En la Cancillería venezolana querían tomarse la foto con Michelle Bachelet. Convocaron a la prensa y la acreditaron para que hiciera cobertura de las reuniones entre la alta comisionada de la ONU para los DD.HH. y los funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro. Después de hacer esperar a los reporteros en un cuarto de cortinas largas en la Casa Amarilla -sede del Ministerio de RR.EE. y lugar donde se inició el proceso de independencia venezolano en 1810-, llamaron a los fotógrafos y camarógrafos a pasar al salón en el que Bachelet estaba reunida -escoltada por un enorme cuadro de Simón Bolívar- para hacer tomas "silentes".

En pocos minutos los reporteros estaban de vuelta, muchos de ellos sin poder realizar su trabajo. Les informaron que el equipo de comunicaciones de Bachelet había advertido con anticipación que ella no daría declaraciones, pero en la Cancillería tenían otros planes. En el poco tiempo que estuvieron allí, los reporteros solo pudieron registrar que Bachelet estaba reunida con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y el de Interior y Justicia, Néstor Reverol. Por unos instantes los periodistas pudieron tener acceso a espacios del alto gobierno venezolano, usualmente hermético con los medios. Afuera, pero lejos, una protesta de empleados de Petróleos de Venezuela también intentaba ser noticia.

Mientras tanto, en la entrada del edificio del PNUD, en Chacao, la esperaba una protesta bajo el mediodía nublado: familiares de los presos políticos caminaban con fotos de los encarcelados esperando que alguien los recuerde o, al menos, que no los olviden. En la escalera que lleva a la entrada de la torre pegaron los nombres de varios de los 693 presos políticos que hay en toda Venezuela, según registros de la ONG Foro Penal. Los nombres fueron pisados, de nuevo.

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Unas profesoras que se manifestaban, sentadas y con pancartas, por el derecho a la educación, le habían compuesto un tema que cantaban para animar la tarde: "Michelle Bachelet / a usted la invitamos / a que viva un mes / con el sueldo que ganamos". En la avenida Francisco de Miranda los buses, autos y motos transitaban sin problema. Bachelet no llegaba y el sol no salía.

De la visita de tres días a Caracas, este jueves fue la jornada de reuniones con el discurso oficial. A pesar de que en la agenda de Bachelet estaba previsto que a mediodía recibiera a los representantes diplomáticos en la sede del PNUD y que después se trasladara a pocos kilómetros de allí a una sede de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), a las 14.00 aún estaba en la Cancillería reunida con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno. En la UCAB, el hombre que atendía el café se quedó esperándola: "Nos dijeron que venía estar tarde para acá, pero no llegó".

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La reunión de Bachelet con los familiares de los presos políticos y defensores de DD.HH. fue cambiada a la Universidad Metropolitana, muy al este de Caracas. Casi a las 18.00 llegó vestida de vinotinto, en una caravana de seis camionetas. Allí la esperaba Gilber Caro, el diputado de Voluntad Popular -partido de Juan Guaidó y Leopoldo López- que fue liberado el día antes de su llegada de una encarcelación sin imputación ni juicio que duró más de un mes en un sitio desconocido. "Le pediré que me acompañe al Sebin, a ver a los presos políticos que ya tienen boleta de excarcelación y siguen detenidos". También la esperaba una protesta de los familiares de los asesinados en las protestas de 2017. A donde vaya, Caracas se le hace pequeña a Bachelet: son demasiados los dolientes.

El periodista Nelson Bocaranda, quien dio la noticia sobre el cáncer que padecía Hugo Chávez antes de que el fallecido Presidente lo anunciara, escribió en su sitio web Runrun.es los intentos del gobierno de Maduro por controlar la visita de Bachelet: "Por su alojamiento en el Hotel Eurobuilding, dicho establecimiento fue tomado por los cuerpos de seguridad del régimen, haciéndolo parecer como un alojamiento en plena zona de guerra en Siria o Irak. La decisión de mover algunos encuentros del Eurobuilding obedece a la certeza que se tiene de haberle colocado micrófonos u otros artilugios para escuchar sus diálogos (...) En lo que se ha llamado un 'golpe afectivo' trajeron desde México a la médico María Urbaneja, exministra de Salud de Chávez y embajadora en ese país, debido a su amistad con Bachelet para que la acompañara y le transmitiera en las pocas horas que estaría en Venezuela 'todo lo bueno que Maduro ha hecho por los DD.HH. de los venezolanos'".

Este viernes, antes de dejar Caracas, Bachelet se reunirá con Maduro. Previamente lo habrá hecho con Guaidó. Esta foto tal vez también está en la agenda.