Habían transcurrido solo algunos minutos pasados la medianoche, cuando apareció en pantalla Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) y amigo personal de Nicolás Maduro y la primera dama, Cilia Flores. Su mensaje era de una supuesta victoria irrefutable y un “resultado irreversible”, en el que el actual mandatario habría ganado la reelección con el 51,2% de los votos, frente al 44,2% de Edmundo González. Habían pasado ya más de tres horas desde que miembros de la oposición iniciaran las peticiones para la entrega de resultados, y tras el primer cómputo del 80% de los votos, los escenarios sobre el futuro de Venezuela se tornaron aún más inciertos.
Entre ellos, una pregunta sobresale. ¿Cómo enfrentará el chavismo y Nicolás Maduro la presión que ejercerán tanto la oposición al interior del país caribeño, como países y organismos internacionales?
La interna venezolana
Para Diego Area, director adjunto para el Desarrollo Estratégico del Adrienne Arsht Latin American Center del Atlantic Council, la respuesta a nivel local es simple: represión. “Maduro continuará una estrategia que ha venido refinando muy bien durante los últimos años”, comenzó el politólogo en conversación con La Tercera.
“Él ya tiene un doctorado en cómo navegar la presión y cómo utilizar mecanismos ilegales e ilegítimos para poder mantenerse en el poder”, y ahora viene “una pelea de resistencia donde va a haber una discusión inicial y profunda sobre las actas y temas técnicos de materia electoral que van a distraer la atención del meollo real, que es que la mayoría se expresó de una forma, y el árbitro electoral no anunció los resultados que se dieron en las urnas”.
El mayor problema a futuro, cree el experto radicado en Washington, es que ve “la represión de Maduro hacia sus opositores como una carta que ya se ha jugado en el pasado, y que ahora podría darse perfectamente, apretando aún más su mecanismo de represión del Estado, ya sea con los colectivos, con la policía política o también censurando a las voces contrarias”.
Coincide Alexandra Winkler, asociada senior del programa Américas y de la Iniciativa Futuro de Venezuela en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington. La experta dijo a este periódico que respecto a la interna venezolana, Maduro intentará hacer tiempo y obstruir a la oposición.
“Nicolás Maduro, como siempre hemos visto, busca ganar tiempo con negociaciones, con diálogos que no hacen sentido, etc. El Defensor del Pueblo del régimen salió denunciando que María Corina (Machado), que Leopoldo López, que Lester Toledo, estaban envueltos en una conspiración para tratar de impedir la transmisión de los resultados electorales ayer (domingo). Todas historias prefabricadas y excusas para justamente no dar a conocer los resultados pertinentes”.
Su mayor preocupación, añadió en la misma línea, es que cree que el sucesor de Hugo Chávez “va a comenzar una persecución política contra los líderes opositores que ayer salieron ganadores. Todo está sobre la mesa con la dictadura”.
Otro factor en el que el chavismo deberá poner un ojo es en el malestar de la población, ya no solo económico, sino que también político. Así quedó de manifiesto este lunes luego de que registros audiovisuales mostraran cacerolazos en distintos puntos del país, como exhibió Ana Rodríguez Brazón, corresponsal en Caracas del periódico colombiano El Tiempo.
La periodista mostró en vivo los golpes a cacerolas muy cerca del Palacio de Miraflores, algo que, aseguró, nunca ocurre al ser bastión chavista. El hecho más relevante, sin embargo, se registró en Falcón, donde manifestantes derribaron una estatua del fallecido expresidente Hugo Chávez, predecesor de Maduro.
Los dos expertos consultados por este periódico coinciden en un punto. Que lo que se vivió el domingo en Venezuela fue “la finalización de una etapa, de una épica muy importante por parte de los factores democráticos del país, que tuvieron que saltar una serie de obstáculos constantes y permanentes en el proceso de poder tener unas elecciones libres”, dijo Area.
Y recalcó un punto respecto al proceso en sí mismo: “En el proceso eleccionario se descalificaron a los candidatos que tenían la mayoría de la intención de voto, no solamente a María Corina Machado sino también a Corina Yoris, además de que a los más de siete millones de venezolanos que vivimos fuera del país se nos impidió el derecho básico a poder expresar nuestra voluntad mediante el voto para unas elecciones presidenciales”.
Similar fue la postura al respecto de Winkler, quien explicó a La Tercera que la cifra publicitada por la oposición venezolana, donde se afirma que González habría obtenido el 70% de los votos y Maduro el 30%, se obtuvo de “mecanismos alternativos de reportaje y de información para recibir los resultados electorales, ya sea por exit polls, o bien sea por quick counts”.
“Lo del domingo fue histórico, porque votaron alrededor de 12 millones de personas”, señaló en palabras casi calcadas a las de Area. “Fue bastante épico, porque la gente salió a votar a pesar de la dictadura, de la represión, del control social. De los cuatro millones y medio, casi 5 millones de venezolanos habilitados de un total de 8 millones que hemos emigrado, a muy pocos se les permitió votar”.
