La posición estratégica de Siria en Medio Oriente -que se extiende desde el mar Mediterráneo hasta el río Éufrates- lo ha convertido en un país preciado para las grandes potencias, que por siglos han luchado por quién tiene mayor influencia. Y ahora que la dinastía Assad ya no se encuentra gobernando, con la caída de Bashar al-Assad el domingo, estos mismos países se encuentran presentes, incluso bombardeando algunas zonas.
Uno de ellos es Israel, cuyo ejército se ha apoderado de una zona de amortiguación controlada por Naciones Unidas (ONU) entre Siria e Israel, y ha avanzado aún más hacia el interior de Siria, en una maniobra que ha roto décadas de relativa tranquilidad en su frontera compartida.
Israel ordenó a sus fuerzas crear una “zona de defensa estéril” en el sur de Siria que se implementaría sin una presencia israelí permanente mientras refuerza su control a lo largo de la línea entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, dijo el martes el ministro de Defensa, Israel Katz.
No dio detalles, pero dijo que la zona “evitaría el establecimiento y la organización del terrorismo en Siria”.
“No permitiremos esto, no permitiremos amenazas al Estado de Israel”, agregó en una declaración tras una visita a una base naval en el puerto de Haifa, en el norte de Israel.
Anteriormente, un portavoz militar afirmó que las tropas israelíes permanecían en la zona de separación desmilitarizada en territorio sirio creada después de la guerra árabe-israelí de 1973, así como en “algunos puntos adicionales” fuera del área de separación.
Pero negó que las fuerzas hubieran penetrado en territorio sirio significativamente más allá de la zona, después de que fuentes sirias dijeron que la incursión se había extendido hasta 25 kilómetros de la capital, Damasco.
Los aviones israelíes han atacado una serie de objetivos en Siria desde el fin de semana, con la misión de garantizar que el equipo militar sirio, incluidos aviones de combate, misiles y armas químicas, no caiga en manos de los rebeldes.
Como parte de la ola de ataques, Katz dijo que los barcos con misiles israelíes habían destruido la flota militar siria en una operación el lunes por la noche.
Los medios de comunicación israelíes informaron de que la Fuerza Aérea había llevado a cabo hasta 250 ataques. El Ejército se negó a confirmar el número, pero reconoció que estaba tratando de impedir que las armas militares sirias fueran confiscadas y utilizadas por enemigos potenciales.
Israel dice que la toma es una medida temporal, pero el avance hacia Siria ha suscitado preocupaciones de que el país podría intentar sacar provecho de la inestabilidad.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo independiente con sede en Gran Bretaña que ha seguido la guerra civil en Siria durante años, dijo que había documentado 322 ataques israelíes en Siria desde el domingo, cuando el presidente Bashar al-Assad huyó del país. Detalló que los ataques habían tenido como objetivo “almacenes, escuadrones de aviones, radares, estaciones de señales militares y numerosos depósitos de armas y municiones”, incluidos algunos tan recientes como el martes por la mañana.
La zona de separación, patrullada por la ONU, fue creada como parte de un alto el fuego de cinco años entre Israel y Siria, firmado después de la guerra de octubre de 1973. Israel se apoderó de los Altos del Golán en 1967 y se anexionó gran parte de la zona en 1981, una medida reconocida internacionalmente sólo por Estados Unidos. Entre 1974 y 2024 el territorio estuvo dividido entre áreas controladas por Israel y por Siria, divididas por una zona de amortiguación.
La ONU ahora acusa a Israel de haber violado el acuerdo de retirada de 1974 con Siria, que requería que las fuerzas israelíes permanecieran al oeste de la Línea Alfa, en el lado israelí de la zona de amortiguación, y que las fuerzas sirias permanecieran en su lado de la Línea Bravo, al este.
El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Saar, declaró el lunes a los periodistas que los líderes de los rebeldes sirios “son gente con una ideología extrema del Islam radical”. Las fuerzas israelíes están destruyendo las armas “para que no caigan en manos de extremistas”, añadió.
Según el diario The New York Times, Israel ha proclamado que sus acciones contra Hamas y Hezbolá contribuyeron decisivamente al derrocamiento del gobierno de Assad, pero no está claro que un nuevo gobierno en Damasco, dominado por militantes islamistas, vaya a hacer que Israel sea más seguro.
Los intereses de Turquía
Turquía es la principal potencia exterior que apoya al bando rebelde. The New York Times señala que a Ankara le preocupan tanto los kurdos, que se ubican en el norte de Siria, como los refugiados sirios.
En el este de Siria vive una considerable población de etnia kurda, a la que el gobierno turco considera aliada de los grupos separatistas kurdos de Turquía. El país también acoge a casi cuatro millones de refugiados sirios que huyeron de la persecución del gobierno de Assad, y el presidente Recep Tayyip Erdogan desea que regresen a su país.
