Durante casi 10 años, Joseph Moore vivió una doble vida secreta.
A veces, el veterano del Ejército estadounidense se ponía una túnica blanca y una capucha como sicario del Ku Klux Klan, en el norte de Florida. Asistía a reuniones clandestinas y participaba en la quema de cruces. Incluso, ayudó a planear el asesinato de un hombre negro.
Sin embargo, Moore llevaba algo más durante sus años en el Klan: un micrófono del FBI. Grababa las conversaciones con sus compañeros del Klan, a veces incluso grababa videos, y compartía aquello de lo que se enteraba con los agentes federales que intentaban acabar con los supremacistas blancos que formaban parte de las fuerzas del orden de Florida.
Un pequeño error, una sola palabra, pensaba, significaba una muerte segura y violenta.
“Tuve que tomar conciencia de que ese hombre me dispararía en la cara en un abrir y cerrar de ojos”, dijo Moore con un fuerte y pausado acento. Hace poco, sentado en el living de su casa, junto a las luces parpadeantes de un árbol de Navidad, recordó un encuentro especialmente aterrador de 2015. Pero eso era lo que ocurría en muchos de sus días.
Antes de esas reuniones, se sentaba solo en su camioneta, con el diafragma agitado por las técnicas de respiración profunda que había aprendido como francotirador adiestrado por el Ejército.
Este hombre, casado y padre de cuatro hijos, ayudó al gobierno federal a desbaratar al menos dos planes de asesinato, según los documentos judiciales del juicio penal contra dos de los miembros del Ku Klux Klan. También fue informante activo cuando el FBI puso al descubierto a miembros del Klan que trabajaban como agentes de la ley en Florida, en los niveles de la ciudad, el condado y el estado.
Hoy día, él y su familia viven con nuevos nombres en una zona residencial de prolijos jardines de Florida, donde sus hijos juegan en la calle. Los gansos se pasean lentamente entre lagos artificiales. Fuera de declarar en los tribunales, este hombre de 50 años nunca ha hablado públicamente de su trabajo encubierto en el KKK. Pero se puso en contacto con un periodista después de que The Associated Press publicara una serie de artículos sobre supremacistas blancos que trabajaban en las cárceles de Florida y que, en parte, se basaban en documentos y grabaciones que detallaban su trabajo para el FBI.
“El FBI quería que reuniera toda la información posible sobre estos individuos y que confirmara su identidad”, dijo Moore sobre los agentes de la ley que eran miembros activos del Klan o que trabajaban con él.
“Desde mi punto de vista, con la información expuesta, puedo decir que ninguno de estos organismos tiene control sobre nada de esto. Es más común y significativo de lo que cualquiera de ellos está dispuesto a reconocer.”
El FBI pidió por primera vez a Moore que se infiltrara en un grupo del Klan de la zona rural del norte de Florida llamado United Northern and Southern Knights of the KKK (Caballeros Unidos del Norte y el Sur del KKK) en 2007. En las reuniones del Klan, Moore anotaba los números de matrícula de los vehículos y otros datos de identificación de presuntos agentes del orden que eran miembros.
Moore dijo haber observado conexiones entre ese grupo de odio y las fuerzas del orden de Florida y Georgia. Dijo que se encontró con decenas de policías, agentes penitenciarios, ayudantes del sheriff y otros agentes de la ley que estaban involucrados con el Klan y clubes ilegales de motociclistas.
Mientras operaba dentro de ese primer grupo del Klan, Moore alertó a los federales de un complot para asesinar a un camionero hispano. Luego avisó al FBI sobre un ayudante de la oficina del sheriff del condado de Alachua, Wayne Kerschner, que era miembro del mismo grupo.
Durante los años que Moore estuvo en los Caballeros Unidos del Norte y el Sur, el FBI también identificó a un miembro de la célula del Klan que trabajaba para el departamento de policía de Fruitland Park, Florida. Moore dijo haber proporcionado información de identificación que fue útil en ese caso.
Sus años como informante transcurrieron durante una época crucial para los esfuerzos del país en materia de terrorismo interior. En 2006, el FBI había difundido una evaluación de inteligencia sobre el Klan y otros grupos que intentaban infiltrarse en las filas de las fuerzas del orden.
“Los grupos supremacistas blancos históricamente han hecho esfuerzos estratégicos para infiltrarse y reclutar gente en las fuerzas del orden”, escribió el FBI. La evaluación explicaba que algunos miembros de las fuerzas policiales ofrecían “recursos profesionales a las causas supremacistas blancas con las que simpatizan”.
