Desde filósofos italianos, como el marxista Antonio Gramsci, pasando por el historiador británico Eric Hobsbawm y, ya más recientemente, la politóloga Marzia Maccaferri, parecen coincidir en algo. Italia es, posiblemente, el laboratorio político de Europa. Y si bien Suecia se adelantó a mediados de septiembre, la victoria de los Hermanos de Italia y Giorgia Meloni es clave en el mapa regional porque no es cualquier país.
Se trata de uno de los fundadores de la Unión Europea (UE) y la tercera economía más grande del bloque continental, misma institución puesta en duda por los partidos de derecha extrema y tradicional que hoy ascienden en el escenario político europeo.
Este domingo, el carácter de “laboratorio” retomó fuerza. Tras la dimisión del primer ministro Mario Draghi, en julio de este año, el Presidente italiano Sergio Mattarella se vio forzado a llamar a elecciones anticipadas, donde la gran ganadora fue Giorgia Meloni, quien a todas luces se convertirá en la primera ministra del país. No solo es la primera mujer en asumir el puesto, sino que también se pronostica el suyo como el gobierno más a la derecha del espectro político italiano desde la Segunda Guerra Mundial, el que se conformaría a fines de octubre o comienzos de noviembre.
Bajo la promesa de “gobernar para todos” y el compromiso de no traicionar la confianza de la gente que votó por su coalición, según dijo en un discurso tras las elecciones, se espera que lleve adelante políticas antiinmigración duras, así como lo que Meloni define “familia natural” en su cruzada contra el “lobby LGTB”, y también un recorte fiscal para los ciudadanos y empresas. Así, conceptos como inmigración, economía y empleo formaron el centro de su propuesta.
La victoria de la derecha
Con el 26% de los votos totales, Hermanos de Italia se posiciona como el partido más importante del país. Con casi el 19% de los apoyos electorales, el Partido Demócrata quedaba en el segundo lugar, mientras que el otrora caballito de batalla del antiestablishment, el Movimiento 5 Estrellas, obtuvo cerca del 15,5%. En el cuarto y quinto lugar recién aparece Liga y Forza Italia, ambos con 8 puntos de apoyo y miembros de la coalición de Meloni.
El paso desde una posición marginal en la extrema derecha al del partido más importante en el país, representa lo explosivo de su crecimiento. Esto se refleja de forma gráfica en los porcentajes de apoyo electoral, considerando que cuatro años atrás, Hermanos de Italia solo consiguió un poco más del 4% de los votos.
Ante la clara victoria del partido de extrama derecha y su avance a través de los años, los análisis son variados. Desde un hastío con el centro político -discurso clave en la política del anterior gobierno de Draghi-, pasando por una gran organización y unificación electoral de la derecha, hasta un vuelco ideológico que no se veía desde Benito Mussolini, son algunas de las claves a desmenuzar tras el resultado, según consignan medios como The Washington Post o la agencia The Associated Press.
Entre las promesas económicas que Meloni propuso, destaca su intención de utilizar la totalidad de los casi 200.000 millones de euros que el plan de recuperación implementado por la Unión Europea en el marco del Covid-19 asignó a Italia.
Sin embargo, una de las ideas centrales de su programa a nivel económico-electoral está relacionada con los impuestos, donde aboga por una baja general tanto a las personas como a las empresas. Con miras a la eminente crisis energética en el continente, el gravamen dedicado a ese ítem vería una reducción, prometió.
Declarada nacionalista, quien dice querer rescatar la cultura italiana en contraposición a la islámica, ha criticado en múltiples ocasiones a la Unión Europea, acusándola de “burocrática”, en una postura que ha matizado ligeramente. La guerra entre Rusia y Ucrania derivó en su apoyo al país invadido, en un escenario donde antes se mostraba afín a Vladimir Putin.
En un discurso frente a partidarios de VOX, símil político español de Hermanos de Italia, se escucha a una exaltada Meloni, con un innegable dominio sobre cómo encender a su audiencia, exponiendo su agenda política.
“Sí a la familia natural, no al lobby LGBT. Sí a la identidad sexual, no a la ideología de género... no a la violencia islamista, sí a la seguridad de las fronteras, no a la migración masiva... No a las grandes finanzas internacionales... ¡No a los burócratas de Bruselas (sede de la Unión Europea)!”, terminó casi al borde de los gritos su discurso en español, mientras los asistentes se levantaban para aplaudir la intervención de la, muy posiblemente, próxima primera ministra italiana.