El aliado de Turquía entre los rebeldes es el Ejército Nacional Sirio (SNA), que, a pesar de su nombre, es una entidad de propiedad totalmente turca. Desde la derrota del ISIS, los turcos han estado más preocupados por el surgimiento de una entidad sirio-kurda en el norte de Siria liderada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Las FDS, aunque son una organización siria, tienen sus raíces en la insurgencia turco-kurda.
“Turquía parece ser ahora la potencia extranjera con mayor acceso e influencia, con los grupos armados al mando y en una posición privilegiada para perseguir sus propios objetivos en Siria. Eso podría significar más ataques contra los kurdos sirios y el regreso de los refugiados que se encuentran actualmente en Turquía”, escribió The New York Times.
Irán, el aliado de Assad
La relación de Irán con Siria se remonta a casi 50 años, cuando el entonces presidente sirio, Hafez al-Assad, apoyó a Irán en su guerra de ocho años con Irak. Mientras Irán construía una red de grupos afines en todo Medio Oriente como contrapeso a Estados Unidos e Israel, Siria fue el único Estado que pasó a formar parte de lo que Irán llamó su “Eje de la Resistencia”.
Siria se convirtió en la principal ruta terrestre de suministro de armas de Irán para Hezbolá en Líbano. A cambio, Irán envió asesores militares para apoyar al régimen de Assad durante la guerra civil, junto con combatientes de su aliado Hezbolá y dos brigadas bajo el mando de las Fuerzas Quds de Irán, integradas por refugiados de Pakistán y Afganistán que habían huido a Irán.
Ahora, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, ya tiene una explicación de las circunstancias que provocaron la caída del régimen de Assad en Siria. En una larga entrevista con la televisión iraní, afirmó que el Ejército sirio derrocó al presidente.
“Es cierto que los rebeldes tuvieron en cuenta el conflicto entre Irán e Israel y el estancamiento de Rusia en Ucrania”, afirmó. “Pero, en mi opinión, el factor clave de su reciente éxito en Siria es que el Ejército sirio no se mantuvo firme. Si hubiera luchado, Alepo no habría caído; lo digo con total seguridad”.
“Siria plantea ahora un nuevo desafío para Irán y sus aliados, especialmente Hezbolá. Irán reconoce que lo que ha sido cierto en el pasado no lo será en el futuro”, dijo el diario israelí Haaretz.
“La resistencia encontrará su camino”, indicó Araghchi, “porque este es un objetivo ejemplar, no una guerra clásica... No debemos permitir que nadie piense que esta campaña terminará cuando Siria abandone el círculo de la resistencia”.
Rusia y su influencia
La relación de Rusia con Siria se remonta a la época de la Unión Soviética. Al final de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos reafirmó su presencia en los países árabes, el Kremlin vio en el gobierno de Assad un aliado crucial en Medio Oriente, que podría hacer de contrapeso a la presencia estadounidense.
Durante la guerra civil siria, Rusia consideró prioritario mantener a su aliado en el poder. También consideró al líder sirio como un baluarte contra el extremismo islámico de Al Qaeda y el Estado Islámico.
Con la caída del régimen de Assad, Rusia podría perder gran parte de su influencia en Siria, pero los analistas dicen que probablemente intentará mantener su base de Tartus, que es su único puerto en el Mediterráneo para su flota del mar Negro, indicó The New York Times. Moscú está haciendo gestos conciliadores hacia las fuerzas rebeldes que ahora controlan el país y ha dicho que es demasiado pronto para tomar decisiones sobre el destino de sus bases militares en Siria.
“Bajo ciertas condiciones, Rusia puede (y ya lo está intentando) encontrar un lenguaje común con los nuevos gobernantes sirios. Esto es mucho menos impensable de lo que parece, dado que Moscú ha acumulado una amplia experiencia en el establecimiento de cooperación con fuerzas radicales en varias partes del planeta”, escribió el centro de estudios Carnegie.
EE.UU. y la lucha contra el Estado Islámico
La relación entre Estados Unidos y Siria nunca ha sido especialmente amistosa. Washington rompió relaciones diplomáticas en 1967 durante la guerra árabe-israelí, y en 1979 incluyó a Siria en su lista de países patrocinadores del terrorismo.
El principal interés de Estados Unidos en Siria es ahora la derrota del Estado Islámico, que mantiene presencia en el noreste y el centro del país. En 2019, durante el primer mandato de Donald Trump como presidente, retiró la mayoría de las fuerzas estadounidenses de Siria, pero quedan unos 1.000 soldados de operaciones especiales estadounidenses que trabajan en estrecha colaboración con tropas kurdas sirias entrenadas por Estados Unidos, indicó The New York Times.
El presidente Joe Biden dijo el domingo que el Ejército estadounidense ha estado realizando ataques aéreos en Siria para evitar que el Estado Islámico se reafirme en el vacío de poder creado por el derrocamiento de al-Assad. Agregó que Estados Unidos apoyaría a la región “si llegase alguna amenaza desde Siria durante este período de transición”.
“Tenemos claro que el ISIS intentará aprovechar cualquier vacío para restablecer su capacidad y crear un refugio seguro”, afirmó Biden. “No permitiremos que eso suceda”.