Trabajadores de un municipio rico de Lima destruían el martes un muro de un metro de altura que se extiende por cinco kilómetros sobre unas colinas secas y sin flores a modo de barrera ante otro municipio de la capital, más pobre, para obedecer una decisión del Tribunal Constitucional de Perú.

La muralla fue considerada discriminadora por el tribunal.

El muro se construyó hace más de una década por el municipio de La Molina para evitar las invasiones de tierras que se extienden por toda la periferia de la capital peruana.

“Tal vez tenían la idea de que íbamos a pasar más allá”, dijo Maritza Quispe, de 38 años y madre de cuatro hijos, que vive a pocos metros del muro en el distrito pobre de Villa María del Triunfo.

Quispe recordó que cuando construyeron el muro en 2012 sintió una profunda discriminación. “Los primeros días medio raro me sentí, pero a medida que pasa el tiempo uno se va acostumbrando”, dijo con resignación.

La mujer administra, junto a sus vecinas de la barriada, un comedor donde el almuerzo cuesta poco menos de 1 dólar y en cuyas mesas comen los trabajadores municipales del distrito rico que destruyen el muro.

La sentencia del Tribunal Constitucional indicó además que el muro afecta el derecho al libre tránsito y lesiona la dignidad humana.

En el lado acomodado de la ciudad, el gerente del municipio de La Molina y ex ministro de Vivienda peruano, Francisco Dumler, no quiso comentar sobre si el muro era discriminatorio. “Es entrar en una discusión ideológica estéril”, indicó. Pero sí admitió que en Perú existe discriminación en el acceso a los servicios como el agua potable.

En La Molina, dijo Dumler, el 62% de los parques y jardines se riega con agua potable, mientras que en Villa María del Triunfo hay amplias zonas donde los vecinos tienen que comprar el agua que consumen de camiones cisternas. “Ahí sí hay discriminación”, indicó.

Añadió que en la nueva gestión municipal, que empezó en enero, se han propuesto usar para 2026 agua de una planta de tratamiento para regar la totalidad de sus 173 hectáreas de áreas verdes. No hizo referencia al servicio de agua para consumo de los hogares que se abastecen por camiones cisterna.

Un vecino de La Molina, que estaba presente en la zona divisoria y que no quiso identificarse para este reporte, sí comentó que en la zona acomodada había orden y tranquilidad y que, aunque del otro lado, había gente buena, abundaba el desorden. Su temor es que ahora, sin un límite físico, los traficantes de terreno intenten ingresar en las colinas del lado rico.

Carlos Gómez, guardia que trabaja en el distrito acomodado, afirma que en torno a medio centenar de vecinos de la barriada más pobre cruzan cada día hacia La Molina, donde trabajan como empleados domésticos o jardineros. Muchos llevan un segundo par de zapatos en un bolso y se lo colocan cuando atraviesan la colina llena de polvo para llegar a las calles de la zona rica.

“Se tiene que bajar con cuidado para pasar de un lado al otro porque el camino es de bajada, lleno de piedras y puedes resbalarte; sería bueno que se haga un camino bonito para poder transitar”, propuso la señora Quispe.