El Presidente Donald Trump anunció anoche que él y su esposa Melania habían dado positivo de el coronavirus, tras estar en contacto estrecho con su asesora Hope Hicks, que empezó a mostrar síntomas el miércoles.
Luego de meses de haberle restado importancia a la gravedad de la pandemia y solo un mes antes de las elecciones, las noticias podrían cambiar todo para el candidato republicano.
Sin embargo, antes de preocuparse por la reelección, el mandatario debe terminar con su período actual, y la Casa Blanca no ha entregado información sobre cuál sería el plan en caso de que Trump se enfermara tanto que no pudiera seguir ejerciendo el cargo.
Esta parece ser la principal preocupación de los estadounidenses. De hecho, las búsquedas en Google de la “25ª Enmienda”, la sección de la Constitución estadounidense que trata sobre la línea de sucesión presidencial, se dispararon poco después del anuncio de Trump.
Pese a que el médico de la Casa Blanca aseguró que el líder republicano seguirá cumpliendo sus funciones “sin interrupciones”, existen protocolos para este tipo de circunstancias.
Este protocolo está descrito en el plan de continuidad del gobierno en caso de una emergencia nacional, que se centra principalmente en ataques a gran escala. Así, la línea de sucesión presidencial -que fue establecida en 1947 a través de una ley- ubica al vicepresidente Mike Pence, que dio negativo al virus, en primer lugar para reemplazar al mandatario. El segundo lugar lo ocuparía Nancy Pelosi, la titular demócrata de la Cámara de Representantes.
Sin embargo, el procedimiento no está libre de controversias. La Constitución de Estados Unidos no tiene una guía clara sobre cómo determinar que un Presidente es incapaz de cumplir con sus funciones.
La 25ª Enmienda busca esclarecer cualquier ambigüedad sobre quién dirige el gobierno cuando un Presidente ya no puede hacerlo. Esta permite transferir el poder temporalmente al vicepresidente, y el mandatario puede reclamar nuevamente la autoridad una vez que se considere apto.
Trump no sería el primero en enfermarse gravemente en el cargo. George Washington y Woodrow Wilson estuvieron al borde de la muerte mientras ejercían, y otros cuatro mandatarios han muerto por causas naturales mientras ocupaban el cargo, mientras que cuatro fueron asesinados.
Sin embargo, hace años que no ocurría. Desde 1981, cuando Ronald Reagan recibió un disparo, ningún presidente de Estados Unidos se había enfrentado a una enfermedad potencialmente mortal en el cargo.