El FBI no respondió una serie de preguntas enviadas por AP sobre el trabajo de Moore como informante confidencial.
Creando un personaje
Moore no era miembro del Ku Klux Klan antes de trabajar para el FBI, dijo. Explicó que se sumó a la operación porque el gobierno se dirigió a él y le pidió ayuda. Como veterano y francotirador entrenado por el Ejército, consideraba que si su país le pedía que protegiera al público de los terroristas internos, tenía el deber de hacerlo. Se veía, dijo, como una red de seguridad entre esos extremistas violentos y el público.
Dijo que nunca adoptó su ideología racista. Para seguir conectado con su verdadero carácter, Moore afirma que nunca utilizó insultos racistas mientras representaba su personaje, ni siquiera cuando sus hermanos del Klan los lanzaban esporádicamente. En las grabaciones del FBI revisadas por AP, nunca se lo oye utilizar insultos racistas como sus antiguos hermanos del Klan.
Pero también reconoce que para que el trabajo encubierto fuera exitoso, tuvo que transformarse en una persona totalmente distinta para poder convencer a sus hermanos del Klan de que era uno de ellos.
“Armé un personaje que había estado en el extranjero. Que había recibido medallas en combate. Que tenía experiencia en operaciones especiales, más experiencia que yo. Pero alguien que les daba la seguridad de que sería útil para la organización en un nivel mucho más alto”, dijo Moore.
El truco funcionó, y a Moore le dieron acceso de alto nivel y confianza.
“Si no eres creíble, si no te comprometes en todos los niveles, no puedes volver a casa con tu familia. Así que tienes que poner todo de tu parte para que tú y tu familia estén a salvo”, dijo.
Moore también tenía que mentir: a su mujer, a sus padres, a todo el mundo. Nadie podía saber lo que estaba haciendo. Pero al final, la mujer de Moore empezó a sospechar de sus actividades, y él se derrumbó. Les dijo a ella y a sus padres lo que estaba haciendo.
“No puedes decírselo. Y ellos siguen indagando porque quieren saber qué pasa en tu vida. Así que está esa preocupación de que tienes que mentirle a tu familia, y yo no quería mentirle a mi familia”, dijo.
Moore también recibía tratamiento por sufrir trastorno bipolar y ansiedad severa, algo que había controlado con medicamentos. Pero dados sus problemas con la enfermedad mental, su mujer no le creyó de inmediato. Al final la llevó con él a algunas reuniones del Klan, decisión de la que se arrepiente, porque la puso en peligro.
Cuando los agentes del FBI con los que trabajaba descubrieron que su mujer estaba al tanto de su trabajo, pusieron fin a la relación, y Moore buscó tratamiento adicional de salud mental y física a través del Departamento de Asuntos de Veteranos.
Sin embargo, tras pasar un tiempo alejado, el FBI volvería a buscarlo y lo reclutaría para una segunda misión.
El gran caballero halcón
En 2013, un agente del FBI que había trabajado con Moore durante su primera etapa como informante lo reclutó de nuevo. Esta vez le pidió que se infiltrara en la sección de Florida de un grupo nacional llamado Caballeros Tradicionalistas Estadounidenses del Ku Klux Klan.
Al cabo de un año de haberse “naturalizado”, se había convertido en Gran Caballero Halcón de la “klavern” (unidad local del KKK) con sede en la zona rural del centro-norte de Florida. Estaba a cargo de la seguridad y las comunicaciones internas y, debido a sus antecedentes militares, era a quien recurrían para actos de violencia.
Fue en una ceremonia de quema de cruces de diciembre de 2014 cuando Charles Newcomb, el “Cíclope Exaltado” de la sección, lo llevó aparte para hablar de un plan para matar a un hombre negro.
Warren Williams era un exconvicto que había tenido una pelea con uno de sus hermanos del Ku Klux Klan, un funcionario penitenciario llamado Thomas Driver. Driver, el sargento del servicio penitenciario David Moran y Newcomb querían matar a Williams.
Moore alertó al FBI, que lo autorizó a realizar grabaciones secretas durante los siguientes meses. Para entonces, se había involucrado en la vida de Newcomb: bebían juntos, iban a asados y hablaban de los problemas de la vida. Esto permitió a Moore acercarse lo suficiente como para grabar a los tres agentes y exagentes penitenciarios de Florida mientras planeaban el asesinato de Williams. Grabó las conversaciones sobre el plan de asesinato que llevarían a la condena penal de los tres miembros del Ku Klux Klan.
