Las posibilidades no eran demasiado altas y, sin embargo, ocurrió. El rey Carlos III y la reina consorte Camilla no son los primeros en mantener relaciones extramaritales dentro de la realeza británica, lo que, según ha demostrado la historia, no es algo tan inusual. Lo que sí sale de la regla es que sus antepasados directos hayan pasado por una historia de amor similar a la de los actuales monarcas de Reino Unido.

Fue la propia Camilla Parker Bowles quien se lo hizo saber a Carlos III, cuando este era un joven de 23 años y ostentaba el título de Príncipe de Gales. Según cuentan los relatos de su primer encuentro, Camilla Rosemary Shand, como se llamaba en ese entonces por nacimiento, le reveló la conexión que ella sabía que guardaban. “Mi bisabuela fue la amante de tu tatarabuelo”, dijo en 1970 al veinteañero sucesor al trono, al interior de un campo de polo, afición que ambos compartían.

En esta historia, momentos extremadamente similares se cruzan, y otros se alejan de forma clara, posiblemente debido al contexto social que los separa. Los primeros terminaron alejados tras la muerte del monarca, pero bajo la bendición de la propia familia real. La pareja actual rige a Reino Unido desde el 8 de septiembre, día en el que la reina Isabel II falleció.

Una historia casi repetida

Cuando el siglo XIX se acercaba a su fin, y un poco más de 70 años antes de que Carlos III y Camila Parker se conocieran, era el tatarabuelo del primero y la bisabuela de la segunda quienes se encontraban por primera vez. Sus nombres eran Alberto, quien luego tomaría el nombre de Eduardo VII, y Alice Keppel.

El entonces príncipe de Gales junto a Camilla Parker Bowles previo a su matrimonio. Archivo de febrero de 2005. Foto: AP.

La primera conexión surge aquí. Tal como con Isabel II y su extenso reinado, Alberto debió esperar por años para llegar al trono. Su madre, la reina Victoria, gobernó durante 63 años hasta su fallecimiento, en 1901. Y la segunda aparece de corrido. Al igual que Camilla Parker Bowles, Alice Keppel fue la amante del príncipe de Gales, título que el heredero de Reino Unido ostentaba al momento de su primer encuentro.

Para aquel momento, el futuro monarca tenía 56 años y mantenía un matrimonio por conveniencia con Alexandra de Dinamarca, mientras que Alice Keppel tenía 29 años. Nacida como Alice Frederica Edmonstone, recibió el apellido de su marido, George Keppel, con quien se casó a los 23 años.

La mujer, quien venía de una familia “ligeramente aristocrática”, según afirmó The Herald, se crió en el castillo de Duntreath, en Stirlingshire. Su padre fue un barón y almirante de la Marina británica y su abuelo había sido gobernador de las islas Jónicas, mientras su esposo George fue el séptimo conde de Edmonstone.

Retrato de Alice Keppel, la bisabuela de Camilla, la actual reina consorte.

Según la revista Town & Country, Alice era considerada como una persona excepcionalmente amable, incluso entre sus enemigos. “Era luminosa, resplandeciente... No solo tenía el don de la felicidad, sino que destacaba por hacer felices a los demás. Parecía un árbol de Navidad cargado de regalos para todo el mundo”, fue la definición que su hija Violet hizo de ella.

Con el viaje de la familia Keppel a Londres, donde se encontraba Violet, las conexiones crecieron. Fue en la capital donde Alice se desarrolló como anfitriona de sociedad, permitiéndole conocer a Alberto, el entonces príncipe de Gales.

La pareja se mantuvo junta hasta el día de la muerte del monarca, incluyendo su ceremonia de coronación en agosto de 1902, donde la pusieron “en un lugar destacado de la Abadía de Westminster”, según el sitio web especializado Monarquías, y el funeral del ya rey Eduardo VII, en 1910.

Compartiendo el matrimonio

Según los registros de la época, tanto Alexandra de Dinamarca como George Keppel estaban al tanto de la relación extramarital de sus respectivas parejas, pero a ninguno pareció complicarle sobremanera. Al contrario, la realeza encontró en Alice un valioso apoyo político, y los Keppel lograron acrecentar su fortuna.

