Barata, rudimentaria, con relativamente bajo poder destructivo en comparación con un arma nuclear táctica, pero con un inmenso potencial para infundir terror en la población. Estas son las características que expertos destacan de las llamadas “bombas sucias”, armamento que mezcla los componentes explosivos tradicionales con material radiactivo, y que tanto Rusia como Ucrania se acusan de estar preparando para su eventual utilización.
La acusación rusa
Fue el lunes cuando el Kremlin acusó a Ucrania, aun sin entregar ninguna prueba más que sus propias palabras, de estar en la “fase final” de la fabricación de un arma de este tipo. Afirmación que se inscribe en la cada vez más creciente retórica radiactiva.
“Según las informaciones de las que disponemos, dos organizaciones ucranianas tienen instrucciones específicas para crear la denominada ‘bomba sucia’. Su trabajo entró en la fase final”, dijo en un comunicado el teniente general ruso Igor Kirillov, persona a cargo del área de radiaciones, productos químicos y biológicos dentro del Ejército de su país.
La grave imputación generó una ola de acusaciones cruzadas entre Rusia y los países de Occidente que respaldan a Ucrania, con ambos bandos asegurando que su respectivo enemigo busca crear un escenario de “bandera falsa” que podría abrir la puerta a la utilización de armas de mayor calibre.
Considerando las palabras del Presidente Vladimir Putin durante septiembre, cuando dijo que “en el caso de una amenaza a la integridad territorial de nuestro país, y para defender a Rusia y a nuestro pueblo, sin lugar a dudas, usaremos todos los medios a nuestra disposición”, se teme que la utilización de una “bomba sucia” en suelo ruso se traduzca en la escalada de una nueva amenaza nuclear.
Kirillov aseguró en el mismo comunicado que “el objetivo sería acusar a Rusia de utilizar un arma de destrucción masiva en el teatro militar ucraniano y con ello lanzar una poderosa campaña antirrusa en el mundo, destinada a socavar la confianza en Moscú”, agregando que Kiev busca “intimidar a la población local y aumentar el flujo de refugiados en toda Europa”.
Rápidamente, Estados Unidos, Francia y Reino Unido criticaron en una declaración conjunta la aseveración rusa, calificándola como “falsa” y asegurando que su compromiso de apoyo a Ucrania se mantendrá “tanto tiempo como haga falta”.
La respuesta se dio luego de que el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, les transmitiera durante el domingo sus “preocupaciones relacionadas con posibles provocaciones por parte de Ucrania con el uso de una ‘bomba sucia’” a sus homólogos de Turquía y los tres países ya nombrados.
Kiev también descartó la acusación de su enemigo bélico, continuando el discurso sobre la “bandera falsa”. Según el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, la táctica que Rusia busca emplear es lanzar este armamento y luego acusar al país invadido, permitiéndole escalar en el uso de su arsenal, dijo tras una reunión con su homólogo norteamericano, Antony Blinken. Al igual que Rusia, tampoco entregó antecedentes para respaldar sus palabras.
Desde el bloque occidental, el apoyo llegó en masa en favor de Ucrania. El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, respaldó los dichos de Kuleba al asegurar que “los aliados de la OTAN rechazan esta acusación. Rusia no tiene que utilizarlo como pretexto para la escalada. Nos mantenemos inalterables en nuestro apoyo a Ucrania”, escribió en un tuit.
Para argumentar a su favor, desde Kiev instaron a la comunidad internacional para que se envíe una misión de expertos a las instalaciones nucleares ucranianas para desmentir a Rusia. El organismo de control nuclear de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aseguró este lunes que enviará inspectores a dos centros, informó CNN.
Este martes, el embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Dmitry Polyanskiy, presentó una acusación formal ante el Consejo de Seguridad sobre el supuesto uso de Ucrania de una “bomba sucia”, alegando que no le importa “que la gente diga que Rusia está llorando si esto no sucede, porque es un desastre terrible que amenaza potencialmente a toda la Tierra”, nuevamente sin presentar ninguna prueba concreta de dicha denuncia.
En un aparente esfuerzo por dotar de validez a las acusaciones, y en la primera referencia directa a la posibilidad de luchar bajo efectos de la radiactividad, el Ministerio de Defensa de Rusia declaró el lunes que instruyó a sus fuerzas para trabajar en condiciones de contaminación de este tipo.
“El Ministerio de Defensa ha organizado los trabajos para contrarrestar las posibles provocaciones de la parte ucraniana: las fuerzas y los recursos se han puesto a punto para realizar tareas en condiciones de contaminación radiactiva”, dijo el teniente general Igor Kirillov.
Un arma terrorista
Si bien se las conoce como “bombas sucias”, el nombre técnico es el de dispositivos de dispersión radiológica, y se componen de explosivos convencionales, más fuentes radiactivas de relativamente “fácil” acceso, obtenidas de elementos médicos, de industrias afines o de centros de investigación.
Por dicha razón, es una herramienta bélica que se considera más cercana a agrupaciones terroristas que a países, ya que son mucho más fáciles y baratas de construir que un dispositivo nuclear, pero también mucho menos peligrosas.
Esto lleva a la siguiente pregunta: ¿Es una “bomba sucia” una arma nuclear? La respuesta es que no. En la primera, la detonación es gatillada por explosivos convencionales, mientras que en la segunda se da a través de una reacción nuclear. Según un documento informativo del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS), “una bomba nuclear crea una explosión que es de miles a millones de veces más potente que cualquier explosivo convencional que pudiera utilizarse en una bomba sucia”.
A modo de comparación, explicó ICAN, la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, la bomba arrojada en 1945 por Estados Unidos contra Japón, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, destruyó 6,2 kilómetros cuadrados de la ciudad de Nagasaki. Según CNN, una “bomba sucia” dañaría unos pocos edificios a la redonda.
Continuando la comparación, la famosa nube con forma de hongo producida por una explosión nuclear puede cubrir desde decenas hasta cientos de kilómetros cuadrados, lo que esparciría finas partículas de material nuclear, conocidas como lluvia radiactiva, sobre dicha área, explica el DHS. En el caso contrario, una “bomba sucia” podría esparcir material de ese tipo a manzanas de distancia, o unos pocos kilómetros cuadrados si las condiciones meteorológicas (especialmente el viento) lo permiten.
“Una bomba sucia es realmente fácil de fabricar”, dijo a la cadena Al Jazeera el vicepresidente del programa de seguridad de materiales nucleares de The Nuclear Threat Initiative, Scott Roecker. “Es un artefacto burdo”, agregó.
De hecho, según el Departamento Estatal de Servicios de Salud de Texas, la radiación emanada de este tipo de armas causaría niveles de exposición similares a los que se reciben durante las radiografías dentales, detalló CNN. En la misma línea, el DHS asegura que sería poco probable que suministrara dosis suficientemente altas “como para causar efectos inmediatos en la salud o víctimas mortales en un gran número de personas”.
Su utilidad, explican expertos, está en causar pánico. Nunca se ha detonado una en el mundo. Lo más cerca que se estuvo de una explosión de estas características fue en 1995, cuando rebeldes chechenos instalaron una en un parque de Moscú, pero no la detonaron.
La calificación que hacen de ella, detalló Al Jazeera, es más de “armas de perturbación masiva” que de destrucción masiva, por lo que, de utilizarse, la ubicación escogida no sería precisamente el campo de batalla, sino que zonas urbanas con población civil.