El ascenso del posfascismo
La llegada de Giorgia Meloni al poder no se explica por sí sola. Es, sin embargo, la más notable de las victorias de la extrema derecha. Etiqueta que surge atendiéndose al origen mismo de su partido.
Para rastrear el ascenso de Hermanos de Italia, hay que volver a los años 40. Cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin y partidos democráticos volvían a ser parte del ecosistema italiano, el jefe de gabinete del último gobierno de Mussolini, Giorgio Almirante, fundó el Movimiento Social Italiano (MSI) en 1946 junto a fascistas viudos del régimen.
A lo largo de tres décadas, el movimiento político no alcanzó siquiera los dos dígitos hasta su reestructuración en los 90. No obtuvieron éxito electoral, pero según el historiador Paul Ginsborg, su supervivencia “sirvió como un recordatorio constante del potente atractivo que el autoritarismo y el nacionalismo aún podían ejercer entre los estudiantes del sur, los pobres urbanos y las clases medias bajas”, dijo a The Associated Press.
Tomando la posta generacional, el protegido de Almirante, Gianfranco Fini, refundó el partido bajo el nombre de Alianza Nacional y moderó las posiciones más extremistas, las que hacían directa alusión al trabajo de Mussolini. Fue en ese contexto en el que una joven Giorgia Meloni entraba a las filas de las juventudes del MSI, para luego liderar la rama juvenil de Alianza Nacional.
Tras declarar que Mussolini fue el “mayor estadista” del siglo XX, Fini debió rechazar sus propias palabras tras visitar el memorial del Holocausto Yad Vashem en Israel, en 2003. Historia similar ocurrió con Meloni, quien también elogió al fascista italiano en su juventud cuando aseguró que fue “un buen político, el mejor de los últimos 50 años” ante un canal televisivo francés, en 1996.
Años después, cuando ejercía como la ministra de la Juventud en el último gobierno de Berlusconi, en 2009, también visitó el memorial. Con los años, y especialmente de cara a las elecciones, su discurso se alejó sustancialmente. “La derecha italiana ha dejado el fascismo en la historia desde hace décadas, condenando sin tapujos la supresión de la democracia y las ignominiosas leyes antijudías”, dijo en un video de campaña.
Pero vestigios del origen fascista aún son visibles en elementos como el escudo que cofundó en 2012. “Una nueva fiesta para una vieja tradición”, dijo tras la creación de Hermanos de Italia. Una llama verde, blanca y roja adorna el logo, misma imagen que otrora el MSI y luego Alianza Nacional utilizaron. Esta vez, la colectividad no utilizó el haz de varas de madera, o “fasces”, que Mussolini mostraba en el Partido Nacional Fascista.
Y si bien Hermanos de Italia es el exponente más destacado de la extrema derecha europea en alcanzar el poder, no es la única. A mediados de septiembre, Demócratas de Suecia, otro partido con orígenes abiertamente skinheads (cabezas rapadas), fue el gran vencedor en las elecciones de dicho país, al situarse como la segunda fuerza más votada. Con el tiempo, la agrupación política se alejó formalmente del neonazismo, pasando a autoconsiderarse como un partido nacional conservador con una marcada impronta antiinmigración (o puntualmente antiislamista, como aseguran sus detractores).
En Francia, Agrupación Nacional junto a Marine Le Pen logró por segunda elección consecutiva llegar al balotaje presidencial, cada vez con un mayor nivel de adhesión popular. España tiene su representante en VOX, quienes ven en Meloni una aliada natural desde hace años.
El elemento común, afirman expertos, está en la política nacionalista. Preservar lo que sus líderes denominan la “cultura blanca” o la “cultura europea”. También, todos han experimentado un boom de apoyo electoral en los últimos años, pasando de posiciones políticas más bien alejadas del interés del votante en los 90 y los 2000, a formar parte central del escenario electoral europeo.
En el caso de Italia, historiadores afirmaron a The Associated Press que no se trata de que Italia abrace al fascismo, sino que más bien responde a un proceso de amnesia histórica. Para Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales con sede en Roma, “la razón principal por la que una gran parte del electorado, digamos 25%-30%, votará por este partido, es simplemente porque es el chico nuevo en el bloque”.
A diferencia de Alemania, quien realizó un proceso de introspección histórica importante luego de la Segunda Guerra Mundial, en Italia los monumentos erigidos por Mussolini continúan allí. Según el historiador David Kertzer, de la Universidad Brown, hay 67 institutos para el estudio de la resistencia al fascismo en Italia, y prácticamente ningún centro para el estudio del fascismo italiano.