Tras varios días de incertidumbre, las autoridades libias confirmaron ayer que la elección presidencial prevista para mañana en el país no se llevará a cabo y propusieron postergarla un mes, decisión que pone en duda la postura del gobierno interino y que sume en un caos el proceso de paz respaldado por la comunidad internacional.
Una comisión del Parlamento encargada del seguimiento de los comicios concluyó sobre la “imposibilidad” de celebrarlos en la fecha prevista, que había sido establecida hace un año. La comisión electoral propuso retrasar en un mes la fecha de la votación, confirmando una demora que se había esperado ampliamente en medio de disputas sobre las reglas, incluida la elegibilidad de varios candidatos divisivos.
Los desacuerdos mostraron las limitaciones de una votación presidencial en la que participan candidatos considerados inaceptables en gran parte del país, incluido el hijo del difunto gobernante Muammar Gaddafi y el mariscal Jalifa Haftar, que lideró una ofensiva contra Trípoli.
Gaddafi gobernó Libia con mano de hierro durante 42 años, después de un golpe de 1969 contra la monarquía, presentándose como un héroe revolucionario, árabe y africano, mientras aplastaba sin piedad a toda la oposición. En 2011 fue derrocado en una revuelta inspirada por los levantamientos de la Primavera Árabe.
Su muerte no trajo la estabilidad o la democracia que se esperaba, sino que el país se fracturó. El poder estatal se desintegró y al poco tiempo había dos gobiernos: uno en Trípoli, la capital, y el otro en Tobruk, en el oriente del país. Para proteger o hacer cumplir sus intereses, un número creciente de países extranjeros intervino en la guerra civil, incluidos Rusia, Turquía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), según destaca la BBC. Las tropas mercenarias financiadas por Estados extranjeros permanecen en el país hasta el día de hoy.
Varios gobiernos de la Unión Europea, a su vez, estaban interesados principalmente en utilizar a Libia para evitar que los migrantes y refugiados emprendan viajes por el Mediterráneo a Europa.
Se llevaron a cabo numerosas iniciativas para poner fin a la guerra civil y restablecer la estabilidad en Libia. Varios enviados especiales de la ONU intentaron sentar a las partes en conflicto en la mesa de negociaciones, algo que finalmente tuvo éxito.
En marzo, los libios aceptaron a Abdul Hamid Dbeibah como primer ministro interino para apoyar los preparativos de las elecciones presidenciales y parlamentarias previstas para el 24 de diciembre. Los comicios tenían que ser la conclusión de un proceso político apadrinado por la ONU para cerrar ese capítulo de divisiones e inestabilidad.
Pero “tras haber consultado los informes técnicos, jurídicos y de seguridad, les informamos de la imposibilidad de llevar a cabo la elección en la fecha del 24 de diciembre de 2021 prevista por la ley electoral”, escribió el presidente de la comisión en un documento enviado al jefe del Parlamento, sin adelantar una nueva fecha.
El texto pide al presidente del Parlamento, Aguila Saleh Issa, retomar sus funciones, de las cuales se había apartado para presentarse a la presidencial, y así “relanzar el proceso político y reformular la hoja de ruta” para conducir al país hacia la democracia.
La Alta Comisión Electoral libia (HNEC) reaccionó a este informe proponiendo postergar un mes la elección. Al proponer una nueva fecha, la HNEC “busca poner la responsabilidad en manos del Parlamento”, dijo a la agencia France Presse Wolfram Lacher, experto sobre Libia del instituto alemán SWP. “Es el Parlamento el que debe aprobar la nueva fecha, pero es poco probable que lo haga”, añadió.
Entre los problemas que enfrenta el proceso se encuentran una controvertida ley electoral, un calendario modificado para postergar las legislativas y figuras polémicas como candidatos.
Además, se han registrado varios incidentes graves. Por ejemplo, hombres armados bloquearon el acceso al tribunal de Seba para impedir que los abogados de Saif al-Islam Gaddafi apelaran el rechazo a su candidatura presidencial. El martes, milicianos armados se desplegaron en Trípoli, haciendo temer una vuelta de la violencia.
El emisario estadounidense para Libia, Richard Norland, pidió ayer “calma” y “medidas susceptibles de descomprimir la tensa situación de seguridad” en la capital y el resto de país.
Norland también exhortó a los dirigentes libios a actuar “rápidamente para eliminar todos los obstáculos jurídicos y políticos” para la celebración de las elecciones.
Sin embargo, dice la agencia Reuters, con las movilizaciones en Trípoli y otras áreas occidentales por parte de grupos armados, el colapso del proceso electoral podría agravar las disputas locales y desencadenar una nueva serie de enfrentamientos.
Las disputas sobre el camino a seguir también podrían deshacer el proceso de paz más amplio respaldado por la ONU entre los principales bandos orientales y occidentales de Libia, que han mantenido un alto el fuego desde el año pasado.
La reanudación del conflicto también podría provocar cierres más frecuentes o extensos de la producción de petróleo por parte de grupos armados, lo que afectaría las finanzas estatales. Esta semana, un grupo cerró tres yacimientos importantes.
Algunos líderes en el este han advertido sobre un nuevo gobierno separatista que llevaría a Libia de nuevo a la división entre administraciones en guerra, que duró desde las últimas elecciones en 2014 hasta la instalación del actual gobierno interino.