU
Cuando Fyodor Lukyanov, el presentador del Club de Debates Valdai, pidió a Putin durante la semana pasada que afirmara a la audiencia que el mundo no estaba al borde de la aniquilación, el mandatario ruso optó por responder con una larga pausa.
Lukyanov, preocupado, apuntó que su silencio era “alarmante”, a lo que un sonriente Putin contestó que lo hizo “a propósito para que estuvieran en guardia. El efecto se ha conseguido”.
Lo que podría parecer una macabra y nada chistosa anécdota, calza a la perfección con la descripción que un funcionario europeo hizo del modo de operar del presidente de Rusia. Según él, Putin utiliza regularmente un patrón en el que exalta las tensiones, observa la reacción de Occidente y la de sus propios compatriotas, y luego aplica medidas para reducir el estrés, aseguró a The New York Times.
Una estrategia similar parece estar ocupando para la acusación de que Ucrania y Estados Unidos estarían preparando el uso de una “bomba sucia”, denuncia que fue presentada incluso ante el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Según Rusia, ambos países estarían desarrollando actividades “biológicas militares” que violarían la convención que prohíbe dicho accionar, pese a que hasta el momento no han mostrado ninguna prueba que respalde la acusación.
Bajo el Artículo VI de la convención de armas biológicas de 1972, una comisión compuesta por los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU podría investigar las afirmaciones rusas, lo que será votado por este mismo órgano para su eventual aprobación o rechazo. Para la conformación del equipo de investigación deberán apoyar la moción al menos nueve países, y ninguno de los miembros permanentes (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China) tendría que vetarla. Finalmente, la investigación fue rechazada.
Linda Thomas-Greenfield, embajadora de EE.UU. ante la ONU, calificó la acusación como “una colosal pérdida de tiempo”, agregando que son “fabricaciones presentadas sin una pizca de evidencia”, detalló The Associated Press. “Ucrania no tiene un programa de armas biológicas”, dijo. “Estados Unidos no tiene un programa de armas biológicas. No hay laboratorios ucranianos de armas biológicas apoyados por Estados Unidos”, cerró.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.