La vertiente internacional
No han sido pocos los gobiernos que, ya sea rápida o lentamente, salieron a cuestionar el desarrollo transparente de las votaciones. De algunos se esperaba una pronta pronunciación al respecto, como ocurrió con Javier Milei, presidente de Argentina, o Estados Unidos, de la boca de secretario de Estado de Joe Biden, Antony Blinken. Este último, desde Tokio, manifestó que la Casa Blanca tenía “serias preocupaciones” de que “los resultados anunciados no reflejen la voluntad o los votos del pueblo venezolano”.
Otros sectores ideológicos, sin embargo, también plantearon preocupaciones de manera presta. Así fue el caso de Chile y Colombia, liderados por Gabriel Boric y Gustavo Petro, respectivamente. “Exigimos total transparencia de las actas y el proceso, y que veedores internacionales no comprometidos con el gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados”, dijo el primero en un mensaje publicado en X, antes Twitter. En tanto, Luis Gilberto Murillo, canciller colombiano, apuntó a la necesidad de despejar “cualquier duda posible”.
El que demoró un poco más fue Lula da Silva, posiblemente, el con mayor peso en la tríada de mandatarios izquierdistas en la región. Fue mediante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) declaró que se mantenían “a la espera de que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela publique datos desagregados por mesa de votación, paso indispensable” para el reconocimiento de la victoria declarada por el chavismo. Esto, además, contribuiría a “la transparencia, credibilidad y legitimidad del resultado de la elección”, se lee en el documento.
Algunos ya tomaron cartas en el asunto, como ocurrió este lunes con Panamá, cuyo gobierno informó que retirará a su personal diplomático “hasta que no se realice una revisión de las actas”.
“Podemos observar una presión internacional para ver las actas, mesa por mesa y centro electoral por centro electoral por parte de la comunidad internacional, como ya lo han hecho varios países. Esto incluye a aliados históricos del movimiento chavista, como es Brasil, encarnado en la presidencia de Lula, o a Gustavo Petro y otros”, apuntó Diego Area.
El cerco político de amplio rango que rodea internacionalmente a Maduro es otro eje de presión con el que tendrá que lidiar en los próximos días, semanas y, de no haber cambios, meses. Pero ya tiene experiencia previa al respecto.
“Recordemos que hasta hace muy pocos años, Estados Unidos y más de 60 países tenían una política de máxima presión sobre la economía venezolana, con sanciones y con presión diplomática”, añadió Area.
De hecho, en mayo de 2018, poco después de que Maduro celebrara su cuestionada victoria, también se registró un masivo cuestionamiento proveniente de organismos y líderes derechistas de la región contra los comicios. En ese entonces, el Grupo de Lima, organismo compuesto por Canadá y 13 países latinoamericanos cuyo objetivo era acompañar una salida pacífica de la crisis venezolana, decidió bloquear fondos; Estados Unidos anunció nuevas sanciones económicas; y la Unión Europea desconoció los resultados electorales.
En cambio, Maduro vio ese rechazo como algo positivo, aseguró en la fecha Radio Francia Internacional. Ahora, la estrategia parece similar. En su discurso de victoria, el mandatario cargó contra Milei de manera directa, para luego recibir el reconocimiento formal de China, Rusia, Bolivia, Cuba, Honduras, Nicaragua e Irán.
Según Alexandra Winkler, la estrategia a nivel regional y mundial de Maduro será el “comprar tiempo con la comunidad internacional”, y así esperar a que la presión se diluya.
Consultada sobre si lo ocurrido el domingo fue un golpe o un autogolpe de Estado, como algunos han planteado, la experta argumentó que, más importante que eso, es que “se violó la voluntad del pueblo, Maduro no reconoció que la gente quería un cambio, no reconoció el resultado, y ese es el peor golpe a la democracia que hayamos podido tener recientemente”.
Area, en cambio, asevera que “definitivamente hubo un golpe a la democracia en Venezuela. Esto es un golpe continuado a la democracia de un gobierno autocrático que ha venido erosionando la Constitución, los principios democráticos y los derechos políticos de los venezolanos sistemáticamente. Es un gobierno que viola sistemáticamente los derechos fundamentales de los venezolanos, que viola los derechos humanos, y que tiene casos abiertos en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad”.
En la contraparte, Maduro replicó un guion utilizado previamente. Desde la sede del CNE, dijo este lunes que “se está intentando imponer en Venezuela un golpe de Estado nuevamente de carácter fascista y contrarrevolucionario. Yo pudiera denominarlo una especie de Guaidó 2.0″, en alusión al líder opositor Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente encargado de Venezuela en enero de 2019, tras desconocer la legitimidad de las elecciones de mayo de 2018 en las que Maduro resultó electo para un segundo mandato.
“Ya nosotros vivimos esto. Esta película la vimos. La misma película, con un guion parecido. Los protagonistas somos los mismos. Por un lado, el pueblo que quiere paz, democracia, prosperidad, progreso. Y por otro lado, élites llenas de odio con un proyecto contrarrevolucionario fascista”, añadió.