La revista Town & Country asegura que cada vez que George sabía sobre la inminente llegada del rey a su hogar, se retiraba discretamente. “No me importa lo que haga mientras al final vuelva conmigo”, era su respuesta ante la evidente relación del monarca y su esposa. El rey entregó acciones de una empresa a Alice, creó dotaciones para su amante y ascendió a George a un puesto importante bajo la dirección de Sir Thomas Lipton.

Por otro lado, y según el historiador Théo Aronson, “el concepto que Eduardo VII tenía de Alice era demasiado elevado para someterla a la indignidad de la clandestinidad”, recogió Monarquías. “Todos sabían acerca de la relación entre el rey y la esposa de George Keppel”, dijo el diplomático y político lord Hardinge de Penshurst en textos de su autoría, mientras que la reina consorte apreciaba lo discreta que Alice era sobre la relación, al menos en comparación a las anteriores amantes de Eduardo VII.

Esto último es precisamente la gran diferencia entre esta pareja y su símil actual: Alexandra de Dinamarca veía en Alice Keppel una aliada, y viceversa.

Su habilidad para “suavizar el comportamiento errático” del rey, detalló Town & Country, así como su rol de asesora de confianza, ayudó incluso en asuntos de Estado. Según el virrey de India, “hubo una o dos ocasiones en las que el rey estuvo en desacuerdo con el Ministerio de Asuntos Exteriores y pude, a través de ella, aconsejar al rey para que aceptara la política del gobierno. Era muy leal al rey y patriótica al mismo tiempo”.

El entonces príncipe Carlos y su fallecida exesposa, la princesa Diana, llevan a casa a su hijo recién nacido, el príncipe Guillermo, en junio de 1982. Foto: AP

En contraste, la actual reina consorte aseguró que Diana de Gales, la fallecida exesposa del rey Carlos III, le dijo que iba “a mandar a alguien para que te mate”, según señala la revista Semana. También da pie a la segunda diferencia. Contrario a lo que muchos creían que ocurriría en la década de los 90, Camilla Parker terminó convirtiéndose en la reina consorte de forma legal, tras el matrimonio de la pareja real en 2005, ocho años después de la muerte de Lady Di. En un mensaje con motivo de los 70 años de su reinado, Isabel II expresó en febrero de 2022 su “deseo sincero” de que Camilla “sea conocida como reina consorte” cuando Carlos ascendiese al trono.

Sin embargo, la misma pasión entre amantes parecía recorrer ambas relaciones. Según Vanity Fair, a los predecesores de la actual pareja real les gustaba chismear y bromear, incluso con cierta picardía para la época. En un tono mucho más directo, Carlos y Camilla se mensajeaban cuando aún eran amantes con audios subidos de tono que se filtraron a la prensa.

La mayor discrepancia entre ambos relatos, eso sí, llegaría en la forma en que ambos terminaron. Hoy, el monarca es morador del Palacio de Buckingham junto a la persona con quien compartió medio siglo –ya sea como amante, en el pasado, o como esposa, en el presente–. En la vereda contraria, Alice Keppel no tuvo un lugar en la corte tras la muerte de Eduardo VII.

Las crónicas sobre la época relatan que cuando el monarca falleció de un enfisema pulmonar, en 1910, la reina consorte permitió a Alice un momento a solas con el rey. Pero tras un ataque de histeria a los pies de su cama, la esposa de Eduardo VII se vio obligada a retirarla del lugar. Así, tal como obtuvo privilegios casi tan altos como los de Alexandra, de un día para otro los perdió.

A la edad de 79 años, alejada de la alta sociedad británica, quien incluso la tachó de espía de la inteligencia alemana, aseguró Vanity Fair, Alice Keppel falleció en septiembre de 1947 de cirrosis hepática. Coincidentemente, ese mismo año, en noviembre, moriría su marido y en julio nacía su bisnieta, la actual reina consorte Camilla Parker.