“Y esa no era la única persona a la que querían atacar”, dijo Moore. “Había otras personas de la comunidad a las que querían atacar. Pero esa era la única en la que podíamos basar un caso”.
Moore dijo que, a lo largo de esa década dentro del KKK, su lista de otros agentes de la ley vinculados al Klan fue creciendo. Los vínculos, dijo, eran habituales en Florida y Georgia, y más fáciles de identificar una vez que estaba dentro.
“Iba rumbo a descubrir más actividad en las fuerzas del orden, pero la amenaza inmediata para el público del complot de asesinato era prioridad”, dijo Moore. “Y yo sólo era una persona. Lo que podía hacer tenía un límite”.
Moore dijo que los tres guardias carcelarios actuales y anteriores implicados en el caso del complot de asesinato operaban entre un grupo de otros miembros del Klan de oficiales en el Centro Médico y de Recepción en Lake Butler, Florida, una prisión donde se procesa y se somete a controles de salud a los nuevos reclusos. Dijo que los oficiales que conocía reclutaban activamente nuevos miembros en la prisión.
El Departamento Correccional de Florida informó que eso no es cierto.
“Cada día, más de 18.000 agentes penitenciarios de todo el estado trabajan como servidores públicos, comprometidos con la seguridad de las comunidades de Florida. No deberían ser difamados por las acciones aisladas de tres individuos que cometieron actos aborrecibles e ilegales varios años antes”, dijo el departamento en un comunicado enviado por correo electrónico.
La portavoz Michelle Glady le afirmó a AP que el organismo no ha encontrado pruebas de una mayor adhesión a grupos extremistas de supremacistas blancos ni de un problema sistémico. Dijo que todas las denuncias de irregularidades son investigadas por el inspector general del departamento.
“Esa afirmación del estado no es cierta en base a los hechos”, dijo Moore, quien sostiene haber visto pruebas de un problema más generalizado de lo que el estado reconoce públicamente. Dijo haber proporcionado al FBI información sobre otros supremacistas blancos activos que trabajaban como agentes penitenciarios del estado y en otros organismos de las fuerzas de seguridad. Agregó que también brindó información sobre miembros del Ku Klux Klan que se postulaban para integrar el servicio penitenciario del estado.
Tras prestar declaración en el caso de asociación ilícita para cometer un asesinato contra los miembros del Ku Klux Klan con los que había trabajado durante años, el trabajo de Moore con el FBI terminó. Había sido identificado públicamente y en 2018 inició su vida con un nuevo nombre.
Para entonces, el trabajo había hecho mella en su salud mental y física. Dice que el personaje de Joe Moore, Gran Caballero Halcón del KKK, había tenido que desarrollar una amistad y unas relaciones casi familiares con los que investigaba para poder salir con vida.
Pero perdió a amigos íntimos, dijo, que se enojaron porque se había atribuido falsos honores militares como parte de su alter ego.
Hoy día, a Moore le preocupa que los hombres a los que ayudó a encarcelar sepan dónde está y busquen venganza. Todos saldrán de la cárcel en unos años.
Moore ha instalado en el exterior de su casa cámaras de vigilancia con detección de movimiento que le permiten controlar cualquier actividad y lleva una pistola a todas partes.
Agregó que, en este momento, cree que salir de las sombras y hablar públicamente de su historia es la mejor manera de protegerse y proteger a su familia.
“Hemos tenido que cambiarnos el nombre. Hemos intentado mudarnos, nuestra dirección es confidencial. Sin embargo, hay personas con capacidad de investigación que nos han rastreado, han descubierto nuestros nombres”, dijo Moore. En los últimos meses, personas relacionadas con el Klan se han presentado en su casa, contó. Moore alertó al FBI y presentó una denuncia ante la oficina del sheriff local.
Moore tampoco quiere que su trabajo y el de otros informantes confidenciales que se juegan la vida para ayudar a desenmascarar a los extremistas internos haya sido en vano.
Dice que quiere que los funcionarios de los centros penitenciarios y las fuerzas policiales de Florida lleven a cabo investigaciones en todo el sistema para erradicar a los supremacistas blancos y otros extremistas violentos.
“¿Sabes por qué la gente no confía en la policía? Porque es testigo de cómo un pariente o un amigo es blanco de un extremista, que casualmente lleva una placa y un arma. Y sé con certeza que eso ha ocurrido. Detuve un plan de asesinato de agentes de la ley”, dijo Moore.